El Ministro del Interior habla con LA HORA sobre la inseguridad en Ecuador. Sus planes y logros. Pero también sobre los motivos que lo han convertido en un objetivo político de la oposición.
El ministro del Interior, Patricio Carrillo, conoce muy bien la fuerza policial. Es un general en servicio pasivo, que llegó al puesto más alto, Comandante General de la Policía.
Lleva cinco meses en el cargo que tiene como tarea velar por la seguridad de los ciudadanos del país. Y está en ese puesto cuando el primer problema que señalan los ecuatorianos, según las encuestas, es precisamente, la delincuencia y la inseguridad.
La oposición ha sido implacable para señalar el incremento de las muertes violentas en el país, robos, y cualquier tipo de falla en el combate a la delincuencia. El propio Carrillo es un objetivo político.
En la Asamblea Nacional quieren que salga del máximo círculo de poder. El correísmo y dirigentes del movimiento indígena no lo quieren dentro del Ejecutivo, dicen, por ser el responsable de la inseguridad y de supuestos abusos policiales en las protestas de junio pasado. Pero en este camino, en el que el Ministro Carrillo debe ir periódicamente a la Asamblea, parece que en lugar de amedrentarlo, lo alimenta. Aprende de la política. Lea esta entrevista.
P. Ministro, una de las líneas de trabajo es la defensa de los policías. Y usted la ha asumido desde, al menos, desde la crisis del 2019. ¿Cómo le va con esa tarea?
Conozco la Policía y creo en la doctrina con la cual se forma, con la cual se prepara, con la cual se capacita. Creo en la normativa que existe y la forma cómo se aplica, porque la transparencia en nuestra institución es una obligación, no una opción. Y lo hemos incorporado en los planes estratégicos. Con los pocos equipamientos que existen, con las pocas capacidades, se hace mucho bajo la legalidad. Usted no va a encontrar policías que se formen para atacar. Nosotros nos formamos y hemos formado policías para defender, proteger, tutelar principios. Por consiguiente, a mí me correspondenn las funciones, que las tengo, que he cumplido en la Policía: defender la legalidad de los procedimientos. Y así continuaremos.
P. Pero hay una parte que tiene que ver con la doctrina, y hay otra que es el espíritu…
La moral, el liderazgo, la gestión.
P. Ha sido vehemente en defender el uniforme, los policías y su trabajo. Incluso, para conseguir la rebaja de los intereses para los créditos en el Isspol.
Nosotros presentamos la denuncia por el desfalco al Isspol y ahora nos correspondió revisar las tasas de interés, porque me parecía injusto. Es que producto del robo al Isspol, se vio afectado. Los técnicos en el Isspol cometieron un error, porque vieron la forma de mejorar la condición de riesgo en función de elevar el interés. Eso ya se corrigió. Fue un acto de sensibilidad que se les pidió y, técnicamente, ajustaron a la realidad del policía. El liderazgo juega un rol importante en nuestras instituciones porque nadie es capaz de obedecer a quien no le cree, en quien no confía. Por consiguiente, en esta construcción social que tiene nuestra Policía, ha existido gente que, desde el liderazgo, ha hecho muchas transformaciones. Y en honor a toda esa gente buena, nos corresponde continuar.
P. ¿Cómo ha sido la receptividad de este ánimo?
Soy agradecido. El policía es un ser humano de clase media que ha venido ascendiendo en su condición y es gente noble, gente muy grata. El policía es responsable, es respetuoso, educado. Jamás he recibido ninguna falta. Y creo que esa es de las pocas gratificaciones que se tiene, créame, en este Ministerio complejo.
P. Hay algo pendiente. Y es que el policía no siente que tenga el respaldo legal para actuar, en el caso que tenga que reprimir o neutralizar. Y eso es un tema sensible porque hay reclamos ciudadanos, pero tambien de los uniformados.
En términos de democracia, si no se logra contener la violencia y la inseguridad, es muy difícil que se legitimen las políticas y el trabajo desde los diferentes poderes del Estado. Por eso creo que es injusto cuando desde algún poder se habla de ausencia de profesionalismo, esas críticas severas. El trabajo del policía es complejo porque le han encargado proteger la vida de las personas, los bienes de las personas. Está el uso progresivo y gradual de fuerza, le dan un arma. Pero en esta incomprensión, casi siempre, cuando sucede algo, terminamos siendo el centro de debate. Cuando el debate no es el error policial, inclusive de haberlo, el debate debe ser qué hacemos como sociedad para empezar a cambiar la inequidad, en términos de justicia social, desarrollo. En términos de democracia. Ahora sucede un evento lastimoso, irracional, bárbaro, como en Cristo del Consuelo. Es un acto de terrorismo. Sin embargo, el debate es por qué la Policía no impidió. Pero cuando vemos las condiciones en las que estaba viviendo esa gente, evidenciamos problemas estructurales de muchísimos años atrás. Vemos una falta de planificación, ausencia de información catastral, una ausencia de información, inclusive de nomenclaturas. Hay críticos, o personas que no conocen de seguridad, que emiten comentarios que terminan minando la moral de la gente.
P. Las muertes violentas es algo que preocupa. Se han incrementado, evidentemente, y hay provincias que sufren más, como Guayas, Los Ríos o Esmeraldas. En las dos útimas provincias hay temor, en algunos sectores, de salir a la calle. ¿En su período ha logrado resultados?
Estoy por cumplir el quinto mes en funciones y una de mis principales preocupaciones era esa. Mirar cómo en un año se duplica la tasa de homicidios. Hemos tratado de estudiar este fenómeno.
P. Hablamos del 2021.
Estamos hablando del 2021 al 2022. Luego de dos meses de la posesión del presidente Guillermo Lasso, y por el lapso de diez meses. ¿Por qué el ecuatoriano se volvió tan violento? ¿Por qué el ecuatoriano, luego de un reacomodo político y de un cambio de gobierno, se vuelve tan violento?
P. ¿Qué se responde?
No tiene una explicación lógica, pero sí puede tener muchísimas otras explicaciones respecto a la violencia oculta que estaba viviéndose en el Ecuador. Porque no es que todo el Ecuador se volvió violento. El 78% de las muertes violentas suceden en la Costa ecuatoriana. Y es cierto que la geografía juega un factor importante en esta concentración. Por ejemplo, en la infraestructura, los puertos, la frontera norte, hay mercados ilegales de alta rentabilidad. Pero en la práctica, la realidad es que la violencia criminal aparece justo cuando se toman algunas decisiones de control. Pero este tampoco termina siendo un problema exclusivo del Ecuador. En el mundo está sucediendo lo mismo producto de la crisis vírica. En todos los lugares han crecido los conflictos de carácter social, no todos relacionados con tasa de homicidios, pero sí han crecido los conflictos. Las sociedades más resilientes los han ido resolviendo. Para nosotros nos resulta complejo porque, además, atravesamos una crisis política profunda, con la fragmentación del Estado y con la polarización que tenemos. Es difícil llegar a consensos y acuerdos. Pero si no llegamos a acuerdos y consensos, la fractura social será mucho más grande. Se requieren de definiciones de políticas, la construcción de una nueva normativa, que nos permita enfrentar delincuencia organizada y terrorismo como el que ya vivimos. No lo podemos combatir con un artículo que el Código Penal. Son necesarios marcos jurídicos más serios, que no existan excesos en las sanciones para delitos menores y otras normas para los reincidentes.
P. ¿Pero en estos cinco meses hay resultados?
En los cinco meses nosotros hemos solicitado al Presidente de la República un instrumento que es el que brinda capacidades especiales. El único, casi diría yo, es el estado de excepción. Estos tienen objetivos y metas, las evaluamos y se han cumplido. Por ejemplo, el primer estado de excepción, para Guayas, Manabí y Esmeraldas, tuvo su efecto porque logró contener este crecimiento exponencial en la tasa de homicidios. Logramos pasar de un promedio de 16 muertes diarias a 12, y en Guayaquil bajamos de un promedio de 9 a 4.5. Luego se volvió a un estado de normalidad. Ahora, se recurre a un nuevo estado de exepción, porque es necesario recuperar el orden público, porque toda una población ha sido intimidada con actos de terrorismo. Por consiguiente, era fundamental y esperamos que esto se controle.
P. ¿Cuál es el efecto real?
Tener capacidades especiales, como hacer allanamientos sin necesidad de un acto urgente autorizado por juez. Tener capacidades para interactuar conjuntamente con Fuerzas Armadas y hacer una acción de masa nos permita enfrentar el delito de mejor manera.
P. Analistas, incluso internacionales, hablan de algunas bandas, carteles, incluso brasileras. ¿Tiene claramente identificados quiénes son los que quieren atacar al Estado?
Claro, hay grupos de crimen organizado. Pero más que identificar y personalizar, nosotros tenemos que entender el delito asociado con crimen organizado, las formas de economía subterránea y cómo la economía ilegal va dando poder. Incluso, cómo ese poder va generando operadores y apoyos en diferentes sectores del Estado ecuatoriano. Esto no funciona si es que hay grupos de poder que influencian en la justicia, en la generación de leyes. Uno de los principales delitos que la sociedad ecuatoriana, y que estamos a tiempo de hacerlo para evitar el crecimiento de la violencia, como han vivido lastimosamente otros países de la región, es la corrupción. Combatirla, dejando de lado falsas hipocresías que existen. Parte de eso tiene que ver con recomponer políticamente el debate. Estos problemas son políticos y amerita que nos sentemos en una gran mesa de diálogo, que lleguemos a un gran acuerdo nacional.
P. Usted es un objetivo político. Quieren que salga del gobierno y este ataque viene desde la crisis de Octubre del 2019. ¿Cómo lleva esa embestida política?
Seguimos trabajando. La verdad es que a mí no me presiona eso. A mí me presiona el hecho de que la sociedad todavía no perciba que hay una acción del Gobierno a su favor, que no perciba la agenda, que no perciba la política por la desinformación, que no mire los aciertos y que, solamente con mecanismos comunicacionales, estén traduciendo en que hay errores, como que todo fuera ineficiente. Eso es lo que preocupa en realidad, sin que llegue a ningún nivel de frustración. Por cerca de cuatro décadas he sido funcionario público y conozco como funciona. Pero tampoco creo que sea un objetivo político por de las jornadas de protesta. Hay delitos que los hemos combatido con mucha fuerza, como por ejemplo el operativo de minería ilegal en Imbabura, el operativo de Buenos Aires. Ese operativo logró abrir los ojos respecto a cómo funciona la minería ilegal y cómo hay alta rentabilidad. Gente ligada a la minería ilegal es la que quiere mi cabeza.
P. Hay investigaciones sobre minería ilegal en la que están vinculados asambleístas…
Y otra cosa es el tema del robo al Isspol, de 950 millones de dólares. Y esa gente creyó que la hemos perjudicado porque le devolvimos dignidad a la institución y tratamos que se reviertan esas operaciones ilegales. Esa gente es la que está mucho más preocupada, muchísimo más preocupada. Yo me quedo con la conciencia del policía, con la credibilidad y la confianza de los ciudadanos.
P. Pero hay temas de enfrentamientos políticos. Usted ha sido exitoso en colocar apodos: los anárquicos a los manifestantes del 2019 y los violentos, a los de junio pasado…
También pasa por ahí, pasa por ahí, pero no solamente es eso, son también estos otros hechos que se los ha combatido. Mire, parte del problema es que nosotros, con la exministra María Paula Romo, estructuramos la Dirección Antinarcóticos. Fuimos nosotros quienes le devolvimos un mayor profesionalismo a los puertos. Somos nosotros los que estamos con una política fuerte. Desde esa fecha se han venido incrementando las incautaciones de droga. Entonces, indiscutiblemente, no hay objetivo político, sino con un objetivo de los intereses ilegales.
P. ¿Luego de los últimos hechos, como el de Guayaquil, han cambiado sus metas en el Ministerio?
Nosotros estamos en construcción de una institucionalidad y en cinco meses me ha correspondido, no solamente el diseño institucional, sino también elaborar la política pública, la planificación y, en el día a día, actuar para que se garanticen derechos y libertades de los ciudadanos. Porque habría sido cómodo sentarse dos o tres meses a elaborar un plan, a construir la política. Ahora ya tenemos, tenemos política, estrategia, plan y tenemos proyectos que están en ejecución. Estamos ya en las adquisiciones de los bienes que estoy seguro ayudarán, y estamos en los encuentros con los ciudadanos a nivel municipal, trabajando con los 221 alcaldes para encontrar aquellas demandas puntuales, priorizarlas y, en los planes plurianuales, incorporarlas en los proyectos.
P. ¿Le llegó a gustar la política?
Bueno, la política es apasionante y nosotros hacemos política como policías porque resolvemos conflictos. Básicamente la política es ayudar a resolver conflictos.
P. ¿Ha pensado en alguna candidatura?
No, yo creo que es muy temprano para eso. Creo que la historia se va encontrando en función de lo que uno va haciendo. Y así me he manejado durante toda mi vida. Pero pero cerrado no está, cerrado nunca.
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