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El presidente electo de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva (AP/Eraldo Peres)

Al menos 30 líderes de la región estarán presente el 1 de enero en Brasilia, donde el líder izquierdista dará un pantallazo de su postura multipolar.

La ceremonia de investidura del Presidente electo Luiz Inácio Lula da Silva, el 1 de enero, será una vitrina de la política exterior de su gobierno. Al menos unos 30 presidentes y jefes de gobierno ya han confirmado su presencia – casi el doble de los presentes en la ceremonia de investidura de Jair Messias Bolsonaro en 2018. Se trata de un aumento que, según la prensa brasileña, simboliza la reapertura de Brasil al mundo tras la era Bolsonaro, más pro-Trump y centrada en cuestiones internas. Por parte de América Latina, asistirán los presidentes de Argentina, Chile, Colombia, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Surinam y Costa Rica, que representan el retorno del protagonismo brasileño en la región. El rey Felipe VI de España también estará presente. El presidente francés, Emmanuel Macron, no participará, pero anunció una visita oficial a Brasil a principios del próximo año.

El gran ausente será en cambio Nicolás Maduro, a pesar de que Lula ha hecho todo lo posible por tener al dictador en Brasilia. El gobierno actual, al igual que otros países del mundo, incluidos Estados Unidos y la Unión Europea, no lo reconocen como jefe de Estado. Además, un documento oficial interministerial de 2019 prohíbe su entrada en Brasil, así como la de sus familiares y de sus altos cargos por ser una amenaza para “la democracia, la dignidad de la persona humana y la prevalencia de los derechos humanos”.

En representación del Presidente Joe Biden aterrizará en Brasilia una delegación encabezada por la Secretaria del Departamento del Interior Deb Haaland acompañada por el Director de Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional, Juan González, y el Encargado de Negocios de la Embajada de Estados Unidos en Brasilia, Douglas Koneff. Pero la acogedora explanada de Brasilia también abrirá sus puertas a la Rusia de Putin, ocupado en la guerra contra Ucrania y que enviará una delegación encabezada por su Presidenta del Senado, Valentina Matviyenko. También llega el vicepresidente chino, Wang Qishan, junto con tres ministros, de Comercio, Asuntos Exteriores y Desarrollo.

¿Será entonces la foto de grupo tomada al final de la ceremonia un admirable ejercicio de habilidad diplomática de la futura política exterior del nuevo presidente que logra contener todos los opuestos? ¿O el comienzo de una estrategia ambigua que guiña el ojo a Estados Unidos pero al final prefiere ir del brazo de los dictadores de la tierra? Lula verá a Biden en Washington al inicio de su mandato, como ya se organizó con el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, que se reunió con el presidente electo en Brasilia a principios de diciembre. En cuanto a Putin, Lula anunció en Twitter la semana pasada que había hablado con él por teléfono. “Me felicitó por mi victoria”, escribió, “deseó buen gobierno y el fortalecimiento de la relación de nuestros países”. Lula añadió que “Brasil vuelve a dialogar con todos y a comprometerse en la búsqueda de un mundo sin hambre y en paz”.

Brasil se mantuvo neutral ante Moscú tras el estallido de la guerra en Ucrania, no sólo porque pertenece al grupo de los BRICS, la alianza económica de países emergentes como China, India, Rusia y Sudáfrica, sino también porque es un gran importador de fertilizantes. El 99% de su nitrato de amonio llega de Moscú. Debido al conflicto ucraniano y al drástico recorte de las exportaciones rusas, el coste de los fertilizantes se ha triplicado en el mundo entero. Esto explica porque tanto Lula como Bolsonaro hayan declarado su oposición a las sanciones contra Rusia. La controvertida declaración de Lula a la revista Time de que “Zelenski es tan culpable de la guerra como el presidente ruso” le hizo entrar en la lista del gobierno ucraniano de oradores que promueven la propaganda rusa, de la que fue retirado posteriormente debido a la repercusión mediática.

Vladimir Putin, presidente de Rusia, y Lula da Silva, que asumirá ese cargo en Brasil el 1 de enero de 2023
Vladimir Putin, presidente de Rusia, y Lula da Silva, que asumirá ese cargo en Brasil el 1 de enero de 2023

China también desempeñará un papel destacado en las relaciones exteriores del futuro gobierno. Tras la victoria de Lula, el Presidente chino Xi Jinping envió una carta de felicitación en la que destacaba “la asociación estratégica global entre ambos países”. El brasileño ha elogiado el régimen chino en varias ocasiones, incluso recientemente, calificando al gigante asiático de “ejemplo para el mundo” y de “Estado fuerte que toma decisiones y la gente las respeta.” China es el mayor socio comercial de Brasil desde 2009, por delante de Estados Unidos. El comercio bilateral entre los dos países alcanzó los 135.000 millones de dólares en 2021. Brasil exporta soja, acero, materias primas y carne, mientras que China principalmente tecnología. En el gobierno de Bolsonaro Brasil, a pesar de las presiones de Estados Unidos, terminó permitiendo la participación de la empresa china Huawei, acusada de espionaje empresarial por el gobierno de Washington, en la red 5G. Además, según un reciente informe de la organización de derechos humanos sin fines de lucro Safeguard Defenders, el régimen de Xi Jinping ha instalado tres comisarías clandestinas en Brasil con el objetivo de vigilar e intimidar a los chinos que viven allí. Se trata de una cuestión que podría causar problemas diplomáticos con Pekín.

Las relaciones de Brasil con Estados Unidos, Rusia y China pondrán a prueba la política exterior de Lula. Según el informe final del Gobierno de transición, Bolsonaro cometió un error estratégico al convertir “América del Sur en un escenario de la disputa geopolítica entre Estados Unidos, Rusia y China” y también “al aislar a Venezuela”. Venezuela podría ser precisamente el tema en el que Biden y Lula podrían necesitarse mutuamente. De hecho, Estados Unidos se está acercando a Maduro, a pesar de que figura en la lista del Departamento de Estado de los narcotraficantes más peligrosos, para utilizar los recursos petroleros del país a cambio de un alivio gradual de las sanciones.

Lula visitará a Joe Biden en 2023
Lula visitará a Joe Biden en 2023

Ricardo Zúniga, enviado especial de EE UU para América Central y articulador de las políticas de Biden para Brasil, dijo en una entrevista al diario Folha de São Paulo que Washington espera que Lula se comprometa a “mejorar las condiciones de la democracia en Venezuela” que, con la altísima cifra de 7,1 millones de personas, sigue siendo el segundo país del mundo, después de Siria, en número de refugiados. Entre las primeras decisiones del nuevo gobierno figura la luz verde a la entrada de Maduro y los suyos en Brasil. Además, se reabrirán la embajada y el consulado de Brasil en Caracas, cerrados desde principios de 2020. Maduro por su parte nombró la semana pasada a su futuro embajador en Brasilia, Manuel Vicente Vadell, ya cónsul en San Pablo en 2013.

Queda la incógnita de cómo esta “realpolitik” sugerida a Lula por Biden puede coexistir con organismos nacidos en función anti-Estados Unidos, cuyos protagonistas son precisamente la izquierda brasileña de Lula y Venezuela. Es el caso del Foro de San Pablo, un grupo fundado en 1990 por el propio Lula y Fidel Castro tras la caída del Muro de Berlín para rescatar la ideología comunista impulsándola en América Latina.

Según el diario Folha de São Paulo, Lula hará que Brasil regrese a la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el bloque latinoamericano creado por el presidente venezolano Hugo Chávez en 2008 contra la influencia de Estados Unidos y del que Brasil salió en 2019 junto a otros países como Colombia, que en 2018 lo acusó de complicidad con “la dictadura de Venezuela”.

Con el nuevo gobierno Brasil también regresará a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), de la que había salido con Bolsonaro. La CELAC se creó a instancias de Chávez en 2011 como desafío latinoamericano a la Organización de Estados Americanos (OEA). Ni Estados Unidos ni Canadá son miembros. La próxima reunión de la CELAC será el motivo del primer viaje de Lula como presidente a Argentina, el 24 de enero, donde se reunirá con su colega Alberto Fernández, que lo había invitado personalmente durante su visita en San Pablo, inmediatamente tras su victoria electoral.

En cuanto a Iran, el vicepresidente del Partido de los Trabajadores (PT), José Guimarães, se reunió con el embajador Hossein Gharibi en Brasilia la semana pasada. “Reanudaremos nuestras buenas relaciones bilaterales entre ambos países y ampliaremos las inversiones internacionales”, escribió en Twitter. Brasil vende maíz y carne halal a Iran y ha comenzado a importar fertilizantes. El temor es que las relaciones comerciales también abran la puerta a Teheran en el plano político. En sus dos mandatos (2003 – 2010) Lula ha promovido las relaciones con el ex presidente Mahmud Ahmadineyad y, en 2010, colaboró con Iran y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, para un controvertido acuerdo sobre combustible nuclear.

El futuro ministro de Asuntos Exteriores, Mauro Vieira, trató de minimizar las críticas de los que temen un multipolarismo extremo en el nuevo gobierno y declaró que, al inicio de su mandato, Lula no viajará a Nicaragua, Cuba ni Venezuela, aunque “Brasil pretende apoyar el regreso de Venezuela al Mercosur”. En cuanto al acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Mercosur, Vieira se mostró positivo. “La Unión Europea está ahora mejor preparada porque la declaración de Lula sobre su estrategia medioambiental, que era uno de los obstáculos, fue muy clara”. Precisamente la diplomacia medioambiental pretende ser la tarjeta de visita del nuevo gobierno en el mundo. En la COP-27 sobre medio ambiente celebrada a noviembre en Egipto, el presidente electo se reunió con el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, a quien pidió acoger la Conferencia sobre el Clima de 2025 en la Amazonia.

Por último, se volverá a dar gran importancia a África, que Lula considera un continente clave para la llamada política Sur-Sur, es decir, una diplomacia de proximidad con los países del Sur del mundo para estrechar los lazos comerciales y culturales, ya lanzada en su primer mandato.

 


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