Imagen Presidencia de Colombia
Tengo más de 20 años de haber sido parlamentario. Hubiera querido, en mi Congreso, un aplauso así de prolongado, cuando me retiré de allí.
Yo vengo del país de la belleza. Recorriendo el mundo. Ese es el epíteto que le podría dar a mi propio país.
He intentado encontrar las raíces de lo que somos nosotros: el país de la belleza y de la sangre; hay una pasión allí que tiene que venir de algún lado. La he buscado en Europa. Poco he encontrado la pasión en Europa, excepto aquí, en España. Creo que ese rasgo, esa marca que todos los latinoamericanos tenemos, que tiene que ver con la pasión, proviene de aquí.
Quizás no de nuestro mundo indígena ancestral, que es una de nuestras raíces. Quizás no en el mundo africano, negro, y profundo. Quizás de sus tambores no vengan, que es otra de nuestras raíces. Quizás del mundo romano, que a través de España se nos introdujo en nuestras venas.
La pasión es parte de nuestro quehacer diario; alumbra de alguna manera poco racional, quizás en ese mundo del inconsciente, nuestro diario vivir, nuestra forma de entender la política nos ha llevado a cosas sublimes, a revoluciones, indudablemente.
Nos ha llevado a terribles momentos en donde nos autodestruimos, donde quisiéramos deshacernos como humanidad en medio de fases terribles de la historia.
Quizás en España es donde se encuentra eso. De niño conocí España, sin venir aquí. En el Quijote, como casi todo latinoamericano. El Quijote me enseñó el individuo que podía caminar, que podía andar los caminos encima de un caballo, deshaciéndo entuertos.
De alguna manera, ahí aprendimos que alguna función que teníamos era el caminar para construir justicia. Un caminar eterno que acompañaba la vida de manera permanente. Nos decían locos a veces, muchos epítetos hemos recibido simplemente por cabalgar tratando de encontrar la justicia, el amor. No se puede desligar la búsqueda de la justicia con la búsqueda del amor. Lo racional del pensamiento político está ligado al sentimiento; no se puede desligar un sentimiento que le inculca la pasión a la justicia.
En el Quijote se encuentra, a veces soñaba con un ejército de Quijotes buscando la justicia del mundo. Miles y miles de Quijotes era lo que en la mente de un adolescente se empezaba a construir y marcó mi existencia, porque de alguna manera me convertí en un Quijote. No cabalgaba. Colombia es difícil de cabalgar.
Hay zonas para ello. Los llaneros de (Simón) Bolívar eran grandes jinetes que buscaban libertad. Nosotros realmente caminábamos arriba, abajo, en las altas montañas, tratando también de encontrar la justicia, de encontrar el amor, de cambiar el mundo.
Los Quijotes nos enseñaron esa manera de hacer la política. Está escrita ahí en la historia del mundo. Es un legado Latinoamericano en el pasado reciente, en un mundo ya contemporáneo que se puede entender o no se puede entender, se entiende más y se percibe como la búsqueda eterna del amor y de la libertad que está en cualquier ser humano.
Después conocí a España en los libros, a través de las palabras, las letras, los símbolos, la historia. Tampoco había venido aquí, tuve ganas de conocer los rincones que me mostraban los libros, que me hablaban de un español que quería construir un mundo nuevo, que quería detener fascismos, que quería soñar, que nos hacía soñar a nosotros, los latinoamericanos.
En cierta forma concebimos nuevas banderas libertarias, no solo en aquel Bolívar guerrero, rebelde, sino también en aquellos españoles posteriores, que quizás sin quererlo habría que mirar una investigación para encontrar si las viejas ideas de los guerreros latinoamericanos que construían repúblicas, con el perdón de ustedes, podía estar también en la sangre y en la mente de aquellos españoles que levantaban banderas libertarias.
Yo estuve al lado de esos españoles, de esas españolas. Algunos de sus hijos y de sus hijas nos acompañaron en nuestra primera juventud, incluso caminando las montañas, como si allá en el país de la belleza, la bandera perdida, la bandera derrotada, la bandera que corría al exilio, podía encontrarse de nuevo con dignidad alzada en nuestras altas montañas, en nuestros mundos del cóndor, en nuestros vientos que también sonaban a libertad.
Así conocí a España sin venir aquí. Forjó en parte el comienzo de mi lucha y la de muchos jóvenes latinoamericanos de aquella generación, de aquella época. No creo que se haya perdido por completo. Ha quedado escrita en la historia de aquí y de allá.
Aún un joven latinoamericano está casi en todas las banderas de quienes protestan en cualquier rincón del mundo, de quienes quieren justicia en cualquier rincón del mundo. Ese mundo nuestro está vivo. Tan vivo que soy el único presidente que ha llegado a ser de esa generación.
Obviamente, desató la discusión. Obviamente, en mí se centra el ataque de quienes no quieren los cambios, de quienes creen que el mundo está bien así, Y en mí también se concentran las esperanzas y me da temor no poderlas cumplir.
Voces en mano cuando veo en las calles las grandes manifestaciones, cuando encuentro a mi gente en las esquinas, aquí no más en Madrid, por montones, mujeres llorando, mujeres esperanzadas en que yo pueda cambiar el rumbo de mi país. Temores de no poderlo hacer, creo que eso llega a cualquier dirigente político, el temor de no cumplir con lo que la historia demanda de él.
Aquí estoy, entonces, venido del país de la belleza y de su historia, de sus sangres. No hablar simplemente del futuro, no hablar simplemente del pasado. Quizás uno y otro están ligados ahora en este tipo de espacios al cual he pertenecido durante dos décadas y más allá como parlamentario, que conozco más o menos su manera de ser, sus discursos, sus lógicas, sus ritos.
Se parece un congreso, a los congresos del mundo, no hay muchas diferencias, representar una nación en toda su diversidad, saber que no hay un pensamiento único, que el pensamiento corre a través de los conflictos, de las maneras de entender diferentes, que quizás una de las mayores riquezas de la humanidad que se ha tratado de extinguir una y otra vez es la riqueza de la diversidad misma, de la diferencia que tanto nos aporta, una manera de entender diferente, una historia diferente, una especie de filón de la vida que se diferencia unos de otros, esa es la riqueza de la humanidad, filones de vida que se van encontrando, que se rechazan a veces y que se encuentran a veces.
La vida es un virus. Ojalá en el futuro los seres humanos seamos portadores de ese virus entre los planetas para expandirlo, quizás esa sea nuestra misión, pero hoy tenemos una, salvar la humanidad.
Hoy estamos en un momento diferente, hoy quizás el sueño nos lleva a una situación concreta, el mundo que vivimos, la humanidad que existe está en peligro. A eso vine, ustedes van a dirigir Europa, nosotros vamos a encontrarnos con ustedes en una cumbre.
Ustedes van a dirigir Europa y nosotros nos vamos a encontrar con ustedes en la CELAC – Unión Europea, ¿qué vamos a decir ahí? ¿hacia dónde llevamos esas reuniones para mantener las cosas como están, para sentar unas bases diferentes? Yo creo que el mundo reclama, por lo menos de nuestro lado, unas bases diferentes, estamos en los tiempos de la crisis climática, como dice la ciencia y todo progresismo tiene que basarse en la ciencia, no dejar la pasión, pero basarse en la ciencia es el faro que nos puede alumbrar, no hay otro.
La ciencia es lo que nos puede conducir a un mejor camino, la política que se basa en la ciencia es la que se llama progresista, puede equivocarse o no, pero mientras nos aferramos a los faros, mientras hagamos caso de sus llamados podremos concretar un mejor futuro para la humanidad.
La ciencia dice que estamos a punto, estamos en el comienzo de los tiempos de la extinción, ningún ser humano diferente a nosotros en el pasado vivido algo que se puede llamar los tiempos de la extinción, no es el apocalipsis que algún poeta escribió, el libro que yo leía en la cárcel, me encantaba, por eso ahora me dicen apocalíptico, pero me parece un libro pasional en la biblia, el último.
Ese libro se escribió sin saber realmente nuestra realidad de hoy, pero se parecen, nuestra realidad de hoy es apocalíptica, no lo dice el hombre de la biblia, lo dice la ciencia. La ciencia nos está diciendo que comenzamos los tiempos de la extinción, un momento de crisis profunda, de cambio de paradigmas, de cambio de ideas en las que nos hemos aferrado sin conocer la realidad, de cambios de culturas, de cambios de maneras de ser cotidianas, de cambios de producción y de futuro, de cambios de modos de producir, decía el economista del siglo XIX al cuál se le ha censurado en casi todas las facultades de economía política clásica, que nos trataba de mostrar cuáles eran las leyes científicas del proceso económico en la historia.
Pues hoy estamos ad portas de extinguirnos o de cambiar. En mi campaña política en Colombia puse la palabra ‘Cambio’ como el eje central de mi imagen, pero no pensando –simplemente- en cómo coincidir con una manera de pensar mayoritaria, como lo hacen los publicistas en toda campaña, sino tratando de mostrar una realidad: o cambiamos o nos extinguimos.
Ya no hay tiempo para más. Ya no es propiamente un debate político como en el tango, sino de conservar las cosas o cambiarlas. Tiene que ver con una orden que la ciencia nos da porque ha encontrado los elementos que efectivamente nos están llevando en el corto plazo a la extinción.
La crisis climática es eso. Podemos creer o no creer, como si se tratara de una religión, pero no es religión, es ciencia. Podemos mirar hacia otro lado o hacer como el avestruz y lo único que lograremos es que esos días estarán más cerca sin que hayamos hecho nada para evitarlo.
La política del avestruz no nos lleva sino a acelerar los tiempos de la extinción. Y entonces ¿qué hacer? ¿Qué caminos tomar? ¿cómo construir políticas públicas, no solamente locales o nacionales sino universales? ¿cómo coordinarse de tal manera para que podamos ser efectivos? ¿cómo nos coordinamos con la humanidad de África o de Asia o de Norteamérica o de la diversidad europea o de Latinoamérica?
Nos toca. El mundo de un encuentro ahora es indispensable. Ya no podemos ser guetos ni mentales, ni culturales ni étnicos. Es la diversidad humana lo que hay que mover para encontrar los puntos y las políticas públicas que permitan que la humanidad siga existiendo y que la vida siga existiendo en este planeta. Ojalá en algún tiempo la humanidad irradie esa vida como un virus. El virus de la vida, y del universo.
Pero hoy nos tocó a nosotros tomar las decisiones para que la vida pueda existir en este planeta. Y eso demanda de unas políticas, una actitud en los líderes y las lideresas. Es sobre nosotros en donde recae la mayor responsabilidad. Tenemos que conducir a los pueblos hacia unos mundos no conocidos, hacia una realidad que no se palpa, hacia unos cambios y una transformación de la humanidad. A ese cambio le pueden poner los nombres que quieran, los apellidos, pero es ‘cambio’, no existe otra posibilidad.
Y me parece pertinente el encuentro entre ustedes y nosotros, que se presentará estos meses: ustedes por dirigir ahora a Europa y nosotros porque somos de Latinoamérica. Ese encuentro allá, en esas cumbres, tiene que irradiar no solamente este mensaje sino políticas concretas para encontrarnos.
Los científicos y los ingenieros, la tecnología nos muestran nuevos caminos. Que no son energías sucias ni fósiles, que son energías limpias. Que no es abrir un hueco para sacar el petróleo y el gas, sino aprovechar el viento, el sol, el agua, como decían nuestros indígenas.
Un nuevo encuentro con el pasado, ellos lo decían: y si es el viento, el sol y el agua lo que podamos encontrar a través de ellos, vía la ciencia y la tecnología ¿ese será un simple cambio tecnológico? Tan fácil de hacer como cambiar una máquina por otra, un celular por otro, un televisor por otro.
Algo a lo que estamos acostumbrados como sociedad del consumo o traerá un cambio en las relaciones sociales de producción que implica un cambio en las relaciones entre los seres humanos.
¿Cómo irá la democracia allí? La democracia herida, la democracia atacada, un proyecto democrático que no puede estar estático en unas instituciones clásicas a través del pensamiento liberal, sino que tiene que fluir, tiene que ser más profunda, más viva, un fluir democrático que al profundizar hace que cualquier ser humano tiene que ser libre y expresarse en libertad.
Esa democracia en movimiento, yo le llamo democracia en multicolor, tiene que tener un brillo diferente en esta época para que pueda encabezar la lucha política de la humanidad por un mundo que no nos extinga, que no acabe con la vida.
No es un cambio tecnológico solamente, es un cambio profundamente político. El tiempo de los cambios ha llegado. La política mundial o la política local va siempre a atravesar un filtro, cada vez de manera más intensa, más profunda. El filtro de la crisis climática, los éxodos de población, las políticas que migan esos éxodos, sea para trancarlos, creyendo que se pueden trancar, el agua entre los dedos, sea para entenderlos.
Los tiempos de las guerras que estamos viviendo, los tiempos del hambre que, de nuevo, crecen en la humanidad. Los tiempos de la enfermedad que acabamos de sentir, yo tuve que vivirla amargamente en Italia y vi morir hombres ancianos frente a mí en los hospitales públicos de Italia. Cada uno tiene una historia aquí, pero esos tipos de la enfermedad no son por el azar, no es porque: “de malas, nos tocó vivirlos”.
Enfermedad, hambre, guerra, crisis económica están ligados, tienen que ver con lo mismo. Son los tiempos de la crisis climática y tienen que ver con el comienzo de los tiempos de la extinción.
Los ricos que se reunieron en Davos, Suiza. Me invitaron a esa reunión, nunca había ido. Un pueblo pequeño, casi una aldea, que recibe a un club de adinerados del mundo, que les gusta mirarse allí en esos salones.
Encontrarse con una especie de gueto con una clase y entenderse así, tenían un punto central de discusión, que ya no era el privilegio, era lo que ellos llamaron la ‘policrisis’ y definieron la ‘policrisis’ como hambre, como enfermedad, como estancamiento económico, como crisis climática.
Los más ricos y nosotros estamos de acuerdo. Estamos viviendo una policrisis, solo que esa crisis tiene una marca que se llama muerte. Homicidio. Tenemos que actuar. Y mi mensaje aquí, en esta tribuna, no es solo recordar el pasado, las marcas de la historia, que son muchas entre nosotros, sino que es también recordar el futuro, en cierta forma, lo que nos demandan los actuales tiempos, el tiempo contemporáneo.
Los hombres y las mujeres del hoy, que hemos decidido ser políticos, esa palabra, ’política’, hoy tiene que ver con la vida. La política hoy tiene que ver con el cambio. Política hoy tiene que ver con los tiempos en donde la humanidad no se dejó autodestruir y puso sobre la mesa del planeta unos nuevos criterios de existencia.
Desde el país de la belleza, ahora le decimos, en este Gobierno, la potencia mundial de la vida. No es posible ser potencia mundial de la vida, si toda la humanidad no lo intenta, así que una España potencia mundial de la vida, dirigiendo a Europa, con nuestra ayuda, sí, con nuestro apoyo, claro, en una nueva hermandad, que no recuerda el pasado sino una nueva existencia, ser hermanos, ser hermanas para construir en el planeta tierra una potencia mundial de la vida.
Gracias, muy amables.
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