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Dom. Nov 24th, 2024
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Biblia y Comunicación

Por Wolfgang A. Streich

Sus parábolas dramatizadas hacen de este profeta alguien muy llamativo; y que los líderes políticos y religiosos lo odien.

El que ama al Señor no lo puede callar; el que odia al Señor no lo puede callar. 

Jeremías es un libro terrible, y a veces da mucho miedo cuando se lo predica. No quiero que me entiendan mal. No estoy diciendo que no hay que predicar sobre este libro, pero no es un cuentito para niños.

Tampoco es un libro “conservador” o “tradicionalista”. Suelo escuchar a veces y me río cuando alguien predica sobre “las sendas antiguas” (6.16). Para muchos esas “sendas antiguas” se refieren a los años 1950 o 1960. No señor, no se refiere a esto.

Ahora voy a meterme en el meollo del tema comunicacional de Jeremías, y espero que nadie salga ofendido.

El pueblo de Israel se había apartado completamente del Señor, tanto en la parte espiritual, moral, económica, política, etc. Lo vemos en la constante comunicación de Jeremías frecuentemente en el libro, hablando de inmoralidades, idolatría, prostitución, maldad, mentira, engaño, injusticia, opresión al pobre, al huérfano y a la viuda, tergiversación de la Palabra de Dios, etc.

No me animo ni siquiera a relatar todo lo que estaba pasando en ese tiempo, inmediatamente anterior al exilio babilónico, ya que me da algo de naúseas. Reyes sinvergüenzas, profetas y sacerdotes mentirosos, ladrones y chantajistas, y un pueblo totalmente confundido y alejado de la voluntad del Señor.

Pondré a continuación algunos de los textos que más me llaman la atención: 

“Pero ellos no me obedecieron ni me prestaron atención, sino que siguieron los consejos de su terco y malvado corazón. Fue así como, en vez de avanzar, retrocedieron.  Desde el día en que sus antepasados salieron de Egipto hasta ahora, no he dejado de enviarles, día tras día, a mis servidores los profetas.  Con todo, no me obedecieron ni me prestaron atención, sino que se obstinaron y fueron peores que sus antepasados”. »Tú les dirás todas estas cosas, pero no te escucharán. Los llamarás, pero no te responderán”. (7. 24-27)

«Tensan su lengua como un arco; en el país prevalece la mentira, no la verdad,porque van de mal en peor, y a mí no me conocen —afirma el Señor—. Se engañan unos a otros; no se hablan con la verdadHan enseñado sus lenguas a mentir, y pecan hasta el cansancio. Su lengua es una flecha mortífera, su boca solo sabe engañar, hablan cordialmente con su amigo, mientras en su interior le tienden una trampa”. (9. 3, 5, 8)

Tremendo, ¿no? Y esto va de mal en peor en todo el libro. Para ser más ejemplificador, el profeta de Dios utiliza parábolas vivientes: El cinto podrido, los cántaros rotos, las dos canastas de higos, el yugo, el terreno y otras más.

Sus parábolas dramatizadas no solo hacen de este profeta alguien muy llamativo; sino que literalmente hacían que los líderes políticos y religiosos lo odien, con todo el corazón, a punto de torturarlo, atarlo, lastimarlo o tirarlo a un pozo lleno de lodo.

Evidentemente el mensaje de Jeremías nos les gustaba, por lo tanto contrataban a falsos profetas que contaran lindas historias que hicieran sonreír e imaginar un futuro lleno de éxito, de poder y prosperidad económica como nunca antes.

También es interesante que un rey se tome el atrevimiento de tomar un rollo con una profecía de Dios, lo corte y lo tire al fuego.

Lastimosamente toda esta perversa generación estaba definitivamente perdida y sufrieron las consecuencias. 

Aún así Jeremías habla de un remanente y una restauración de Israel. El Señor siempre cumple sus propósitos, y su propósito no es destruir a la gente, sino salvar y restaurar. Es una pena que muchos no se dan cuenta cuánto Dios nos ama.

Ahora voy a lo último. Desde hace algún tiempo me viene preocupando la “politización” de los púlpitos, con llamados sobre que “El Señor dice…” “El Señor manda…” etc.

De forma llamativa muchos de los mensajes de los falsos profetas del tiempo de Jeremías eran predicados desde el púlpito, o desde el templo, y sonaban muy bonitos. 

Dios dijo bien claro: “Yo estoy contra los profetas que sueltan la lengua y hablan por hablar —afirma el Señor—.  Yo estoy contra los profetas que cuentan sueños mentirosos, y que al contarlos hacen que mi pueblo se extravíe con sus mentiras y sus presunciones —afirma el Señor—. Yo no los he enviado ni les he dado ninguna orden. Son del todo inútiles para este pueblo —afirma el Señor” (23. 31-32).

Y, si un profeta o un sacerdote, o alguien del pueblo, dice: “Este es el mensaje del Señor”, yo castigaré a ese hombre y a su casa.  Así deberán hablarse entre amigos y hermanos: “¿Qué ha respondido el Señor?”, o “¿Qué ha dicho el Señor?” Pero no deberán mencionar más la frase “Mensaje del Señor”, porque el mensaje de cada uno será su propia palabra, ya que ustedes han distorsionado las palabras del Dios viviente, del Señor Todopoderoso, nuestro Dios. Así les dirás a los profetas: “¿Qué les ha respondido el Señor? ¿Qué les ha dicho?” Pero, si ustedes responden: “¡Mensaje del Señor!”, el Señor dice: “Por cuanto ustedes han dicho: ‘¡Mensaje del Señor!’, siendo que yo les había prohibido que pronunciaran esta frase, entonces me olvidaré de ustedes y los echaré de mi presencia, junto con la ciudad que les di a ustedes y a sus antepasados. Y los afligiré con un oprobio eterno, con una humillación eterna que jamás será olvidada”». (23: 34-40)

Deberían leer detenidamente todo el capítulo 23. Notable comunicación, ¿no? 

Les dejo una de esperanza: 

»Bendito el hombre que confía en el Señor y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto». Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo? «Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino los pensamientos, para darle a cada uno según sus acciones y según el fruto de sus obras». (17.7-10)

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