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Vie. Nov 22nd, 2024
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Lula da Silva (Reuters)

Los casi cien días del nuevo gobierno del PT se han caracterizado por todo tipo de incertidumbres y no han servido para abordar una realidad que parece cada día más compleja.

La leve neumonía que obligó al presidente Luiz Inácio Lula da Silva a aplazar su esperado viaje a China hasta una fecha posterior, probablemente en mayo, llegó en el momento justo. Le impidió hacerse una foto embarazosa mientras estrechaba la mano de su homólogo Xi Jinping en una de las fases más críticas del conflicto entre Rusia y Ucrania, una foto que probablemente le habría sido reprochada durante meses por Estados Unidos. Pero, sobre todo, le permitió apaciguar el frente caliente interno.

Primero fue la polémica por sus precipitadas declaraciones sobre el ex juez de Lava Lato Sergio Moro, ahora senador. Lula calificó de “invención” del propio Moro la noticia del intento de complot para asesinarlo por parte del principal grupo criminal de Brasil, el Primer Comando de la Capital (PCC). Luego hubo un enfrentamiento muy serio en el Congreso en torno a la votación de las medidas provisionales que pasarán a ser definitivas, medidas que son la base de las promesas electorales de Lula, es decir, el subsidio a los pobres (Bolsa Familia) y una reducción parcial de impuestos sobre la gasolina. En resumen, la semana que está a punto de comenzar promete ser caliente para el presidente. Muchos analistas creen que está en juego el futuro mismo de su gobierno, que después de tres meses parece sin un rumbo económico claro.

La incertidumbre económica, de hecho, ha sido el gran fantasma que se ha cernido sobre los acontecimientos de la semana que acaba de terminar, y mientras no se aborde con claridad la cuestión seguirá siendo la mayor amenaza para el gobierno de Lula en las próximas semanas y meses. El pasado miércoles, de hecho, el Comité de Política Monetaria (Copom) del Banco Central, dirigido por Roberto Campos Neto, volvió a confirmar la tasa Selic en el 13,75%, insinuando incluso un posible nuevo aumento “en caso de que el proceso de disminución de la inflación no se produzca como se espera”. Todo esto a pesar de las fuertes presiones de Lula, de su Partido de los Trabajadores (PT) y de los sindicatos, que incluso salieron a la calle a protestar, quemando la imagen del presidente del Banco Central. Para Lula, “no hay explicación para ningún ser humano en mantener este valor para la tasa Selic”. Incluso el ministro de Economía, Fernando Haddad, calificó la decisión de “muy preocupante”, mientras que el ministro de la Casa Civil, Rui Costa, habló de “insensibilidad hacia la población”. Para el diputado José Guimarães, del PT, líder del gobierno de Lula en la Cámara, “es una bofetada. Basta ya. ¿Alguien quiere ser más importante que el rey? La autoridad monetaria no es más importante que Brasil y que el presidente de la República. El país no se merece esto y mucho menos Haddad.”

La autonomía del Banco Central brasileño lograda en 2021 ha sido cuestionada por Lula en las últimas semanas a pesar de que Campos Neto ha sido elogiado en el extranjero por su habilidad para gestionar la inflación en Brasil, que hasta ahora no ha experimentado los picos de Europa y Estados Unidos. El riesgo ahora es que, si los ataques contra él se agravan, Campos Neto pueda dimitir. Incluso los nombres revelados por la prensa brasileña como posibles directores de la política monetaria del Banco Central que serán nombrados por Lula en los próximos días han suscitado cierta perplejidad. Entre los que figuran en la lista está Igor Rocha, actual economista jefe de la Federación de Industrias Estatales, FIESP. Con un máster por la Universidad de Campinas Unicamp, de la que proceden varios economistas vinculados al PT como Aloizio Mercadante, actual presidente del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y Guilherme Melo, ha sido calificado por el sitio de noticias G1 de Globo como un “heterodoxo”.

(Reuters)
(Reuters)

En esta caza de brujas contra el Banco Central, columnistas como Celso Ming en el diario Estado de São Paulo señalan que “desde tiempos inmemoriales siempre ha sido más fácil encontrar un culpable que una solución. Y para Lula ahora el chivo expiatorio es Campos Neto. En ningún momento Lula admitió que la elección de un ancla fiscal serio podría cambiar las reglas del juego”. En definitiva, el texto de la nueva reforma fiscal entregado hace quince días por el ministro de Economía, Fernando Haddad, a Lula, que luego lo anunciaría públicamente con posibles cambios a su regreso de China, es el verdadero enigma que paraliza incluso las previsiones del Banco Central. A pesar de que el presidente de la Cámara, Arthur Lira, es el principal aliado de Haddad en el Parlamento, el ministro de Economía tiene que contar con el fuego amigo del PT.

En particular, como explica el sitio brasileño de noticias O Bastidor, el “enemigo no tan oculto” de Haddad parece ser ahora el ministro Rui Costa. Él es el gran opositor, a pesar de las sonrisas y apretones de manos ante las cámaras, de la nueva reforma fiscal concebida por Haddad y su juicio corre ahora el riesgo de pesar sobre el de Lula, que desempeña el papel de Rey Salomón en esta historia. Costa reprocha al texto presentado por el ministro de Economía que ponga unos límites en dos áreas, la sanidad y la educación. Según O Bastidor, detrás de este contraste se esconde la ambición de los dos de concurrir a las presidenciales de 2026. Sin embargo, para los observadores externos, si no se aprueba una reforma fiscal creíble y las cuentas públicas no se mantienen bajo control en los próximos meses, se corre el riesgo de crear una bomba social.

70,1 millones de brasileños, recordemos, están en mora con bancos, tarjetas de crédito, comercios y proveedores de servicios. Según datos de Serasa, la empresa privada especializada en crédito más importante de Brasil, las deudas ascenderían a 323.300 millones de reales, unos 62.000 millones de dólares. Una cifra enorme que en un posible escenario de inflación creciente podría desencadenar las revueltas sociales que el país ya vivió entre 2013 y 2016 durante la recesión económica del gobierno de Dilma Rousseff, que luego acabó con un impeachment. Y si la nueva norma fiscal es preocupante, no lo es menos la reforma tributaria que abandera el nuevo gobierno. “Un IVA del 25% como el que se está discutiendo es insostenible para el sector alimentario”, advirtió João Galassi, presidente de la Asociación de Supermercados, según el cual los alimentos podrían sufrir una subida de precios muy fuerte.

Una vista del Palacio del Planalto junto al Congreso Nacional en Brasilia (REUTERS/Adriano Machado)
Una vista del Palacio del Planalto junto al Congreso Nacional en Brasilia (REUTERS/Adriano Machado)

En resumen, para gran parte de la prensa brasileña, los casi cien días del nuevo gobierno se han caracterizado por todo tipo de incertidumbres y no han servido para abordar una realidad que, desde el punto de vista económico, parece cada día más compleja, cuando no difícil. La semana pasada, la ministra de Planificación, Simone Tebet, desmintió la previsión de déficit del Ministerio de Economía para 2023 de 107.600 millones de reales, unos 20.400 millones de dólares, afirmando que debería situarse en torno a los 120.000 millones de reales (22.870 millones de dólares), ya que también debe incluirse el aumento del salario mínimo de 1302 a 1.320 reales (de 248 a 251 dólares) a partir de mayo, mientras que el Producto Interior Bruto (PIB) parece encaminarse hacia el estancamiento. La expectativa es que crezca un 1,6% y no un 2,1% como se preveía en noviembre de 2022, además de la inflación, que por tercer año consecutivo superará el objetivo fijado, y según las últimas previsiones divulgadas el 13 de marzo por el Banco Central, se situará en el 5,96% en 2023.

Todo ello sin considerar el posible impacto negativo de una nueva regla fiscal incapaz de controlar los gastos. El Congreso votó a finales de diciembre la Propuesta de Enmienda Constitucional (PEC), que prevé una ampliación de los gastos en 169.100 millones de reales, unos 32.230 millones de dólares. Lula parece no darse cuenta de que el escenario internacional también ha cambiado desde sus dos primeros mandatos (2003-2010). El conflicto en Ucrania, la crisis de las materias primas y la crisis bancaria en Estados Unidos y Europa debilitan a Brasil desde una perspectiva internacional. Por lo tanto, esta semana puede ser decisiva para que el gobierno desvele finalmente sus cartas en materia económica. No hay tiempo que perder. En la última semana, una encuesta de Genial Quaest reveló que los mensajes a favor de Lula en las principales plataformas sociales han caído en picado, hasta menos del 20%, mientras que al comienzo de su mandato el porcentaje era del 53%. Incluso el escritor brasileño Paulo Coelho, que lo había apoyado en la campaña electoral, armó ayer un revuelo al escribir en sus redes sociales que lamentaba porque el nuevo mandato de Lula “es patético”.

infobae.com


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