El escritor e historiador británico es uno de los más respetados biógrafos de Jorge Bergoglio. Dialogó con Infobae sobre las reformas realizadas en estos 10 años de pontificado, la resistencia de los sectores conservadores y las acusaciones de populismo.
El periodista, escritor e historiador británico Austen Ivereigh (Guildford,1966) es uno de los mayores expertos sobre el papa Francisco.
Autor de una fundamental biografía sobre Jorge Bergoglio (El Gran Reformador, 2015) y de un profundo análisis del pontificado (Pastor Herido, 2019), Ivereigh cree que Francisco logró una transformación sin precedentes de la institución eclesial, con cambios que llegaron para quedarse.
“La conversión de la Iglesia ha sido la esencia de su pontificado”, dice a Infobae desde la Universidad de Oxford, donde se desempeña como profesor de Historia Contemporánea de la Iglesia.
La palabra clave, que vuelve una y otra vez a lo largo de la conversación, es “sinodalidad”: el proceso de consulta impulsado por Francisco para hacer la Iglesia más inclusiva, participativa y receptiva a los problemas del mundo real. “Se trata de pasar de una Iglesia autorreferencial, incapaz de evangelizar, a una que saliera a las periferias a conectarse con las personas concretas”, explica.
—¿Por qué definió a Francisco como un “Pastor herido”?
—Cuando escribí el libro, en 2019, la Iglesia transitaba por un año muy difícil. La crisis del abuso sexual del clero estaba al centro de las noticias. Fue un annus horribilis para la Iglesia y para el papa. Sin embargo, Francisco estaba aprovechando esa crisis para definir mejor el camino de conversión y de purificación de la Iglesia. Empezaba a mirar y atender a las heridas. Las heridas del mundo, de las víctimas y de una Iglesia que había fracasado.
—¿Cómo fue esta transformación?
—Francisco invitó a la Iglesia a abrirse a la gracia de la conversión. La conversión de la Iglesia ha sido la esencia de su pontificado. Pasar de una Iglesia autorreferencial, incapaz de evangelizar, a una que saliera a las periferias a conectarse con las personas concretas. Ese camino de conversión requiere la humillación, que para Francisco es una gracia porque conduce a la humildad.
—¿Cuál diría que fue la reforma más importante realizada en estos 10 años de pontificado?
—La principal reforma ha sido el cambio en la cultura interna de la Iglesia. Esto se hizo a través de la sinodalidad. Hubo una apertura en dos sentidos: por un lado buscó volver a poner el Espíritu Santo como agente principal de la Iglesia. Y por otro, buscó reconectar la institución con el pueblo fiel para realizar una Iglesia del pueblo de Dios, tal como se definió en el Concilio Vaticano II.
—¿En que fase se encuentra ahora el proceso de reforma?
—Me parece que es “misión cumplida”. El rostro público de la Iglesia es muy distinto al de hace diez años. Es casi otra Iglesia. Me acuerdo de la Iglesia de 2012: los escándalos, la corrupción, la autorreferencialidad, el moralismo. Hubo un problema en la autoridad de la Iglesia misma. En este sentido, la reforma de la autoridad y del gobierno de la Iglesia que ha llevado a cabo el papa ha sido muy eficaz. No lo digo yo: son los obispos que van a Roma quienes dicen que la Curia romana ya no les habla como si fueran monaguillos. Ya no hay una barrera entre ellos y el papa. El papa con su forma de actuar ha abierto los canales de comunicación. En esto el éxito ha sido muy grande.
—¿Qué tarea diría que queda pendiente?
—La recepción de ese cambio de cultura a nivel local de las parroquias. Por lo menos en el hemisferio norte la reforma de Francisco se ha quedado a medio camino. También seguro le queda pendiente una visita a Rusia y a China.
—Algunos críticos ven la apertura impulsada por Francisco como una debilidad. ¿Por qué?
—Es el problema de la corporativización de la Iglesia. Cuando la Iglesia se vuelve una especie de corporación, obsesionada con su propio éxito, con su propia imagen. Todo lo que sugiere debilidad es rechazado. Sin embargo, para el papa la humildad ha sido la gracia principal que ha ofrecido Dios a la Iglesia en este tiempo. Para él, en un mundo dominado por el abuso del poder, es cada vez más importante que la Iglesia predique y enseñe desde una postura de humildad por su propia credibilidad.
—Las reformas también causaron una gran resistencia en algunos sectores conservadores.
—Las resistencias son una prueba de la eficacia de la reforma, en el sentido de que hay personas que se sienten muy amenazas por el pontificado. Amenazadas porque temen que van a perder algo.
—¿Quiénes son?
—Gente como el cardenal [Gerhard Ludwig] Müller o el ahora difunto cardenal [George] Pell contestan la autoridad del papa. En el fondo están diciendo: ‘Él no tiene derecho a gobernar la Iglesia, somos nosotros los que deberíamos estar a cargo’. Es lo mismo que ocurrió con Jesús y los fariseos. También está la resistencia de los llamados “guerreros culturales”, que se posicionan en contra de todo lo que representa la modernidad liberal. Lamentan que el papa haya buscado una iglesia de diálogo, de fraternidad. Piensan que la Iglesia debe ser una especie de refugio contra los males de la modernidad.
—¿Cuán influyentes son los sectores opositores?
—Son grupos minoritarios. Se trata de ciertas élites. En los Estados Unidos proliferan porque siempre va a haber algún millonario que les pueda financiar un sitio web. Sin embargo, cuando voy a las parroquias de Estados Unidos están todos con él, con el papa.
—A Francisco también se lo ha acusado de “populista”.
—La acusación de los sectores liberales o neoliberales a Francisco siempre ha sido que es populista. Por otro lado, la crítica de los populistas es que es globalista y liberal. Esas críticas revelan mucho sobre las posturas de los que hacen las críticas y dicen muy poco sobre la postura de Francisco. Que no es liberal ni populista. De hecho, este papa ha hecho la crítica para mí más interesante y sofisticada del populismo que ha hecho casi cualquier persona en el mundo, que es la encíclica Fratelli Tutti. Allí él critica la forma en que el populismo instrumentaliza el pueblo, porque es una política siempre para y en nombre del pueblo, pero nunca con el pueblo. Y políticamente me parece que lo que ha hecho Francisco han sido dos pasos muy interesantes, novedosos en términos del pontificado. Que ha sido abrazar los movimientos de los sectores populares.
—¿Cuál es la relación del papa con los movimientos populares?
—En en el libro Soñemos juntos [un libro-entrevista de Ivereigh a Francisco], el papa dice claramente que quiere que toda diócesis tenga una relación con ese tipo de movimientos. Su mirada es que hay un despertar desde el pueblo. El pueblo está empezando a asumir la responsabilidad del futuro, porque se ha dado cuenta que no se puede dejar todo en las manos de las élites. Que la democracia liberal, tecnocrática, es incapaz de responder a sus exigencias. En 2014, en su discurso a los movimientos populares, Francisco habló de un movimiento que desborda los límites formales de la democracia, con la participación de la gente en las decisiones que los afectan. Y es algo que está fomentando a nivel general pero también dentro de la Iglesia. En el Sínodo sobre la Sinodalidad, el pueblo fiel no fue consultado por la jerarquía, sino que se le pidió de reunirse, de hacer asambleas presenciales, en las parroquias, en todo el mundo. Una cosa increíble, espectacular. No sabemos cuántos participaron, pero son números sin precedentes. Esa confianza en el pueblo ha sido el gran aporte de este papa. Reconectar la institución con la fe del pueblo sencillo.
—Dos temas centrales, desde el inicio del Pontificado, fueron la ecología integral y la “cultura del descarte”. ¿Qué novedad representan?
—El gran despertar del papa fue la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y El Caribe de 2007 en Aparecida. Él mismo ha descrito como fue “radicalizado”, por así decir. Se despertó su conciencia al darse cuenta del impacto que había tenido la globalización sobre el medio ambiente, no sólo natural, sino también humano. De la destrucción de la comunidad y de la cultura, a raíz del extractivismo. Entonces cayó en la cuenta de que el grito de la tierra y el grito de los pobres era básicamente el mismo grito. Ahí desarrolló su narrativa muy importante sobre la cultura del descarte y la importancia de la ecología integral. En ese sentido, creo que la encíclica de 2015 Laudato Si’: Sobre el Cuidado de la Casa Común fue el avance o la enseñanza social católica más importante y más profunda desde la primera gran encíclica social de Leon XIII Rerum novarum en 1891. Fue un cambio de paradigma y uno de los momentos fundamentales de este pontificado.
—¿Cómo emerge la figura de Francisco en el contexto internacional actual, frente a temas como la guerra en Ucrania, la crisis climática, las crecientes desigualdades?
—No puedo pensar en ninguna otra figura a escala mundial que tenga la autoridad moral y la presencia que tiene él en todas estas cuestiones. El hecho de que a mucha gente le preocupe tanto su postura, por ejemplo sobre Ucrania, es en sí mismo una muestra del significado de esa presencia. Claro, por supuesto ha sido muy criticado. Aún así, todas las encuestas y sondeos muestran que el pueblo, no sólo el pueblo fiel católico, sino también el pueblo en general, lo ven como figura de alta autoridad moral en este momento.
—¿Qué papel juega América Latina en la visión del papa?
—El papa ha evangelizado la Iglesia global desde América Latina. Él lo define “el vientito del sur”. Viajó por casi toda la región y esos viajes han sido entre los más importantes que ha hecho. Los mensajes que ha lanzado desde allí han sido de suma importancia. Porque la Iglesia latinoamericana ya tiene esas características que tanto faltan a la Iglesia del hemisferio norte.
—Sin embargo, en la región los católicos disminuyen y crecen los cultos evangélicos. ¿Cómo se está abordando este desafío?
—Con respecto al crecimiento de los evangélicos y los pentecostales, el camino de Francisco ha sido un camino de diálogo y de trabajo conjunto, algo que Bergoglio ya había hecho en Buenos Aires. De todos los papas, diría que es el primer papa que ha construido puentes con el mundo pentecostal y evangélico. Antes de Francisco, al Vaticano no le interesaba mucho ese diálogo, en parte por la fragmentación de esas iglesias, que no tenían autoridades centrales.
—¿Cómo interpreta el hecho de que Francisco siga sin viajar a Argentina?
—Me han dado muchas explicaciones a lo largo de este pontificado. Pero no me atrevo a decir cuál es la razón principal. Recientemente dijo que no descarta viajar, que sigue siendo posible. Él siempre dice que para viajar las necesidades pastorales de los países son lo más importante. Y la iglesia argentina está en una posición muy saludable comparada con muchas otras iglesias. Pero no sé si esa es toda la verdad.
—¿Cree que, llegado el momento, Francisco tomará la misma decisión de Benedicto XVI?
—El siempre ha dicho que la decisión de Benedicto ha cambiado al papado, en el sentido de que cada papa tiene ahora la posibilidad de renunciar si siente que no puede más físicamente. Sin embargo, también dijo que para él la misión del papa es ad vitam. Y lo toma en serio. Porque el hecho que el cargo sea de por vida sirve para dar estabilidad y evitar la politiquería que puede debilitar la institución. Él ve la renuncia como una puerta que siempre puede abrir, pero no veo que tenga intención de abrirla, por lo menos por el momento.
—Francisco nombró a la mayoría de los integrantes actuales del Colegio Cardenalicio. ¿Fueron nombramientos pensados para que del próximo Cónclave salga un papa que continúe y consolide la visión de Francisco?
—Los nombramientos no tienen la intención de hacer un Colegio Cardenalicio a imagen y semejanza del papa. Francisco no busca que haya otro papa como él. No obstante, los nombramientos sí han obedecido una lógica de asegurar que en el próximo Cónclave haya un auténtico discernimiento de las necesidades del mundo y de las necesidades de la iglesia. Y que en ese discernimiento se incluya la voz de las periferias. Lo original y lo peculiar de los nombramientos de Francisco es que incluyó figuras de los márgenes de la Iglesia, de lugares donde hay una población muy baja de católicos o mucha tensión interreligiosa, donde hay mucho sufrimiento. Y hay otro elemento importante: el próximo Cónclave, cuando sea, ocurrirá con el Sínodo sobre la Sinodadlidad como tela de fondo. Por primera vez en la historia los cardenales se reunirán en el Cónclave habiendo discutido mucho de lo que el Espíritu le está diciendo a la Iglesia a través de esta asamblea sin precedentes del pueblo de dios global. Esto tendrá que influenciar la elección de una forma positiva.
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