Fueron casi 20 años en pantalla; perdurará por muchísimos años más en la memoria colectiva de más de 50 países. Creado por Roberto Gómez Bolaños, El chavo del 8 salió a la luz en 1973 y finalizó en 1980, con un total de 290 capítulos a lo largo de siete temporadas, aunque continuó al aire hasta 1992 como breves sketches en el programa Chespirito, ya sin Don Ramón y Quico.
El programa transcurría dentro de una vecindad, con personajes entrañables como La Chilindrina, Doña Florinda, la Bruja del 71, el Señor Barriga y el propio Chavo del 8, claro, además de los mencionados Quico y Don Ramón. Pero también hubo personajes secundarios, de escasa participación, que generaron una gran empatía en el público. Ahí aparece Godínez. ¿Quién era? El chico que se sentaba en el fondo del aula en la clase que dictaba el Profesor Jirafales. Con su overol azul, la camisa amarilla y una gorra con visera verde echada hacia arriba, Godínez intentaba pasar lo más desapercibido posible. Según los libretos, era brillante, pero siempre estaba enfocado en otras cosas. Por caso, se lo vio por primera vez en el 74, en el capítulo titulado El alumno más inteligente, junto con Ñoño, La Popis y Malicha.
Si bien Godínez es un apellido, y aun cuando no hay una versión oficial sobre el nombre que le asignaron, en México se les llama como godín a las personas que trabajan en la administración pública, y que buscan evadir las tareas que les indican sus jefes, como aquel niño hacía con las órdenes que le daba Jirafales. Además de su pasión por los dibujos, siempre estaba jugando su balero o pateando una pelota con El Chavo.
Godínez siempre andaba despreocupado, evitaba responder las preguntas del maestro y, cuando lo hacía, apelaba a alguna ocurrencia o un chascarrillo que servía como uno de los momentos más graciosos del programa. Cuando Jirafales decía su nombre, Godínez respondía: “Yo no fui” o “¿Yo, por qué?”. Repasando situaciones divertidas, y que cada fanático de la serie recuerda, una aparece en la respuesta al interrogante: “¿Quién me puede decir cuál era la principal actividad del azteca?”, vinculada a la historia del Imperio, claro, su respuesta fue: “¡Los partidos de fútbol!”, haciendo referencia al mítico Estadio Azteca.
Detrás del personaje estaba Horacio Gómez Bolaños, hermano de Chespirito. A la sombra de lo que consiguió Roberto, lo suyo no encontró mayor repercusión. Y se dice que eso mismo fue lo que pretendió; las decisiones que fue tomando a lo largo de su carrera parecen confirmarlo. Incluso, su incursión frente a las cámaras fue por expreso pedido de Chespirito, ya que Horacio siempre lo acompañó desde otro lado, desde la producción, en todas aquellas tareas que sucedían detrás de escena.
Según publicó años atrás el diario mexicano El Heraldo, Horacio era un gran guionista y un buen jugador de fútbol. Pero en el deporte no tuvo mucha suerte, y por eso probó suerte en el mundo televisivo. Todo lo que ocurría dentro del universo de la productora de Gómez Bolaños pasaba por sus manos. Hasta supervisaba el marketing, un verdadero emporio que le hizo ganar millones a la empresa.
Siempre soñó con ser un creador de contenidos, trabajar desde las sombras. Aun cuando se sentía más a gusto al otro lado de las cámaras, Chespirito lo alentaba para que se hiciera famoso apareciendo en escena. Su escasa participación tuvo que ver con eso: darle el gusto a su hermano más que por un deseo propio. Sin embargo, con sus esporádicas participaciones logró dejar una huella, con muchos fanáticos que aún lo recuerdan con cariño.
Genio creativo, Roberto Gómez Bolaños encontraba muchas cualidades artísticas en Horacio. Por algo lo instó a personificar a un detective, un ladrón y hasta un cantinero en El Chapulín Colorado, otras de sus grandes producciones. Además, en 1978 participó de las películas Charrito y El Chanfle, personificando a un policía.
Al concluir la serie, Horacio se alejó de su hermano y volvió a producir. En 1994 se unió a su sobrino, Roberto Gómez Fernández, y empezaron a crear productos televisivos.
Su trabajo en pantalla estuvo marcado por apenas los 29 capítulos que participó en El Chapulín Colorado, los 13 de El Chavo y su papel en el cine. Por fuera de la productora de Chespirito no hizo nada: aunque tuvo posibilidades, rechazó todos los proyectos.
El material sobre Horacio Gómez Bolaños no abunda. No le gustaba dar entrevistas, no se le conoce la voz por fuera de su Godínez o los otros personajes. Su vida se apagó el 21 de septiembre de 1999, a los 69 años. El último tiempo estuvo marcado por una salud endeble, que se deterioró luego de una caída que le provocó una fractura de fémur. Tras ese episodio debía asistirse de un bastón que lo acompañó hasta su muerte, producto de un paro cardíaco.
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