Tres chicos del pueblo de Fátima, en Portugal, Lucía dos Santos, de 10 años, y sus primos, Jacinta y Francisco Marta, de 6 y 9 respectivamente habían experimentado una presencia angelical mientras pastoreaban sus ovejas. El 13 de mayo de 1917 recibieron varios mensajes de la Virgen María, que además anticipó la pronta muerte de dos de ellos. El pedido de un milagro y la revelación que guardó la Iglesia Católica hasta el 2000.
La Iglesia Católica -como las Iglesias Orientales y algunas de la Reforma- no adoran a la Virgen María, jamás, nunca. Ni tampoco “adoran” estatuas o representaciones de ella o de los santos. Es como tener la foto de un ser querido, cuando besamos la foto de un ser querido fallecido a nadie se le ocurriría pensar que ese trozo de papel es el ser fallecido, sino que con ese beso lo recordamos y reverenciamos su memoria. Lo mismo ocurre con las imágenes de la Virgen y de los Santos. Son de estatuas sin ningún poder, pero nos recuerdan a quienes representan.
El culto católico posee una veneración especial a la madre de Jesús, la Virgen María y se denomina: “Hiperdulía”. “Hiper” es un prefijo derivado del griego ύπέρ, puede connotar un sentido de más allá de, sobre, encima de. Este término podría traducirse como la mayor predisposición a la servidumbre o máxima disposición a la sumisión, puesto que María, al ser visitada por el arcángel Gabriel para anunciarle su embarazo, respondió: “Hágase en mí según Su palabra”, esto es, la completa aceptación de la voluntad divina. El término hiperdulía sería el equivalente, en el cristianismo, a la acepción de la palabra islam para los musulmanes, es decir: sometimiento pacífico y sin reservas a la voluntad de Alá.
Hoy 13 de mayo recordamos la aparición de la Virgen María en Cova da Iría, cercano a la ciudad de Fátima, en Portugal; es decir a la Virgen de Fátima. Pero, ¿cómo considera la Iglesia Católica las apariciones? Son llamadas “Revelaciones privadas” y leemos en el catecismo de la Iglesia Católica, en su primera parte artículo 67: “A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de “mejorar” o “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia”.
Es decir que la única revelación es la Revelación definitiva de Cristo. Todas las demás apariciones o manifestaciones, sean marianas como por ejemplo: Nuestra Señora de Guadalupe, de Coromoto, de Šiluva, de Laus, de la Medalla Milagrosa, de la Salette, de Lourdes, de Pontmain, de Gietrzwald, de Knock, de Fátima, de Beauraing, de Banneux, etc., las cuales adoptaron el nombre del lugar de la aparición, el fiel católico puede dar crédito a esta aparición o no; es decir que puede creer en ella o no. Eso no es falta ni pecado, porque son manifestaciones de índole privado y no quitan nada a la manifestación pública, por el contrario ayudan a llegar por estos medios hacia la manifestación de Jesús narrada en los evangelios.
Fátima, Portugal
Según el testimonio de sus protagonistas, en el año 1916, Lucía dos Santos, de diez años, y sus primos, Jacinta y Francisco Marta, de seis y nueve años respectivamente habían experimentado en tres ocasiones distintas, durante la primavera y el verano de 1916, una presencia angelical mientras pastoreaban sus ovejas, dos veces en Loca do Cabeço, en Valinhos, y otra en el Pozo del Arneiro, en casa de Lucía, en Aljustrel. Este se presentó como el “Ángel de Portugal”. En su narración, los niños lo consideraron como una preparación para las visitas de la Virgen María que iban a tener lugar posteriormente, entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917.
El domingo 13 de mayo de 1917, los tres niños fueron a pastorear sus ovejas como de costumbre, a un lugar conocido como Cova da Iria, cerca de su pueblo de Fátima en Portugal. Cerca del mediodía, escucharon un fuerte trueno que los llenó de pavor, pero el día estaba soleado y sin una nube. Ellos intuyeron que detrás de las colinas se estaba formando una terrible tormenta, por lo tanto comenzaron a juntar a las ovejas; nuevamente otro estruendo los conmocionó, y allí sobre una pequeña encina, los niños vieron a una mujer suspendida sobre el arbusto y les recomendó que volvieran al mismo lugar durante cinco meses. Francisco podía ver a la señora pero no escuchar lo que decía. En este resumen trascribiremos el relato de los hechos:
– ¿Y qué es lo que usted quiere? -pregunta Lucía.
– Vine a pediros que vengáis aquí, seis meses seguidos, el día 13 a esta misma hora. Después diré quién soy y lo que quiero. Después volveré aquí una séptima vez.
Al llegar los niños a sus casas contaron a sus padres lo acontecido. Los padres de Lucía no le creyeron, en cambio, los padres de Jacinta y Francisco les creyeron.
El 13 de junio había como 50 personas. Ahí la señora le dice:
–¿Usted qué es lo que quiere? –nuevamente preguntará Lucía.
–Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que recéis el rosario y que aprendan a leer. Después diré lo que quiero.
(Lucía dice) –Quería pedirle que nos llevara para el Cielo.
–Sí; Jacinta y Francisco me los llevo en breve. Pero tú quedas aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y amar. Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón.
El 13 de julio, ya la muchedumbre era abrumadora, en esa aparición la Virgen les dirá:
–Quería pedirle que nos dijera quién es, y que haga un milagro para que todos crean que usted se nos aparece– dice Lucía.
–Continúen viniendo aquí todos los meses. En octubre diré quién soy, lo que quiero, y haré un milagro que todos podrán ver, para creer.
Será durante esta aparición que la Virgen le conferirá a los niños el llamado “secreto de Fátima”, dado a conocer por la Santa Sede durante el pontificado de Juan Pablo II.
En cada mes la cantidad de gente era cada vez mayor, y el día tan esperado, el 13 de octubre de 1917, con cerca de 50.000 personas, fue la última aparición de la señora en Fátima, y allí dijo:
– ¿Qué es lo que usted quiere?
– Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor, que soy la Señora del Rosario, que continúen siempre rezando el Rosario todos los días. La guerra va a acabar y los militares volverán en breve para sus casas.
– Yo tenía muchas cosas para pedirle: si curaba a unos enfermos y si convertía a unos pecadores, etc.
– A unos sí, a otros no. Es necesario que se enmienden, que pidan perdón por sus pecados.
Y tomando un aspecto más triste:
– ¡No ofendan más a Nuestro Señor que ya está muy ofendido!”
Y, abriendo las manos, las hizo reflejar en el Sol. Y mientras se elevaba, continuaba el reflejo de su propia luz proyectando en el Sol.
En esta última aparición fue el momento del denominado “Milagro del Sol” el cual ocurrió ante 50.000 personas que vieron al sol «danzar» o «zigzaguear», girar hacia la Tierra o emitir luz multicolor y colores radiantes. Según los informes, estos supuestos eventos habrían durado unos diez minutos. Reporteros seculares, funcionarios gubernamentales y escépticos pudieron constatar el fenómeno. Ese día había llovido torrencialmente sobre la Cova da Iría y al acabar el evento todo estaba perfectamente seco. El papa Pío XII había sido testigo del milagro del sol desde los jardines vaticanos.
Luego del Milagro del Sol y siguiendo una cronología de los hechos, el 28 de abril de 1919 se inicia la construcción de la capilla de las apariciones; el 13 de octubre de 1921, se permite por primera vez celebrar la Santa Misa.
Francisco y Jacinta Marta cayeron enfermos en diciembre de 1918. Francisco no se recuperó y murió el 4 de abril de 1919. Jacinta mejoró algo su salud, pero al poco tiempo sufrió una pleuritis purulenta y fue internada en el hospital de Vila Nova de Ourém en el verano de 1919. Trasladada a Lisboa, murió el 20 de febrero de 1920.
Lucia dos Santos vivió hasta los 97 años. Falleció el 13 de febrero de 2005. Ella ingresó en el colegio de las hermanas doroteas en Vilar, cerca de Oporto y profesó como religiosa dorotea en Tuy (Pontevedra), donde vivió algunos años donde también se le apareció la Virgen en 1925. En 1946 regresó a Portugal y, dos años después, entró en el Carmelo de Santa Teresa en Coímbra, donde profesó sus votos como carmelita descalza el 31 de mayo de 1949. Fue en este convento donde escribió dos volúmenes con sus Memorias y los Llamamientos del Mensaje de Fátima y en él falleció. Su nombre de religión era: Hermana María Lucía de Jesús y del Inmaculado Corazón.
13 de octubre de 1930, el obispo de Leiría declara dignas de fe las apariciones y autoriza el culto de Nuestra Señora de Fátima.
Francisco y Jacinta Marta serán beatificados por Juan Pablo II en el año el 13 de mayo del año 2000 y canonizados el 13 de mayo del 2017 por el papa Francisco.
Los Secretos de Fátima
Sobre los famosos secretos corrieron miles de ríos de tinta en su momento y actualmente siguen corriendo por la red miles de bytes. Sobre todo el Tercer secreto. Dos de los secretos se revelaron en 1941, en un documento escrito por la Hna. Lucía, mientras que para el tercero el obispo de Leiría le ordenó a Lucía que lo pusiera en escrito para presentarlo al Papa. El texto del tercer secreto fue revelado por el papa Juan Pablo II, el 26 de junio del 2000.
El primer secreto: una visión del Infierno
“Hundidos en este fuego todos los demonios y almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas con forma humana, que flotaban en el incendio llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo, cayendo para todos los lados, semejantes al caer de las chispas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación, que horrorizaba y hacía temblar de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes y negros”.
El Segundo secreto: cómo salvar a los pecadores del infierno y orar por la conversión de Rusia y el anuncio de una nueva guerra
“Si hicieran lo que digo, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar, pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando vean una noche alumbrada por una luz desconocida, sepan que es la gran señal que les da Dios de que él va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, el hambre y las persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, y a la comunión reparadora en los primeros sábados. Si atendieran a mis pedidos, Rusia se convertirá y tendrán paz. Si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia, los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas, por fin mi Corazón Inmaculado triunfará”.
El famoso tercer secreto
Este fue revelado durante la ceremonia de beatificación de los videntes Francisco y Jacinta. La hna. Lucía estaba todavía viva y participó de la ceremonia; el papa Juan Pablo II anunció por medio de su secretario de Estado, el cardenal Ángelo Sodano, que había decidido hacer público el texto del tercer secreto. Unos pocos meses más tarde, el texto fue dado a conocer por la Santa Sede, junto con un análisis del significado del texto. Dice:
“Y vimos en una luz inmensa, que es Dios, algo semejante a como se ven las personas en el espejo, cuando delante pasó un obispo vestido de blanco. Tuvimos el presentimiento de que era el Santo Padre. Vimos varios otros obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una escabrosa montaña, encima de la cual estaba una gran cruz, de tronco tosco, como si fuera de alcornoque como la corteza. El Santo Padre, antes de llegar allí, atravesó una gran ciudad, media en ruinas y medio trémulo, con andar vacilante, apesadumbrado de dolor y pena. Iba orando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino. Llegando a la cima del monte, postrado, de rodillas a los pies de la cruz, fue muerto por un grupo de soldados que le disparaban varios tiros y flechas, y así mismo fueron muriendo unos tras otros los obispos, los sacerdotes, religiosos, religiosas y varias personas seglares. Caballeros y señoras de varias clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la cruz estaban dos ángeles. Cada uno con una jarra de cristal en las manos, recogiendo en ellos la sangre de los mártires y con ellos irrigando a las almas que se aproximaban a Dios”.
Y el cardenal Joseph Ratzinger (luego papa Benedicto XVI) escribió lo siguiente: “No se revela ningún gran misterio; no se ha corrido el velo del futuro. Vemos a la Iglesia de los mártires del siglo apenas transcurrido representada mediante una escena descrita con un lenguaje simbólico difícil de descifrar”.
Gran desilusión para los conspiranoicos y otros augures de lo que decía el “terrible y apocalíptico” tercer secreto: no hablaba de una invasión de marcianos, ni el fin del mundo, ni de una catástrofe de zombis atragantándose con cerebros.
Por consiguiente y de acuerdo a este relato de los acontecimientos acaecidos en Cova da Iría-Fátima, todo queda a la fe del creyente. Para quien cree, todo es posible; para quien no cree, todo es imposible.
Los relatos y los diálogos incluidos en esta nota están narrados por la Hna. Lucía en: “Memorias da Irmã Lucia I. 14. ª ed. Fátima: Secretariado dos Pastorinhos, 2010, p. 172-173 (IV Memoria); a secção entre parênteses retos pertence ao interrogatório do pároco aos videntes, em 27 de maio de 1917, em Documentação Crítica de Fátima”.
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