La excepcional ola de incendios que enfrenta el país norteamericano está asfixiando a millones de personas. Hay 3,8 millones de hectáreas quemadas.
El humo que ahoga a millones de personas en Norteamérica desde hace días es fruto de 441 incendios forestales que están activos en estos momentos en Canadá, una cifra muy superior a lo normal debido a los peores efectos del cambio climático.
Desde enero, las llamas han quemado 3,8 millones de hectáreas de bosque y vegetación en Canadá cuando la cifra media en la última década había sido de 250.000 hectáreas.
«El cambio climático tiene su papel. Esta primavera ha sido muy seca en el este de Canadá«, explicó este 8 de junio de 2023 Kent Moore, profesor de Física de la Universidad de Toronto especializado en el estudio de la meteorología y la crisis climática.
Huracanes y sequedad
Moore también señala en el caso específico de Nueva Escocia, que en los últimos días ha experimentado dos incendios forestales sin precedentes, los efectos del huracán Fiona, que en septiembre de 2022 devastó esa provincia del Atlántico de Canadá.
Los vientos de Fiona derribaron miles de árboles. «Esos árboles ahora están muertos, se están pudriendo y son básicamente más combustible para las llamas«, explicó el profesor canadiense.
Por supuesto, los científicos han vinculado el aumento de la intensidad y el número de huracanes en el Atlántico al calentamiento global.
Pero aunque los incendios de Quebec y Ontario, en la zona oriental y central de Canadá, son los que centran la atención del público, porque su humo es el que cubre ciudades como Nueva York, Washington y Filadelfia, en EE.UU., y Toronto y Ottawa, en Canadá, en el oeste canadiense las llamas son incluso más intensas.
Moore de nuevo señala a los efectos de la crisis climática. «En los incendios de Columbia Británica y el norte de Alberta, el cambio climático también está jugando un papel fundamental porque está adelantando la primavera».
Adiós al efecto espejo del Ártico
Moore también está preocupado por los efectos del humo de los incendios en la salud porque las partículas que el viento arrastra a las urbes norteamericanas son especialmente microscópicas y se depositan en las zonas más profundas de los pulmones.
Pero incluso si los vientos cambiaran hacia el norte, a las regiones árticas, los problemas no desaparecerían. En ese caso, las partículas acabarían depositadas en el Ártico, oscureciendo el hielo y eliminando parte de la capacidad de reflexión de la radiación solar de la región, lo que a su vez contribuiría a acelerar el calentamiento global.
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