El traslado a Quito. Llegué a Quito en el año de 1992, en el mes de agosto, para hacerme cargo de la Subsecretaría de Cultura, que en ese entonces formaba parte del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. Los retos fueron grandes ya que asumía una dependencia sin mayores recursos, pero con un vasto campo de acción.
Uno de los aspectos que me motivó a aceptar el nombramiento dentro del gobierno del Presidente Sixto Durán Ballén, fue el de llegar con iniciativas culturales a los espacios de la educación formal, siendo tal vez uno de los más relevantes el de fomentar la lectura entre los niños y adolescentes.
Ya en la Subsecretaría
Para ello resucitamos una vieja revista denominada La Ollita Encantada, le dimos una nueva dinamia, con buenos ilustradores y llegamos con ella a las aulas y a las bibliotecas escolares, a niños y maestros que compartían con entusiasmo las lecturas que constaban en las publicaciones. A través del Consejo Nacional de Cultura, creamos la revista Cultura del Ecuador, de amplia difusión, encargándole el trabajo de edición al maestro Hernán Rodríguez Castelo, una de las mentes brillantes del Ecuador. Trabajamos arduamente en la propuesta, escogiendo con cuidado a los colaboradores de esta publicación que pretendía llenar el vacío dejado por una iniciativa similar del Banco Central.
El Sistema Nacional de Bibliotecas, SINAB, creado en el gobierno del Presidente León Febres Cordero, y que, a la sazón contaba con aproximadamente 300 bibliotecas, fue dinamizado, multiplicamos los espacios destinados a los libros y dotamos de más volúmenes a las bibliotecas, buscando servicios de animación a la lectura, bibliotecarios convencidos de la necesidad de aproximar a los niños y a los jóvenes a la maravilla que constituye el leer y el hábito de la lectura.
Nos sumamos con entusiasmo a las políticas emanadas por el CERLALC, Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, bajo los auspicios de la Unesco, con sede en Bogotá, apoyamos sus iniciativas y fuimos parte de múltiples reuniones conducentes a dictar políticas respecto de los libros, a estrategias lectoras, de publicaciones sobre la temática del libro y la lectura.
En el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes
Ya en funciones en el Ministerio de Educación, en el año 1994, no descuidamos el ámbito cultural y el fomento de la lectura, continuamos con las políticas trazadas desde el año anterior y fortalecimos la estructura dinámica de la Subsecretaría de Cultura.
Hay episodios que se han quedado grabados en mi mente, de aquella época de la Subsecretaría y el Ministerio, como cuando, en los recorridos por las escuelas y colegios, luego de sesiones solemnes y eventos, me gustaba recorrer las aulas y conversar sobre lecturas con los chicos, y no era raro que la visita terminara con el relato de un cuento a los más pequeños, con los poemas-cuentos de Rubén Darío, lo que significaba un alto refrescante en medio de la burocracia y de los trámites engorrosos que eran parte de mi día a día en el ejercicio de las funciones como autoridad del ramo.
Salía renovada de aquellas sesiones, un poco despeinada tal vez, luego de los abrazos de los niños, con la amplia falda con algunos de los pegotes de dulce que se me quedaban adheridos después de las demostraciones de cariño espontáneo y sincero de los chiquitos.
Hábitos lectores
Siempre he considerado que los hábitos lectores se forman en la casa y en la escuela, binomio inseparable que debe actuar en conjunto.
Leer en voz alta puede ser una buena forma de estimular y captar a los neolectores, no solo con la consabida recomendación de que se lea a los niños por parte de los adultos, lo que, por supuesto, es válido, sino también y en sentido contrario, estimular en los niños, adolescentes y jóvenes, el leer en voz alta, en familia, con lo que se mejora la dicción, se estimula la imaginación, se encuentran temas de conversación comunes entre las diversas generaciones y se aprende.
Hay iniciativas de las que participamos, pero podría hacerse mucho más si es que desde las autoridades pertinentes se crean políticas de Estado, que rebasen los gobiernos y que creen nuevas sociedades en las que leer sea un placer, una fuente de conocimientos, un desarrollo de la imaginación y una forma maravillosa de ocupar nuestro tiempo.
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