Mauro y Rosita son dos manabitas de la tercera edad venden productos de su tierra en Guayaquil, no se quejan, no piden ayuda de nadie, solo quieren trabajar y compartir con la gente “hasta que el cuerpo aguante”.
Frente al centro comercial del sur de Guayaquil hay un puente grande y debajo del coloso de cemento algunos vendedores improvisados proponen frutas y legumbres, forros para celulares y camitas para perros.
En medio de este pequeño mercado improvisado están ellos. A pesar de tener mascarillas llaman la atención porque irradian buenas vibras y conversan con la gente como si estuvieran frente a su casa.
Mauro tiene 84 años y su “viejita” como le dice tiene 73. Se conocieron hace 60 años en Chone, se casaron y nunca dejaron de estar juntos.
Cuando Mauro pidió́ la mano de su enamorada, era sastre y tenía un pequeño taller. “Recuerdo que le dije al papá de Rosita: ‘a su hija nunca le faltará un plato de comida señor’”.
Los dos manabitas tuvieron 7 hijos y siempre trabajaron juntos, al principio en el taller donde Rosa se dedicaba a la costura; y ahora vendiendo productos de su tierra.
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