Es un desastre ecológico en pleno desierto de Atacama. Son montones de ropa usada que están en las arenas calientes y que están causando un fuerte impacto ambiental. El negocio de ropa usada en el norte de Chile es dominado por grupos bolivianos y parte de ese comercio es seleccionar las mejores vestimentas para que lleguen al país. Lo que no sirve o no es de agrado lo desechan.
En la comuna de Alto Hospicio, muy cerca de la ciudad de Iquique, existe mucha molestia porque los restos de la ropa usada se convirtieron en un dolor de cabeza. Son montones y montones de vestimentas usadas que llenan el desierto de Atacama y que con el paso de tiempo se convierten en materia que afecta el medioambiente. En Iquique este medio logró verificar que los grupos de bolivianos son los que dominan el negocio de la ropa usada, un comercio que compite con el de los automóviles indocumentados.
El puerto de Iquique recibe un aproximado de 51.000 toneladas de ropa usada al año. De esa cifra, un 20% va a parar al desierto de Atacama como basura. En ese lugar se pueden encontrar prendas de todo tipo y para toda edad. Hay rotas, algunas con desperfectos y otras que no sirven para vestirse. Hay también zapatos en buen estado y otros totalmente rotos. También se ven carteras, mochilas y hasta billeteras. Todo está en montones y a la espera de que alguien seleccione lo que sirve o simplemente puede ser quemado.
En ese punto se vio a migrantes venezolanos que recogen lo que sirve, pero muchas veces fueron encontrados por autoridades policiales y luego fueron deportados.
El delegado presidencial de la región de Tarapacá, Daniel Quinteros, afirmó a EL DEBER que el tema de botaderos de ropa usada en la comuna de Alto Hospicio daña al medio ambiente y que se está trabajando en una norma para tratar de frenar ese fenómeno.
“Es un tema que nos preocupa, incluso fue preocupación a nivel internacional. En este tema de la ropa usada que termina en vertederos ilegales tenemos una mesa de trabajo que ve solo este punto y hemos hecho una serie de fiscalizaciones para poder contener de alguna manera esta situación (…) La ropa usada que no puede ser utilizada de ninguna manera debe tener un control, tanto en la entrada y mejorar la normativa para generar mayores barreras de ingreso de productos que no serán utilizados en el mercado nacional y que terminan en la basura”, adelantó Quinteros.
Clasifican la ropa en diferentes niveles
La ropa usada que llega al puerto de Iquique es clasificada por diferentes niveles. La primera es la que más atrae a las bandas bolivianas y que son enviadas al país de inmediato. Algo similar pasa con la de segunda y tercera, pero ya son ofertadas a menor costo. Sin embargo, hay otras selecciones que no son tomadas en cuenta y son estas prendas las que van a los vertederos ilegales.
Así el desierto de Atacama se convierte en una especie de armario de prendas deseadas, de tallas diferentes y de marcas soñadas. Es un enorme basurero clandestino de ropa que se compra, viste y tira en Estados Unidos, Europa y Asia. Son coloridas colinas que se alzan en el desolado paisaje.
El consumo desmedido y fugaz de ropa, con cadenas capaces de sacar más de 50 temporadas de nuevos productos por año, ha hecho crecer de manera exponencial los desechos textiles en el mundo, que tardan unos 200 años en desintegrarse.
A Iquique llega ropa fabricada en China o Bangladesh y que fue comprada en Berlín o Los Ángeles antes de ser desechada. Al menos 25.000 toneladas terminan como basura escondida en el desierto adentro en la zona de Alto Hospicio, en el norte de Chile, uno de los destinos finales de ropa “de segunda mano” o de temporadas pasadas de cadenas de moda rápida.
Chile es el primer importador de ropa usada en América Latina. Desde hace cerca de 40 años existe un comercio sólido de “ropa americana” en tiendas a lo largo del país, que se abastecen de fardos comprados por zona franca provenientes de Estados Unidos, Canadá, Europa y Asia.
En ese negocio ingresó hace años la mano boliviana. Hay bandas que negocian con estas prendas, pero que también desechan en las arenas de Atacama.
Alicia (nombre ficticio) espera su carga en la zona franca de Iquique. Ella dice que no puede abrir los “fardos” (bolsas plásticas grandes) para seleccionar lo que llegó. “Es a la suerte. A veces viene buena ropa, pero a veces hay ropa que ya no se puede vender y eso se bota arriba”, dijo Alicia. La comerciante boliviana se refiere al desierto de Atacama.
Ella explicó que en los contenedores ya llega la ropa usada seleccionada y por tipos de prendas. En algunos “fardos” hay chamarras, en otros poleras o camisas, en otros zapatillas, por ejemplo. De esos “fardos” hay las que pasan una tercera selección.
Esa ropa es revisada delicadamente para ver lo que sirve, pero la mayoría va a parar a las montañas de arena de Alto Hospicio.
“Incluso en la ropa de primera hay prendas que no sirven, vienen bien rotas y no tienen arreglo. A veces para nuestro uso puede ser, pero la mayoría se bota”, añadió Alicia, quien ratificó que la mayoría de los comerciantes de ropa usada en Iquique son bolivianos.
Otro vendedor -también boliviano- relató que existen “otras personas” que llevan esa ropa al desierto. No dijo si son bolivianos, pero ratificó que esas prendas van a parar al vertedero ilegal luego de que los comerciantes nacionales seleccionan lo mejor. “Nosotros agarramos lo que nos sirve y se puede vender allá (en Bolivia). Esta chamarra (muestra una prenda) está buena, se la puede vender. Si no estuviera bien se nomás a la basura”, dijo.
Reportes sobre la industria textil han expuesto el alto costo de la moda rápida, con trabajadores subpagados, denuncias de empleo infantil y condiciones deplorables para producir en serie. A ello hoy se suman cifras devastadoras sobre su impacto ambiental, comparable al de la industria petrolera.
La propia Organización de Naciones Unidas (ONU) señala que la moda es el segundo sector más contaminante del mundo. Concretamente, sus emisiones de carbono equivalen a las de todos los vuelos y transportes marítimos internacionales combinados.
La organización Greenpeace apunta que el consumo de moda crecerá un 63% de aquí a 2030, movido sobre todo por el modelo “fast fashion” o moda rápida basado en el constante lanzamiento de nuevas colecciones o cápsulas a precios bajos.
El Deber
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