“El viernes a mi negocio llegaron dos muchachos y me preguntaron… ¿No están contratando? Yo estaba distraído y sin hacer contacto visual mi respuesta fue fría y directa… No por el momento no…
Un segundo después sólo escuché un suspiro levanté la mirada y los muchachos caminaron unos metros y luego uno de ellos se devolvió y me dijo… Miré que pena, pero desde las 7 de la mañana estamos buscando trabajo (eran las 3 de la tarde), hemos ido a construcciones, tiendas, y nada, y no tenemos dinero para comer y nos morimos de hambre.
De inmediato las muchachas que trabajan conmigo les prepararon una comidita y se las dimos. Caminaron unos pasos y se sentaron en una mesa frente a la barra de comidas, cerraron sus ojos y empezaron a darle gracias a Dios. Las palabras de su oración nunca se me olvidarán:
“Señor, gracias por estos alimentos, bendícelos y bendice las manos que los prepararon. Danos la oportunidad de poder encontrar trabajo y así mañana poder volver a comer”.
Con el corazón partido, lágrimas en mis mejillas y un nudo en la garganta bajé al cabeza y reflexioné lo afortunado que soy de poder tener alimentos en la mesa.”
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