Este clásico pino de los hogares que se arma el 8 de diciembre, tiene una larga cronología de religión, tradiciones y deidades. Infobae conversó con un historiador para conocer a fondo los principales detalles.
Estamos a sólo 17 días de que llegue la Navidad, una instancia del año especial y única para celebrar. Mientras tanto, este 8 de diciembre es la fecha indicada para armar el esperado arbolito que decora a la mayoría de las casas del mundo: una forma de esperar, de recibir y de transitar estas horas festivas.
Más allá de las costumbres y del hecho en sí, los inconfundibles pinos que se pueden ver en los hogares tienen por detrás una larga historia, marcada por religiones y por diversas culturas que le fueron dejando su impronta a lo largo de los años.
En primer lugar cabe repasar, como contexto, que hoy es el Día de la Inmaculada Concepción, una fecha erigida por el catolicismo para consagrar a la Virgen María como libre del pecado original. Pero no nos adelantemos: los datos que enriquecen a esta tradición hogareña son variados y vale la pena repasarlos.
Entre paganismo y cristianismo
En las culturas nórdicas, a fin de año, se decoraba un árbol para recordar al dios Frey, signo de la fertilidad, de la luz del sol y de la lluvia. Además, los celtas recibían al solsticio de invierno adornando un roble y rodeándolo de antorchas para encontrarse, bailar y celebrar el cambio de estación.
El cristianismo, por su parte, simbolizaba al amor de Dios, a la vida eterna y al nacimiento de Cristo con hojas perennes, que son aquellas que mantienen su color verde durante más tiempo. Todas estas coincidencias históricas se reflejan en el árbol de Navidad que, de cierta forma, trae aparejadas a estas costumbres que reivindicaban deidades con lo que crece de la naturaleza.
Para comprender y dimensionar esta tradición que llegó hasta nuestros días, Infobae conversó con el historiador y docente Fernando Casullo. “Acá vemos, una vez más, al sincretismo y al cruce de culturas que, particularmente en el caso de Navidad, tiene presencia de los paganos y de los cristianos”, explicó. El sincretismo mencionado por Casullo es, según la Real Academia Española, una tendencia a combinar distintas teorías, actitudes u opiniones.
“En el norte de Europa, mucho antes de la aparición de la Navidad como festejo oficial, se tenía la costumbre de celebrar el solsticio de invierno a través de la consagración del árbol. Además, en las culturas paganas, se celebraba el nacimiento de Frey, que es el Dios del sol. Los paganos del norte lo reivindicaban a Frey y los romanos, por su parte, al dios Sol Invictus. Ambas deidades son parecidas en su concepción simbólica”, siguió Casullo.
De acuerdo a este especialista, en algunos lugares del Viejo Continente, “el árbol era como un simbolismo del universo: en la parte de arriba estaban el Valhalla, que era el palacio de Odín -dios de la mitología nórdica- y Asgard, un refugio de dioses. Por último, en las raíces, estaba Helheim, reino de los muertos”.
En segundo término, Casullo profundizó: “Lo que hacen los cristianos, en una especie especie de puja ente paganismo y cristianismo, es tomar a ese árbol; y se supone que hubo una especie de intervención o performance, en la que un evangelizador de Alemania lo cortó y lo reemplazó por un pino perenne”. ¿Por qué? “Porque el amor de Dios no se muere. Ahí comienza a extenderse la costumbre de los adornos y, sobre todo, de la manzana roja, que representa el pecado original, y de las luces, que son como el alma de Cristo”.
En resumen, de acuerdo al historiador, el árbol de Navidad es “un árbol cristiano construido sobre una primera base que era pagana: se montó una celebración cristiana, relacionada al nacimiento de Cristo, sobre una reivindicación pagana. El bosque era una deidad importante para los paganos, que tenían la idea de celebrar el solsticio de invierno como una suerte de puesta a punto para sobrevivir al frío”.
Tiempo después, en el siglo XVII, “la Navidad y el arbolito se comenzaron a popularizar más allá de las fronteras de estas religiones y tradiciones. De todas maneras, la lógica navideña que conocemos explotó en el siglo XIX, porque ahí nació el capitalismo. Hay que entenderlo bajo ese precepto: es una fiesta religiosa pero también popular y comercial. Fue como una forma de ablandar los cultos previos. Sobre las primeras décadas del siglo XIX, se popularizaron los regalos, que eran para los niños que se portaban bien”, precisó Casullo.
Y agregó: “Como el 8 de diciembre es el Día de la Virgen -claramente una efeméride cristiana- el árbol se arma ese día”.
Para cerrar, el docente detalló el significado de los principales símbolos del pino navideño. “Los frutos de Adán y Eva son las manzanas, que están en el árbol de la vida; las cintas azules son de reconciliación; el verde es el color de la abundancia; y la estrella de Belén, que habría guiado a los Reyes Magos, hoy simboliza la fe que debe guiar a los cristianos”.
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