Tras una revisión, científicos de Canadá identificaron al ejercicio físico como una herramienta ante la posible recaída. Cuáles fueron las actividades más recomendadas
El trastorno por uso de sustancias (SUD) es un problema mundial con más de 500.000 muertes por año, que además afecta negativamente a varios aspectos de la salud física y mental directamente (intoxicación, sobredosis y uso indebido) y a largo plazo (cáncer, enfermedades cardíacas, asma, depresión, trastorno de ansiedad, etc.).
Los tratamientos (desintoxicación, entornos residenciales y ambulatorios) tienen una adherencia deficiente y una tasa importante de recaída (50%). Por lo tanto, encontrar nuevas formas de mejorar el tratamiento es un objetivo principal para los científicos. Una revisión, que fue publicada en la revista PLOS ONE, evaluó la literatura existente sobre la actividad física y su relación con el consumo de sustancias, y encontraron que el ejercicio regular se asocia con un menor consumo en aproximadamente el 75% de los estudios que investigaban esa cuestión
El equipo de científicos de la Universidad de Quebec destacó en esta primera revisión que el ejercicio podría convertirse en una de las posibles herramientas concebidas para las personas durante un tratamiento para el trastorno por uso de sustancias, cualquiera éstas sean.
Para advertir esta situación, se analizaron 43 estudios con más de 3000 participantes en total. Además de una reducción o cese en el uso de sustancias, también encontraron mejores marcadores de salud física y una disminución de los síntomas depresivos.
La gente piensa que durante el tratamiento solo deben hacer terapias psicoterapéuticas, pero eso no es lo que hemos visto en nuestro estudio. Es muy beneficioso hacer actividad física además de los tratamientos.
Andar para mejorar
La forma de actividad física más estudiada fue correr. Otros investigadores han analizado el yoga, el ciclismo, el entrenamiento de fuerza, caminar u otras formas de movimiento. La frecuencia más común de actividad física fue de tres sesiones de aproximadamente una hora cada semana.
Actualmente no existe un consenso científico sobre cómo la actividad física podría ayudar a combatir la adicción. Podría ser, por ejemplo, que ayude a calmar la sensación de antojo que se siente cuando el consumo disminuye o se detiene. Las personas que tienen un problema de adicción, rara vez solo tienen uno. A menudo viene con un trastorno psiquiátrico, por lo que ayudar a esta otra dolencia podría afectar la salud mental general de la persona.
También es posible que la adopción de un primer buen hábito de vida ―la actividad física― tenga un efecto dominó en la realidad de los participantes y los anime a realizar otros cambios beneficiosos.
Rara vez me he topado con personas que no quisieran hacer ninguna. Están en tratamiento y alojamiento, están ahí 24/7, entonces tienen tiempo. También están realmente allí para curarse a sí mismos; para mejorar, por lo que están abiertos a cualquier cosa que pueda ayudarlos.
El mayor temor de los pacientes, al final de su tratamiento, es volver a caer en el consumo una vez que regresan a casa. Pero aquellos que aprovecharon la oportunidad de aprender sobre la actividad física están felices de salir con una boya a la que aferrarse cuando sea necesario.
Me dicen tengo un hábito que voy a poder hacer, que voy a poder usar en lugar de ir a consumir o cuando tenga ganas de consumir, realmente tendré una herramienta que puedo usar. Aún así, pese a estos datos, aunque es posible comparar los tratamientos, se deben considerar las diferencias culturales y personales de cada paciente.
También formaron parte del trabajo Catalina Daneau, Chantal Plourde, Stephanie Girard y Ahmed Jérôme Romain.
* Florence Piché, autora principal del estudio y estudiante de doctorado e investigadora de la Universidad de Montreal en Canadá.
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