“No pensamos que estuviera ocurriendo una masacre. Vemos esto en el extranjero y nunca pensamos que podría suceder aquí”, dijo la docente que ocultó a decenas de niños y evitó una tragedia aún mayor.
Enviaron a su hijo de 7 años a la guardería el miércoles y se sumergieron en la peor pesadilla de cualquier padre.
Un hombre con un hacha saltó un muro e irrumpió en la guardería en el sur de Brasil, matando a la pequeña Larissa Maia Toldo y a otros tres niños. El jueves, los padres de Larissa se tomaron de las manos sobre su ataúd cubierto de blanco, decorado con algunos ramos de flores, mientras preparaban el entierro de tres de las cuatro víctimas.
Los padres, junto con otros dolientes en el cementerio de São José, cerca de Blumenau, no pudieron hablar con la prensa porque lloraban. Todo Brasil buscaba respuestas ante la indescriptible violencia ejercida contra los más inocentes.
Las cuatro víctimas eran hijos únicos, sin hermanos, informó el alcalde Mário Hildebrandt a los periodistas. Se canceló una celebración de Semana Santa dirigida a los niños.
Los dolientes tenían que conducir o subir una escalera empinada hasta el lugar del entierro en una habitación privada o en el cementerio. Una mujer de mediana edad decidió detenerse junto a una tumba tradicional en el camino y lloró por uno de los niños, cuyo ataúd estaba siendo llevado por una camioneta negra a unos metros de distancia. “Mi sobrino. Mi sobrino, mi sobrino”, gritó.
Decenas de dolientes se reunieron en la guardería de Blumenau para rezar, depositar flores para las víctimas, de 5 a 7 años, y llorar. Al menos otros cuatro niños resultaron heridos en el ataque, el segundo en una escuela la última semana.
Carlos Kroetz y otros padres llegaron para recoger las mochilas de sus hijos que se quedaron en la guardería debido al caos del miércoles por la mañana.
“Mi hija cree que un ladrón entró y se escapó sin dañar a nadie”, comentó Kroetz a The Associated Press mientras sostenía la bolsa de su hija de 6 años, con una figura de Minnie Mouse. “Ella conocía a niños que murieron. Todavía tenemos que encontrar la forma de decírselo. Por ahora, tiene miedo de ir sola al baño porque cree que el ladrón estará allí”.
Franciele Chequeto afirmó que una de las niñas asesinadas era amiga de su hijo Gabriel, de 7 años. “Él no está entendiendo”, dijo Chequeto. “Me senté y le dije que ya no podrá ver a algunos de sus amiguitos”.
Una vigilia fuera de la escuela el miércoles por la noche terminó cuando los padres soltaron al aire cuatro globos blancos.
Los ataques a escuelas en Brasil han ocurrido con una frecuencia cada vez mayor en los últimos años.
El ministro de Justicia, Flávio Dino, se reunió con representantes de las asociaciones estudiantiles y luego dijo a los periodistas en Brasilia que destinaría 150 millones de reales (30 millones de dólares) del fondo de seguridad pública de la nación para reforzar la seguridad escolar. Indicó que el dinero pagará tanto por una mayor vigilancia policial como por la expansión de un equipo con sede en Brasilia para monitorear las comunidades de la web profunda, lugares en internet donde se pueden glorificar el discurso de odio y la violencia.
El ministro de Educación, Camilo Santana, anunció la creación de un grupo para abordar la violencia escolar. Santana encabezará el grupo, que tenía previsto reunirse por primera vez el jueves.
“No hay palabras para consolar a las familias. Cualquiera que haya perdido a un familiar sabe que no hay palabras”, declaró el miércoles el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, con los ojos llorosos, al comienzo de una reunión ministerial. Sus ministros observaron un minuto de silencio.
Desde 2000 hasta 2022, hubo 16 ataques o episodios violentos en escuelas de Brasil, según un informe de investigadores dirigidos por Daniel Cara, profesor de Educación de la Universidad de Sao Paulo.
La semana pasada, un estudiante en San Pablo apuñaló fatalmente a una maestra e hirió a varias personas más. En otro ataque a una guardería, también en el estado de Santa Catarina, el agresor usó una daga para matar a tres niños menores de 2 años y dos adultos en mayo de 2021.
A menudo, los asesinos son jóvenes que se involucran en un discurso misógino o racista, emplean símbolos neonazis y fascistas e ingresan a comunidades en línea donde se alaba la violencia, aseguró Cara a The Associated Press.
Los jóvenes que sufren encuentran refugio en estas comunidades en línea, según Cleo García, miembro del grupo de investigación GEPEM que investiga el acoso y la violencia en las escuelas. “En Estados Unidos esto ya se considera una epidemia y esperamos que aquí no llegue a ese punto”, añadió García.
Simone Aparecida Camargo, una maestra de la guardería atacada el miércoles, dijo a la AP que cree que el acceso irrestricto a los teléfonos e internet es el culpable, y expresó que se sentía escéptica ante la presión de las autoridades para aumentar el número y la frecuencia de las patrullas alrededor de las escuelas.
“¿Cuánto tiempo podemos tener policías cerca de las escuelas? ¿Una semana? Necesitan mirar más profundo”, expresó.
Camargo encerró a decenas de niños en un baño después de escuchar a un colega gritar sobre un hombre que había irrumpido en la guardería, lo que podría evitar una tragedia aún mayor.
“No pensamos que estuviera ocurriendo una masacre”, agregó Camargo, quien ha trabajado en la guardería durante cinco años. “Vemos esto en el extranjero y nunca pensamos que podría suceder aquí”.
Por Mauricio Savarese y Laís Martins (AP)
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