Sobrino de Francis Ford Coppola, cambió su nombre para evitar el nepotismo y debutó como protagonista con sólo 18 años. Su madre esquizofrénica, su romántico matrimonio con Patricia Arquette, su historia con Lisa Marie Presley y la razón por la que llegó a protagonizar 30 películas por año.
La pregunta sobre Nicolas Cage se repite hace décadas: ¿Es un actor fuera de serie, el merecedor del Oscar por Adiós a las Vegas (1998) y de varias nominaciones por El ladrón de Orquídeas (2002), Hechizo de Luna (1987) y Mandy (2018); o el que sobreactúa los mismos personajes chatos de las 30 películas de acción de clase B que llegó a hacer en promedio cada año?
En 2021, el hijo renegado del clan Coppola –que aunque debutó trabajando con su tío Francis Ford, nunca quiso cargar con el apellido familiar para evitar que lo acusaran de nepotismo- volvió a demostrar en Pig que es capaz de todo. Incluso de volver creíble su amor visceral por una chancha buscadora de trufas en una de esas historias mínimas que encierran mucho más de lo que parecen contar.
Dicen que él mismo es así: como ese chef excéntrico del film de Michael Sarnoski, Cage es capaz de hablar de cosas aparentemente triviales con el sentido con el que otros hablan del cosmos, escribe Gabriela Paiella, la periodista que lo entrevistó hace unos meses para GQ en el rancho de las afueras de Las Vegas donde convive con un mapache, un cuervo parlante y, hasta hace poco tiempo –cuando las autoridades lo obligaron a devolverla a un zoológico–, con una serpiente de dos cabezas. Una analogía que también recuerda sus propias interpretaciones, y ese doble papel que ya hizo en El ladrón de Orquídeas (como el guionista Charlie Kauffman y su hermano imaginario) y en Contracara (donde encarna a un terrorista y al agente que se cambia la cara para perseguirlo). Aunque está claro que con 30 películas por año, casi todo en su vida puede ser analogía de su filmografía.
En esa nota, Cage fue claro sobre el motivo por el que trabaja en tantos proyectos tan dispares a la vez: necesita la plata. Nacido en una cuna de oro hollywoodense el 7 de enero de 1964 en California como el tercer hijo del profesor de Literatura August Coppola y la bailarina y coreógrafa Joy Vogelsang, Nicolas Kim Coppola es sobrino directo de Francis Ford y primo de Sofia, Roman y Gian-Carlo, así como de los actores y productores Robert y Jason Schwartzman Coppola, hijos de su tía Talia Shire. Entre sus memorias de infancia todavía recuerda cuando jugaba con sus primos en el set de El Padrino.
Pero la verdad es que la cuna estaba en otra parte. Ser parte del clan no necesariamente era vivir en la riqueza, y a él le tocó ser hijo del hermano docente –el hombre más culto que conoció, dice– y de una madre creativa y bella, pero esquizofrénica, que pasó casi toda su vida entrando y saliendo de clínicas psiquiátricas. Una memoria más triste sobre su niñez tiene que ver con eso, con ella: “A veces pasaba años afuera, y me la pasaba yendo a visitarla. Había que atravesar ese pasillo hacia el mundo de los locos”, contó hace años a The New York Times.Cuando sus padres se separaron, Nick, de 12 años, se quedó viviendo solo con sus hermanos y su padre en un departamento modesto. La fortuna era cosa de su tío, que ya filmaba con Brando, Pacino y De Niro. Cuando iba de visita o de vacaciones al opulento rancho del director en Napa Valley, se sentía Heathcliff, el huérfano hosco de Cumbres Borrascosas. “Tal vez estaba fascinado con el estilo de vida de mi tío. Mi padre tenía un sueldo de maestro. Yo salía de nuestra casita de Long Beach, que de todos modos era linda, y de pronto estaba en la casa de mi tío. No sabía cuánto costaban todas esas cosas. Sólo sabía cuánto me gustaban”.
Aunque estudiaba en la secundaria de Beverly Hills, ya era un Outsider. Pero si bien participó del casting para actuar en ese clásico de su tío, en efecto el nepotismo no funcionó: perdió la prueba frente a Matt Dillon. Un golpe bajo para un chico que había crecido queriendo ser el James Dean de Rebelde sin causa (1955) y Al Este del Edén (1956): “Nada, ni la música clásica ni el rock me afectaron como ver a Dean. Me voló la cabeza. Dije, ‘Esto es lo que quiero hacer’”.
Ya había elegido el apellido Cage en honor al superhéroe de Marvel Luke Cage y al compositor John Cage cuando comenzó a actuar en pequeños papeles en las producciones de Coppola y de otros directores. Hasta que finalmente su tío lo eligió para coprotagonizar Rumble Fish (1983), también junto a Dillon. Tenía 18 años y una carrera promisoria. El golpe de suerte le llegó con Birdy (1984), de Alan Parker. Aunque no fue un éxito de taquilla, por esa película la crítica comenzó a ver que era algo más que el sobrino pobre de Coppola. “Cage capta con empatía la frustración de su personaje y hace milagros”, dijo entonces The New York Times. Tal vez era su propia frustración lo que estaba en juego, pero con apenas 19 años había llegado.
Siguieron los éxitos, como Peggy Sue Got Married (1986), junto a Kathleen Turner, también producida y dirigida por el tío Francis. Y luego Educando a Arizona (1987), de los hermanos Coen. Pero el éxito absoluto –e inesperado– llegó de la mano de Hechizo de Luna (1987), un drama romántico junto a Cher que le valió una nominación a los Golden Globe como Mejor Actor y el elogio unánime de la prensa especializada.
Nunca le gustó la comodidad: su rol siguiente fue en la comedia negra Vampire’s Kiss (1988) en la que se enamora de una vampiresa. Nada de quedarse encasillado en el papel del amante apasionado de Hechizo de Luna. Para entonces, ya había ganado suficiente dinero para comprarle a su padre una casa nueva y pagar las cuentas de las internaciones de su madre. También había conocido a la actriz Christina Fulton, con quien tuvo a su hijo mayor, Weston Coppola.
Muy poco antes había conocido a Patricia Arquette en un famoso bar de Los Ángeles. Ella tenía 19 años y él le dijo que estaba decidido a ser su marido. Como ella respondía con evasivas, Cage le dijo que hiciera una lista de las cosas que tenía que conseguir para demostrarle que valía la pena como candidato. Arquette le pidió regalos que parecían imposibles, incluyendo un libro autografiado por J.D. Salinger, una orquídea negra (que no existe), un traje de novia de la tribu Lisu y una estatua de la mascota de la cadena de restaurantes Big Boy.
“Uno por uno, los regalos empezaron a llegar a casa”, confió años después Arquette sobre los objetos de la lista. Hasta que, en lugar de la orquídea negra, Cage le llevó una púrpura y un aerosol de pintura negra para que la pintaran juntos. Era obvio que esos hijos problemáticos de dinastías de Hollywood estaban destinados a enamorarse. Cage dice que estaba listo para robarse el muñeco gigante de la cadena Big Boy cuando ella finalmente aceptó, no casarse, pero sí fugarse con él.
El plan era llegar a Cuba, pero tuvieron un problema con los pasajes y quedaron varados en el aeropuerto. Cage tuvo entonces uno de los típicos ataques de furia de sus personajes cinematográficos. Asustada, Arquette lo dejó y regresó a Los Ángeles por su cuenta.
Pero en 1995 volvieron a encontrarse en el mismo bar. El amor entre ellos estaba intacto. Y esta vez, ella opuso menos resistencia: se casaron en un acantilado de Carmel, California, a sólo dos semanas del reencuentro. Los únicos testigos fueron el juez, dos policías y un par de curiosos. Se dice que se separaron apenas nueve meses después y que pasaron años llenando los papeles de divorcio.
Pero la propia Arquette lo desmintió: “A veces dejábamos de vivir juntos porque peleábamos, pero nunca sentimos que había que explicarlo. También pasé un tiempo cuidando a mi madre cuando se estaba muriendo, en el 97. A veces él estaba filmando afuera. Era cosa nuestra. Todavía pienso que no hay nada que explicarle a nadie. Es gracioso que la gente se equivoque tanto y te ponga en lugares tan distintos de lo que sos y lo que te pasa”, dijo Arquette al Telegraph en 2015.
Poco después del divorcio, en 2001, Cage comenzó a salir con otra hija problemática, nada menos que de su ídolo, Elvis Presley, en quien una década antes se había inspirado para protagonizar Wild at Heart (1990), de David Lynch. “Ella nació con la presión de un nombre extremadamente famoso. Yo era un actor joven en Hollywood bajo el nombre Coppola y tratando de lidiar con esa presión. Había una lógica, un sentido”, le confió en una vieja entrevista a la desaparecida presentadora Barbara Walters.
Se casaron en agosto de 2002 en Hawai, también en una ceremonia íntima y secreta. Pero se separaron 107 días después y el divorcio se selló en 2004. Ese año actuó en la taquillera National Treasure, la segunda película de más recaudación en toda su carrera, y al siguiente en la maravillosa The Weather Man, que pese al boom de crítica, tuvo muy baja audiencia. Esa fórmula comenzó a volverse una constante en su carrera: oscilar entre superproducciones sin demasiado esfuerzo actoral y películas independientes en las que podía lucir todo su color.
Martin Scorsese, que lo dirigió en Vidas al límite (1999) junto a Patricia Arquette, dice que hay algo en su cara que lo hace tan distinto como difícil: “Hay un conflicto espiritual entre los ojos de Nick y sus cejas gruesas –le dijo a GQ–. Es visible, es abierto, y se traduce en una sensación general de incomodidad. El conflicto es una pregunta interna y recurrente: ‘¿Podrá ser redimido? ¿Estoy haciendo lo suficiente?
Puede decirse que Cage buscó esa redención de muchas formas, la mayoría incomprensibles para los mortales promedio. En 2004 volvió a casarse con Alice Kim con quien tuvo a su segundo hijo, al que bautizó con el nombre de Superman, Kal-El. Fue, hasta hoy, su matrimonio más duradero: se separaron en 2016.
En cambio, con Erika Koike tuvo su incursión más breve: se casaron en Las Vegas en marzo de 2019 y pidieron la anulación cuatro días después. Según TMZ, fue un típico matrimonio intoxicado, de los tan comunes en la ciudad del pecado. Por entonces le hicieron fotos en la calle, borracho, sucio y aparentemente fuera de sí. Otra vez la realidad imitaba a sus mejores personajes. Ya era un caso de estudio cómo había pasado sin solución de continuidad de ser una de las estrellas mejor pagas por los estudios y un número puesto en las grandes producciones, a filmar en serie películas para videos, televisión y plataformas.
En febrero de 2021 Cage se casó con Riko Shibata, con quien acaba de tener a su primera hija, August Francesca, un nombre que eligió en honor a su padre, de cuya muerte nunca se repuso.
En la entrevista de hace unos meses con GQ, el actor habló sobre sus problemas financieros: se gastó una fortuna estimada en US$150 millones y le debe otros tantos al fisco, y aunque le recomendaron declararse en bancarrota, decidió salir de manera épica, como en el cine, por él y por sus hijos. Esa manera es, además de haber vendido varias de sus propiedades, hacer cada papel que le ofrecen, no decir que no a nada, ni siquiera a los proyectos que cualquier estrella de su talla rechazaría. “Tengo todos estos acreedores y al fisco en la nuca, y gasto US$20.000 para tratar de mantener a mi madre fuera de una institución mental. Y me pasó todo junto, así que tuve que hacer todo junto”, confió. Dijo, de todos modos, que si bien tuvo que actuar en muchas películas malas (fue varias veces nominado a los premios Razzie como Peor Actor, incluso por más de un film en el mismo año), nunca interpretó un rol en el que no creyera.
Tal vez la mejor manera de condensar su esencia sea en la voz de ese chef roto que lo devolvió a la senda del prestigio en Pig: “A nadie le importas, ni a los comensales, ni a los críticos. No son reales, los clientes no son reales, esto no es real. Porque vos no sos real”. Basta con cambiar comensales por público para entender una de las carreras –y tal vez una de las vidas– más prolíficas y eclécticas de Hollywood.
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