Lula encontrará un Brasil más desarrollado y menos desigual que el que asumió en 2003, en su primer mandato presidencial.
En medio de tantos problemas nacionales graves de la actualidad, se abre un hueco para el resurgimiento de la tendencia al “complejo de chucho”, la famosa imagen acuñada por el escritor Nelson Rodrigues para traducir un sentimiento atávico de fracaso.
En otras palabras, Brasil, alguna vez tan prometedor, se consolida año tras año como un proyecto de nación que no funcionó. Ese pesimismo, sin embargo, es algo exagerado. Basta con mirar el retrato de lo que era el país hace unas décadas.
El artículo de portada de este número, que comienza en la página 22, muestra cómo Luiz Inácio Lula da Silva encontrará un Brasil más desarrollado y menos desigual que el que asumió en 2003, en su primer mandato presidencial.
Es innegable que los gobiernos del PT hicieron una importante contribución a estos avances, especialmente con políticas consistentes en el área social. A pesar de ello, aún persisten problemas históricos en sectores como el de la seguridad y han aparecido en el horizonte algunas dificultades nuevas.
Parte de esto es resultado de la herencia negativa heredada de la administración de Jair Bolsonaro, que promovió retrocesos en salud, educación y medio ambiente. Otro factor de complicación es el escenario internacional, mucho más convulso ante la guerra en Ucrania, las incertidumbres en Estados Unidos y las convulsiones económicas en China. Para enfrentar este nuevo escenario, el presidente electo traza el giro más radical en las transiciones de gobierno desde la redemocratización.
Será muy diferente a lo que sucedió en 2003, cuando el PT no solo recibió la banda presidencial de la FHC en una transición civilizada, sino que continuó con iniciativas innovadoras y positivas de la administración del PSDB, como la responsabilidad fiscal.
El próximo pase de testigo, sin embargo, es aprensivo en algunos aspectos. Si por un lado es necesario el giro en algunos sectores, como en la reconstrucción de zonas saboteadas por la mala gestión y el proselitismo ideológico, en otros, este vuelco es sumamente preocupante.
En la economía, en particular, los primeros indicios del futuro gobierno muestran una tendencia a tomar la dirección equivocada, con el abandono de las privatizaciones, la reforma administrativa y el equilibrio fiscal.
Se espera que el camino del sentido común prevalezca a partir del 1 de enero en la delicada ecuación de promover la reanudación de las apuestas exitosas del pasado (obviamente, esto no incluye los escándalos de corrupción que marcaron los gobiernos del PT y la economía de derrocamiento producida por la administración de Dilma Rousseff), sin perder de vista las necesidades del presente y las prioridades del futuro.
Lula, que salió de la cárcel y volvió al ruedo en medio de un gran vuelco, sabe que tiene por delante el mayor desafío de su carrera política en los próximos cuatro años. Espero que elijas el camino correcto.
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