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Mié. Nov 6th, 2024
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Comedor solidario. En la zona del lavatorio del albergue instalaron la cocina comunitaria.jpg

En un espacio improvisado, una cocina popular emerge como una aliada para alimentar cada día a los acompañantes. El golpe diario al bolsillo para comprar fármacos es de hasta G. 500.000.

Teresita Enciso –en una pausa– toma mate parada frente al lavatorio, que está ubicado en un espacio escueto y húmedo. Detrás de ella, en ollas colocadas en las placas eléctricas, hierven el arroz, el estofado y el puchero.

De otro recipiente, ubicado a solo metros, el humo sale a borbotones. Un hombre de casi 30 años –con una mochila negra a cuestas– corta cebolla, tomate y locote.

Una mujer de unos 70 años mezcla los ingredientes en una olla colocada en el brasero. Va y viene para controlar la cocción. Mira con recelo la presencia de desconocidos en la zona del lavatorio.

El olor a salsas, a tortilla frita y a puchero aromatiza la ajetreada jornada en la zona del lavatorio, que funge de cocina. Las mujeres y los hombres –voluntarios– trabajan arduamente a las 10:20 de la mañana para cocinar el menú que dará de comer a las personas que viven en el albergue del tinglado del Hospital Central del Instituto de Previsión Social (IPS).

A la inversión diaria para la compra de insumos y medicamentos, que puede ser desde G. 500.000 a G. 1.000.000, muchas veces no se presupuesta el costo diario del desayuno, almuerzo, cena y merienda, que suma al excesivo gasto de bolsillo.

“Se hace tipo una olla popular para que sean un poquito más llevaderos los gastos de los familiares. Hay gente que hace tres meses está aquí. Tenemos que ver la forma de solventar esos gastos. Uno deja su familia, su hogar, su trabajo para estar con nuestros familiares aquí”, cuenta Teresita Enciso, una de las organizadoras.

Por ello –nadie sabe cuándo ni cómo– surgió la olla popular en el albergue, como una manera comunitaria de que los acompañantes y familiares puedan alimentarse y no omitir ningún alimento diario.

“Hay mucha gente que empezó y se continúa nomás ya. Es algo instalado. Tratamos de colaborar, se compra y se cocina todo junto y sale más barato. Buscamos la forma de solventar. Todo está muy caro y a la larga suma”.

Sobre los inicios de la olla popular –que es vigilada y criticada por los administradores del Hospital Central–, nadie sabe cuándo, ni quién la instaló, pero se mantiene mediante la solidaridad de las personas.

Ella –que es oriunda de Misiones– acompaña a su madre internada en Urgencias hace más de dos meses. Los gastos de insumos y medicamentos son constantes, a cuyo presupuesto deben sumar el desayuno, almuerzo, merienda y cena, que abultan la inversión diaria, que a veces es insostenible, dice.

“En materia general –relata–, la cuestión de los medicamentos se compra y los insumos también muchas veces faltan. Hay gastos en la parte de la alimentación de los que estamos afuera y también los pacientes que están internados tienen sus gastos de medicamentos, pañal”.

En la improvisada cocina también se hierve el agua para el mate, se prepara el cocido para el desayuno o la merienda.

“Acá a la gente del IPS no le gusta y vienen los supervisores. Ellos no tienen esa empatía hacia nosotros. Entendemos, pero ellos también tienen que ponerse en nuestro lugar de que son demasiado muchos los gastos”.

COMBATIR EL HAMBRE. Y a veces o casi siempre se omite uno de los alimentos diarios porque no tienen dinero para comprar el cocido, la chipa, el guiso, la empanada, el sándwich, etcétera.

Por ello, la olla popular –y para no pasar hambre– se sostiene solidariamente para alimentar a los que hacen vigilia en IPS. Algunos donan, otros juntan dinero y hacen las compras en el supermercado cercano al IPS.

“Aquí un sándwich te cuesta siete mil, ocho mil (guaraníes). Aquí en la cantina un plato de comida te sale veinte mil (guaraníes). Tenemos que traer nuestra matula”, cuenta Natalia Riquelme.

La olla popular resiste entre los asegurados que la promueven, debido a los altos costos de los alimentos. Un almuerzo puede costar más de G. 25.000 o más, pero con la olla popular solo invierten a veces G. 5.000.

En medio del ajetreo, un hombre come una tortilla sentado encima de un balde, que funge de butaca. En el patio del Hospital Central, otros aprovechan el día soleado para tomar tereré y hacer más leve la espera. En un colchón, ubicado en el piso, una joven duerme plácidamente. Encima del sillón de madera, una mujer se acuesta y otros permanecen sentados a la espera de los informes médicos.

De fondo se escucha al guardia llamar una y otra vez a los familiares de un internado. En un extremo del albergue, una mujer bromea con otra, ríen a carcajadas en otro día más de vigilia.

ultimahora.com

 


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