El general (sp) Patricio Carrillo fue retirado del Gobierno; pero forjó respaldos que pudieran regresarlo al tablero de la política ecuatoriana.
La salida de Patricio Carrillo del Ministerio del Interior fue abrupta. El General de Policía en servicio pasivo, y gran conocedor de esa Fuerza, intuía que iba a salir. Lo había dicho horas antes, ante el Consejo de Generales y ante un grupo de periodistas. Estoy buscado reemplazo, bromeó para liberar tensiones.
De seguro, el escándalo, agrandado por la coordinada acción en redes sociales de la oposición, debía tener un responsable político.
Pero claro que antes, se suponía, debían salir uniformados, activos por supuesto, que están relacionados con el caso de María Belén Bernal. Y no directamente con la muerte, sino con la inacción, falta de orden y disciplina, en la casa de la formación de los oficiales.
Dos ya se fueron. Faltarían cuatro más, según lo que supo desde el Ministerio del Interior. Incluido el comandante General, Fausto Salinas.
Carrillo cometió errores en la comunicación, indudable. Él también lo sabe. Pero no en procedimientos políticos. Salió en defensa del Gobierno, de la Policía y en contra del teniente Germán Cáceres, responsable del asesinato de María Belén Bernal, según todos los indicios de la investigación.
Entonces, el asesinato en la Escuela de Policía se percibió como un momento clave para retomar los mejores procedimientos dentro de la Policía e implementar otros.
Por eso, la forma, sin que medie plazo para sacar a un Ministro que defendió al Gobierno y a los ciudadanos en la crisis de junio, que enfrentó el problema que más daño le hizo en las encuestas, que puso líneas de acción para iniciar el control de los asesinatos en las cárceles y en las calles… ha sido duramente cuestionada.
Dudas sobre las verdaderas razones para sacar a Carrillo
Pero, la pregunta es por qué lo hizo. ¿Por qué el Presidente de la República decidió poner en el mismo saco al exministro, al General que permitió que el asesino haya abandonado la guardia y al oficial que debía ocuparse de mantener la disciplina en la Escuela de Policía?
¿Por qué no removió al Comandante General? ¿Por qué abandonó a uno de los Ministros que ha sido el mayor blanco de sus opositores por un caso que no es de Estado? ¿Las denuncias de Leonidas Iza y su séquito son reales?
Si la última queda descartada, una de las respuestas es que cedió a la dictadura de lo políticamente correcto, claro, según la burbuja de las redes.
Carrillo ya era un objetivo político. Su papel en las protestas de octubre de 2019 y de junio de 2022 le sirvieron para ganarse rabiosos enemigos, del correísmo, del movimiento indígena, que querían sacarlo del Gobierno y que responda por casos de supuesta lesa humanidad. El cambio, por el coronel Juan Zapata, fue silenciosamente aceptado por esos opositores.
Pero, el General parece que se cayó para arriba. Consultores políticos, incluso uniformados, ya lo ven como un prospecto de futuro candidato. Unos para elecciones seccionales y otros para las presidenciales.
Su discurso fuerte, la valentía para enfrentar las revueltas, su impronta para el combate al narco, la capacidad de enrumbar a la Policía, ya son su carta de presentación.
Pero hay más. Patricio Carrillo aprendió política. A la forma ecuatoriana. Su paso por el Gobierno, más las decenas de comparecencias a la Asamblea Nacional, por temas sensibles ante el correísmo, le sirvieron para aprender a manejar tonos, formas y calibrar mensajes.
En agosto, Carrillo se refirió, en una entrevista con PRENSAMERCOSUR.NET, a una posible carrera política. “Creo que la historia se va encontrando en función de lo que uno va haciendo. Y así me he manejado durante toda mi vida. Pero cerrado no está, cerrado nunca”, dijo.
El tiempo aclarará si el exministro del Interior fabricará una carrera política con lo sembrado.
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