Un proyecto de ley propone, entre otras cosas, que las mujeres que sufren endometriosis y otros diagnósticos que hacen el periodo más doloroso puedan pedir incapacidad. España recientemente aprobó la incapacidad menstrual, mientras algunos países de Asia lo tienen desde 1947. Sus promotores defienden el derecho a una menstruación digna, pero otros expertos temen que se vuelva una excusa para aislar a las mujeres del entorno laboral.
Varias personas – de hecho, la mitad de los colombianos- se pueden identificar con el siguiente escenario: llegar a trabajar con cólicos o dolor de espalda, tener miedo de manchar la silla al pararse o susurrarle a una compañera si tiene toallas o tampones, antes de esconderlas en un bolsillo de camino al baño para que nadie las vea. Menstruar en espacios laborales es algo a lo que estamos acostumbradas. Y hacerlo sin que se den cuenta a veces resulta lo más sencillo. No solo por el estigma que, nos han dicho, implica menstruar, sino porque también se convierte en una excusa para que invaliden nuestras capacidades. Para no ir muy lejos, el mejor argumento que pudo encontrar el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, para desacreditar a la periodista Megyn Kelly en el 2015, fue decir “la sangre le está saliendo de su…donde sea (”blood coming out of her wherever”).
Pero mientras para algunas mujeres y personas menstruantes el periodo es algo incomodo, para otras implica mareo, baja energía, exceso de hemorragia y un dolor incapacitante. Tanto así que no es suficiente actuar como si no estuviera pasando. “En una encuesta que hicimos el año pasado en mujeres con endometriosis y otros síntomas menstruales fuertes, encontramos que el 35% fueron despedidas por ausentismo periódico, a pesar de que se desempeñaban bien”, cuenta Luz Marina Araque Lara, terapeuta menstrual y fundadora de la Asociación Colombiana de Endometriosis e Infertilidad (ASOCOEN). (Le puede interesar: Ser científica y mamá en Colombia: la desventaja que no queremos ver)
Esta es la razón por la que España se convirtió recientemente en el primer país de occidente en aprobar la licencia menstrual. “Avanzamos para que no sea normal ir al trabajo con dolor y para acabar con el estigma, la vergüenza y el silencio en torno a la regla”, es como dio la noticia Irene Montero, ministra de Igualdad del país europeo a mediados de mayo. La idea, también señaló, es que las mujeres con menstruaciones dolorosas puedan pedir un permiso para no ir a trabajar durante el tiempo que lo sugiera su médico y la carga de esa ausencia, además, sea asumida por el Estado.
Pero, aunque España volvió a poner el debate sobre la mesa, no es el primer país en permitir la licencia menstrual. Japón la tiene desde 1947 y, desde entonces, le han seguido países como Taiwán, China, Corea del Sur, Zambia e Indonesia. Mientras, en Colombia, actualmente hay un proyecto de ley, conocido como la ley de endometriosis, en el que se propone, entre otras cosas, que las personas que tienen esta enfermedad “se le reconozcan sus incapacidades”.
La endometriosis es una enfermedad relacionada con la menstruación. Normalmente, al final de cada ciclo menstrual, la capa superficial del endometrio -el tejido que recubre el interior del útero- se desprende si no hay un embarazo, lo que provoca el sangrado. Pero con la endometriosis un tejido similar al endometrio crece en otros lugares además del útero, como los ovarios, tejidos de la pelvis o las trompas de Falopio, lo que hace que tanto el sangrado como los cólicos sean mucho más fuertes. Incluso, hay mujeres que les afecta la fertilidad. (Le sugerimos: Endometriosis: cuando la normalización del dolor menstrual invisibiliza una enfermedad)
Según señala Araque, esta enfermedad afecta a dos de cada diez mujeres en etapa menstrual. Sin embargo, en promedio, una mujer solo logra ser diagnosticada con endometriosis después de diez años. “Precisamente, porque hemos normalizado el dolor menstrual”, agrega. “Lo que proponemos, entonces, es que las mujeres con este diagnóstico, así como con adenomiosis y miomatosis – que también afectan el tejido del útero – se les permita la licencia menstrual”, señala la directora de ASOCOEN, organización que, junto al congresista Mauricio Toro, radicó el proyecto de ley al que le faltan dos de cuatro debates en Congreso.
El objetivo de todas estas iniciativas a nivel mundial persigue un fin similar: que estas licencias contribuyan a la salud menstrual y les permitan a las personas menstruantes descansar, aliviar los síntomas o, incluso, buscar ayuda médica en caso de ser necesario. Esto, sin que tengan que usar sus días de vacaciones o que tomen represalias laborales contra ellas por pedir muchos permisos. Pero se trata de un tema que ha generado bastante debate.
Como lo señalan las psicólogas estadounidenses Rachel B. Levitt y Jessica L. Barnack-Tavlaris en un artículo llamado El tratamiento de la menstruación en el lugar de trabajo: el debate sobre la baja menstrual, que una mujer se ausente más días del trabajo – potencialmente 12 días al año – podría contraatacar convirtiéndose un argumento para que se les pague menos o las empresas no las quieran contratar, obstaculizando aún más sus posibilidades de llegar a posiciones de poder y toma de decisiones. (Lea en otras noticias de salud. Dolor físico y otros elementos para entender por qué se suicidan los viejos en Colombia)
Además, podría reforzar la obsoleta idea de que, debido a la menstruación, las mujeres no son aptas para los espacios laborales. “La menstruación ha servido durante mucho tiempo como excusa para mantener a las niñas fuera de la escuela y a las mujeres fuera de la fuerza de trabajo”, es como lo explicó Sharra L. Vostral, profesora asociada de historia de la Universidad de Purdue (Estados Unidos), al New York Times.
Sin embargo, para Laura Restrepo, fundadora de Bloom, una empresa social que busca mejorar la salud menstrual de mujeres y niñas, esto demuestra que el espacio laboral ha sido construido por hombres. “El argumento de que nos van a contratar menos o que vamos a ser menos productivas muestra que aún no se entiende la menstruación como un derecho fundamental, de salud pública”, señala. “Los espacios laborales, los horarios, los construyeron los hombres, ignorando los procesos del cuerpo femenino”. Es más, desde su punto de vista, la licencia menstrual no solo debería otorgarse a mujeres con diagnósticos – como lo propone el proyecto de ley de Colombia – o con aval médico, sino que debería darse a todas las mujeres y personas menstruantes que lo quieran.
La licencia menstrual, una iniciativa con pocos datos
Frente a la licencia menstrual hay algo en lo que concuerda la mayoría: no hay suficientes datos sobre si es una política exitosa o no. Parte de esto, es porque en los pocos países en los que existe esta licencia no se ha recolectado información para conocer su alcance. Pero hay algunas pistas. En Japón, por ejemplo, su uso disminuyó en las últimas décadas, ya que a las mujeres les ganó el peso social de seguir trabajando.
Y aunque en Estados Unidos no existe ninguna ley que lo plantee, las expertas Levitt y Barnack-Tavlaris realizaron un estudio para conocer cuál es la percepción de las personas ante este permiso. Tras encuestar a 600 estadunidenses preguntándoles si apoyarían la licencia menstrual, 42% dijeron que sí; 16% señalaron que sí, pero bajo ciertas condiciones; 34% aseguraron que no y solo un 3% dijo que no estaba seguro. Entre los que apoyaron la licencia, uno de los argumentos más fuertes fue que permitiría “que los empresarios valoren a las personas menstruantes que contratan y que estas, junto con otros empleados, reconozcan que la menstruación es un proceso que no debe ser minimizado ni estigmatizado”. Sus resultados fueron publicados en la revista científica Health Care for Women International.
Por esto, para Restrepo, más allá de una ley, se necesita normalizar y hablar sobre menstruación en las empresas, y no solo con las mujeres. “Es importante generar confianza para que las empleadas sientan la tranquilidad de hablar sobre su dolor y pedir el día. Así como que los jefes confíen en que, si lo están pidiendo, es porque lo necesitan”.
De hecho, Restrepo, quien vivió en Taiwán durante seis meses, país en donde la licencia por menstruación es legal, vio cómo las mujeres no la pedían porque el ambiente laboral seguía siendo hostil ante la menstruación. “No solo se trata de la política pública, sino de la política interna de las organizaciones”.
Empresas como Coexist (Reino Unido), Gozoop (India) y Victorian Women´s Trust (Australia), dan el derecho a la licencia por menstruación en sus contratos, así la ley no lo indique. Y según algunos datos que han liberado estas mismas empresas, parecería ser que, en estos casos, hay más confianza para pedir el permiso de no ir a trabajar por menstruación. Para el 2017, siete de cada 13 mujeres en Coexist pidieron este permiso, mientras en Gozoop, según señala el artículo de Levitt y Barnack-Tavlaris, 75% personas menstruantes pidieron esta incapacidad.
Al final, reflexionan las autoras, no solo se trata de una licencia, sino de generar ambientes de trabajo donde la menstruación no sea ni tabú, ni problema. Ellas proponen que pueden convertirse en espacios de bienestar para las menstruantes, incluyendo salones con sofás en los que puedan dormir o descansar, así como que en los baños tengan toallas higiénicas, tampones y analgésicos. EE
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Today, I went to the beachfront with my kids.
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topic but I had to tell someone!