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Juan Gregorio Rocha, pastor, quería dar una mano para salvar a Vilma. El tenía apenas dos años menos que ella, es decir 23. La familia de Vilma Trujillo y sus vecinos habían intentado todo lo que estaba a su alcance. No quedaba más remedio que recurrir a los buenos oficios de los encargados de la iglesia pues Vilma estaba muy grave y el médico más cercano se encontraba a un día de distancia del poblado donde vivían, casitas desperdigadas aquí y allá en la selva, pobres, en la zona noroeste de Nicaragua que se llama El Cortezal.

Vilma Trujillo estaba muy mal. Hablaba sola, tenía alucinaciones y decía cosas extrañas e impropias. A su pobre hermana que estaba embarazada le dijo, con ojos centelleantes, que no iba a tener un bebé sino una serpiente. Vilma había sido una mujer muy buena, incapaz de desear el mal de nadie y mucho menos a su hermana, que quería con todo su corazón. Pero justo su corazón había sido invadido. Lloraba de la nada, se arrodillaba y hablaba con el demonio. Ángela García, su tía, se acercaba buenamente para calmarla, pero ya Vilma no era Vilma.

Juan Gregorio Rocha, el pastor de la iglesia Vision Celestial.
Juan Gregorio Rocha, el pastor de la iglesia Vision Celestial.

Vilma Trujillo estaba poseída

Al final, el 15 de febrero de 2017, la propia Vilma aceptó recluirse en una cabaña de madera oscura que era la Iglesia Visión Celestial. El joven Juan Antonio Rocha la llevó hasta allí junto con otros fieles. El lugar era apartado. Quedaba sobre una colina a una hora de camino del poblado, por un sendero de lodo. Los fieles comenzaron a rezar, en verdad lo hicieron durante todo el camino, y continuaron días enteros con sus rezos buscando la sanación de la mujer poseída. Los familiares de Vilma esperaban que los buenos espíritus expulsaran el mal de su cuerpo. Se acercaron después de unos días a visitarla pero los feligreses les dijeron que era inoportuno estar con ella porque todavía no estaba sanada. Los familiares se volvieron.

La iglesia Visiòn Celestial, en medio de la selva, en El Cortezal, Nicaragua.
La iglesia Visiòn Celestial, en medio de la selva, en El Cortezal, Nicaragua.

Vilma no aguantaba más la falta de comida y de bebida a la que la sometían para su curación y lo que en principio había sido una decisión voluntaria se convirtió en el deseo imperioso de salir de allí. La iglesia se convirtió en una prisión para ella. No se lo permitieron. Estaban convencidos que el demonio la seguía aferrando. Ella sintió todo lo contrario, que no era el espíritu oscuro quien la maltrataba sino aquellos que querían su salvación.

Quiso escapar de los que pretendían curarla y hasta, en un descuido, se armó con un machete, pero su diablo interior no pudo con los seguidores de Dios. Frente a este arrebato, todos coincidieron que el devorador de almas estaba utilizando el cuerpo de Vilma para agredirlos. Vilma, en fin, era un instrumento diabólico. Al final, la mujer no pudo huir, la desarmaron. Los propios feligreses de Visión Celestial estaban desconcertados por en encarnizamiento de esta entidad infernal. Los rezos debían ser una herramienta contra el diablo pero no la única. Ya habían pasado muchos días desde que se apoderara de la pobre Vilma.

La revelación del fuego

Durante la noche, una de las fieles se vio envuelta en un arrebatador sueño donde se mezclaban visiones malignas que estaban a punto de convertir su cuerpo en una abominación cuando un fuego amigable para ella aunque feroz para los demonios logró que estos se alejaran. En ese sueño, estaba la clave, el mensaje. El poderoso demonio de Vilma debía ser expulsado por medio del fuego, el principio primigenio, según el mensaje de la mismísima divinidad contenido en el sueño.

Cuando se enteró de esta solución, Juan Gregorio Rocha, junto con una decena de ayudantes, se dedicó a los preparativos de este radical exorcismo. No le provocarían quemaduras. Lo primero fue ir a buscar leña, mientras otros mantenían la vigilancia sobre la desgraciada. Ya con los leños se esmeraron en construir una pira. Hacía una semana entera que Vilma permanecía en esa casilla, es decir en la iglesia. Cuando los preparativos estuvieron concluidos, la sacaron y la ataron a un árbol de guayaba mientras ella gritaba por su libertad y se retorcía con una fortaleza que solamente el maligno podía insuflarle. El árbol estaba al lado de la pira, que ya ardía.

Las llamas parecían danzar en su dirección y a alcanzarla de a poco. Pudieron echarla directamente al fuego, pero la ceremonia se desvirtuaría pues se trataba de curar. Las chispas, entonces, se fueron convirtiendo de a poco en brazos incandescentes que comenzaron a tocar, a acariciar a la mujer, que lloraba de desesperación, de dolor. Fue cuando Vilma Trujillo gritó: “¡Me voy a morir, me voy a morir!”. Su hermana, de 15 años, que estaba en la iglesia rezando por la salvación de Vilma, la escuchó. Eran gritos desgarradores. La chica tenía esperanza pero a la vez un miedo atroz. Quedó paralizada entre esas sensaciones.

El lugar donde Vilma fue quemada viva.
El lugar donde Vilma fue quemada viva.

Mientras, los demás, en la propia iglesia y cerca del fuego que todo se estaba llevando, asentían con la cabeza reiterada y fuertemente, como poseídos, mientras repetían que Vilma iba a resucitar enseguida y estaría curada, su alma libre de las torturas del demonio. El fuego enceguecía y deslumbraba, sugestionaba y paralizaba. Horas después uno de los asistentes al exorcismo pareció volver de su letargo y fue rápidamente a la iglesia para decirle a la hermana de Vilma que corriera en busca de ayuda.

La jovencita debía correr a toda costa. El Cortezal es una zona perdida hasta en los mapas, una sombra indistinguible de la geografía nicaraguense, donde no hay electricidad ni teléfono ni policía ni escuela ni médicos ni mucho menos un negocio. El pueblo más cercano es Rosita, distante a cuatro horas a pie, por senderos que suben y bajan de pura maleza, es decir una empresa imposible para la hermana de Vilma. Lo que hizo la chica fue lo único posible, o sea meterse en la selva, sí, pero dirigirse un lugar que conocía, la casa de su tía, Ángela García. Cuando llegó estaba sin aire. Apenas pudo decir: “La quemaron”.

El bautismo de Vilma

Catalino López Trujillo, el papá de Vilma, encabezó un grupo de vecinos que llegaron hasta la iglesia Visión Celestial cuando la pira donde se quemaba su hija aún ardía ya con menos intensidad. Vilma estaba con vida. Desnuda. Ella alcanzó a pedir, en un susurro, que le dieran agua. Se comprobaría luego que tenía el 80 por ciento del cuerpo quemado; lesiones de este tipo que cubren una superficie del 40 por ciento o más ya se consideran mortales. El papá la llevó, con la ayuda de sus sobrinos, que lo habían acompañado, hasta la casa de tía Ángela. Allí Vilma se reencontró con su hijo de cinco años, que no paraba de llorar. A pesar de su estado, trató de consolarlo diciéndole que su mamá estaba de vuelta y que los pastores la habían bautizado.

Vilma trasladada a Managua. Tenìa el 80 por ciento de su cuerpo quemado.
Vilma trasladada a Managua. Tenìa el 80 por ciento de su cuerpo quemado.

Era evidente que la mujer no podía quedarse allí. Su papá y otros improvisaron una camilla con palos y la tela de una hamaca. Antes del amanecer del 22 de febrero, la llevaron de El Cortezal a Rosita. Había pasado un día desde que encendieron la hoguera para sanarla con fuego. Los ríos y los montes y el camino lodoso se interponían entre ellos y su destino y el destino de Vilma, que era incierto. La selva desagradable les impuso obstáculos que los obligaban a detenerse, a cuidar con mucha atención a la Vilma. Al fin de cuentas, tardaron medio fatigoso día en atravesar ese trayecto selvático e imposible hasta Rosita.

Esta es una ciudad que tiene poco más de 32.000 habitantes la mitad de los cuales vive en zonas rurales. Las comodidades son pocas y el desempleo es grande. Tiene un pequeño aeropuerto, a 30 kilómetros del centro, que se utiliza cada tanto.

Las quemaduras de Vilma eran tan importantes y extensas que los médicos decidieron que no podían tratarla con los medios de que disponían en Rosita. Decidieron llevarla en avión a Managua, a casi 500 kilómetros de distancia. Partieron de inmediato, el 23 de febrero de 2017. Cinco días después Vilma Trujillo murió.

Juan Rocha era pastor, un hombre plantado en un mundo espiritual gobernado por fuerzas superiores en constante enfrentamiento, que se manifestaban de manera fantástica cuando algún acontecimiento de la vida cotidiana perturbaba el orden que debían tener las cosas de la vida. A Vilma no la quemaron ellos, los de la iglesia, no, ni siquiera fue un ser humano. “Fue cuando íbamos a orar, ella se suspendió en espíritu, se suspendió y cayó en el fuego”, le explicó a la periodista freelance Vicky Baker, que estuvo en El Cortezal para la cadena BBC. Rocha, entonces, vio el espíritu de Vilma remontar. ¿Quién puede negarle aquello que vio? Ellos no quemaron a nadie, aseguró. Estaba convencido.

Ángela Garcìa, la tía de Vilma.
Ángela Garcìa, la tía de Vilma.

A su lado, Franklin Jarquín, el cuñado de Rocha, que también participó del exorcismo, más distendido que su pariente frente a extraños que no entendían lo que le habían. hecho a Vilma, con una dura mirada aventuró una explicación, un motivo que provocó la desgracia de Vilma. Aseguró que “esa mujer” (por Vilma) introdujo el pecado en su vida cotidiana. Fue ella la que había llamado al demonio. ¿Cómo? “Es que ella cometió un error ante Dios. Ella falló. Porque ella tenía un compañero de vida y cometió un error con otro hombre”.

Sin remordimiento

El pastor de la iglesia evangelista Visión Celestial, Juan Rocha, su hermano, Pedro José, su hermana, Tomasa, y el esposo de esta, Franklin Jarquín, fueron acusados por secuestro y asesinato. También fue acusada la diaconisa de la iglesia, Esneyda del Socorro Orozco Téllez, de 25 años, aquella mujer que había informado que tuvo un sueño en el cual recibió la revelación sobre el uso del fuego para sanar a Vilma. “Por revelación divina -sostuvo-, debía hacerse fogata en el patio del templo para sanar a la víctima a través del fuego”. La Policía agregó: “Cuando se realizó la fogata, fue lanzada al fuego Vilma Trujillo amarrada de pies y manos”.

Los cinco acusados por el exorcismo de Vilma.
Los cinco acusados por el exorcismo de Vilma.

Ninguno de los acusados llegaba a los 30 años. Fueron a juicio en Managua y la acusación era gravísima, homicidio alevoso, cometido con la intención de prolongar la agonía de la víctima y, para lograrlo, habían abusado de la confianza de Vilma.

Ninguno de los cinco acusados sintió remordimiento alguno. Estaban convencidos de que habían hecho lo correcto. No entendían la razón de la acusación, y, además, solamente se habían esforzado todo lo posible para salvar un alma desgarrada por el demonio. Sus razones no fueron atendidas. Los cinco fueron condenados a penas que fueron de los 30 a los 36 años de prisión.

Vilma vivía en El Cortezal. Cuando ocurrieron los hechos que terminaron con su muerte, su pareja, Reynaldo Peralta, que a ese momento estaba de viaje, se fue de allí y se llevó a la criatura que tenían, de dos años. Casi un año después de la muerte de su mujer afirmó: “Vilma me dijo que el demonio la estaba perturbando”. Por su parte, el primer hijo de Vilma, fruto de una relación anterior, se fue a vivir con su tío.

Los 10 hijos del “pastor” Juan Rocha y de sus hermanos terminaron en lo de sus abuelos. Mientras, Esnayda, que estaba embarazada al ser condenada, crió a su hijo en la cárcel.

Angela, las tía de Vilma, amenazada, se fue a vivir a más de 100 kilómetros de distancia, a San Miguel de Casa de Alto, de donde es originaria su familia y donde Vilma está enterrada. “Tuvimos que dejar nuestras cosechas, que se perdieron. No teníamos nada para comer”, contó. Luego Angela volvió pero el ambiente que encontró era raro, con una hostilidad que no terminaba de manifestarse. Había quienes creían que los espíritus estaban enojados porque habían castigado a aquellos que no hicieron más que seguir sus mensajes.

En la familia Trujillo, todos son católicos, menos la propia Vilma y su hermana menor que comenzaron a frecuentar la iglesia evangélica Visión Celestial pensando que iban hacia la salvación, es decir que con ese cambio mejoraban. Incluso Vilma cantaba en el coro de la iglesia. El pastor Rocha, que terminaría quemándola, era un joven que había hecho algunos estudios y que los vecinos evangélicos consideraban muy preparado para dirigir la iglesia evangélica.

Nadie sabe qué le pasaba a Vilma antes de que la consideraran poseída

Lo que hay son muchos rumores, uno de los cuales se refería a que había sido violada por un poderoso hombre de la zona. Es probable que los fieles de la iglesia Visión Celestial hayan considerado que Vilma cometió pecado en base a esos rumores que hablaban de relaciones sexuales fuera del matrimonio, sin hacer ninguna distinción entre una agresión sexual y el adulterio. Creían lo que quisieron creer, es decir que Vilma se había convertido en una mala mujer.

Los cinco acusados por el exorcismo de Vilma fueron condenados a penas de 30 a 36 años de carcel.
Los cinco acusados por el exorcismo de Vilma fueron condenados a penas de 30 a 36 años de carcel.

El presidente de las Asambleas de Dios en Nicaragua, Rafael Arista, deslindó a su organización del hecho. “No tenemos iglesia organizada en ese lugar (por El Cortezal), lo que hay es una obra incipiente integrada por laicos”, dijo al calificar el ritual como una obra satánica. “Quemar a una persona en nombre de la fe eso no es bíblico, es una barbaridad.

Una interpretación religiosa antojadiza, ignorancia y, como se enfocó desde la prensa del país, un profundo odio hacia la mujer, serían la mezcla mortal que terminó con la vida de Vilma.

La mayoría de los medios nicaraguenses se refirió a la muerte de Vilma como un femicidio, ocurrido en una sociedad machista. Sin embargo, tomaron el término feminista en un sentido muy amplio porque la ley de Nicaragua contempla como femicidio la muerte de una mujer a manos de aquél con quien ha tenido relaciones íntimas. Pero otros grupos feministas, como Católicas por el Derecho de Decidir, entienden que a Vilman la mataron por odio de género, o sea que si era un hombre el que hubiese estado poseído no lo habrían encerrado sin darle siquiera pan y agua ni mucho menos lo hubieran quemado vivo. El pastor no se hubiera sentido autorizado a maltratar así a un hombre.

 

Por Ricardo Canaletti / TN AR

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