¿Qué le parecería viajar por tierra de Buenos Aires a Santiago de Chile en solo dos horas o de Ciudad de México a San José de Costa Rica en tres?
Esto es lo que permitiría el hyperloop, un nuevo método de transporte terrestre, que consiste en cápsulas que viajan levitando en el interior de tubos a baja presión, transportando pasajeros y carga a una velocidad de hasta 1000 kilómetros por hora y en un viaje con cero emisiones que estaría listo para operar con pasajeros en 2030.
Este nuevo medio de transporte lo desarrolló la empresa española Zeleros y su prototipo se presentó en el Global Mobility Call, el Congreso Mundial sobre Movilidad Sostenible que tuvo lugar en las instalaciones de la Institución Ferial de Madrid (Ifema), entre el martes 14 y el jueves 16.
Es solo un ejemplo de las modalidades de transporte de un futuro no tan lejano, una tendencia de movilidad hacia soluciones de transporte masivo cada vez más digitalizadas y guiadas por inteligencia artificial, junto a soluciones de micro movilidad a la medida de cada persona.
“Las nuevas generaciones no entienden igual el vehículo privado, que para las generaciones anteriores sigue siendo un símbolo de estatus”, afirma Miguel Elizondo, del Observatorio de Movilidad de Invertia.
Se trata de un ejemplo del por qué los automóviles estarían destinados a pasar de ser un elemento de propiedad privada sumamente ocioso, que ocupa actualmente dos tercios de las ciudades, a un medio compartido más en el engranaje de la movilidad.
Las ciudades se ven empujadas actualmente a buscar soluciones de movilidad inteligentes, seguras, sostenibles e inclusivas, que brinden una mayor eficiencia y calidad de vida en un mundo cada vez más globalizado. Y Europa, con sistemas de transporte digitalizados e interconectados y el empleo de distintas fuentes de energía renovable, sigue esa senda.
Pero, ¿qué pasa con América Latina donde el 80% de su población vive en las ciudades?
Según un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) realizado entre 2021 y 2022, América Latina y el Caribe está rezagada en los esfuerzos para incluir más tecnologías digitales en el transporte. Pese a los esfuerzos de política pública de algunos de los países de la región para una transformación digital en este sector, 40 % de las agencias públicas tienen aún pendiente elaborar una estrategia de transformación digital, mientras que para el sector privado la cifra es de 27 %.
El estudio Impulsando la transformación digital del transporte en América Latina y el Caribe, realizado en conjunto con el Instituto de Columbia para la Tele-información, encontró que dos de cada tres organizaciones ya tienen una estrategia de transformación digital, mientras que en 2019 apenas tenían conocimiento sobre el tema.
Sin embargo, 43 % reconocieron estar rezagadas o muy rezagadas frente al promedio de América Latina y el Caribe, cifra que asciende a 67 % cuando se comparan con entidades de países líderes a nivel mundial.
De acuerdo con Facia Pusterla, representante de la oficina del BID en Europa, esta transformación digital del transporte en la región a distintas velocidades, es influenciada por los costos de la tecnología, la falta de talento humano, de recursos financieros, así como una resistencia al cambio.
Una región con grandes desafíos
Esta situación es solo la punta del iceberg en una región que avanza muy dispar en el tema de movilidad, con grandes desafíos sociales, políticos y económicos; además de una alta vulnerabilidad al cambio climático, con pérdidas que, según el BID, podrían alcanzan los 100 000 millones de dólares para 2050 y de las que la infraestructura de transporte no está exenta.
La sostenibilidad del sector transportes también resulta vital para cumplir con la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), así como con las metas climáticas de los países latinoamericanos.
Según el Banco Mundial, en la región 35 % de las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con los combustibles fósiles provienen del sector transporte, un porcentaje mucho más alto que el promedio mundial, que se sitúa en 22 %.
Y la flota de vehículos privados de América Latina está creciendo más rápido que en cualquier otra región y se proyecta que alcance tres veces su tamaño actual en 2050.
Bogotá, la capital de Colombia, es una de las ciudades de la región que le ha apostado fuerte no solo a la electromovilidad, con una flotilla de 1485 buses eléctricos, la más grande luego de China, sino también con una diversidad de medios de transporte interconectados, como tranvías y metros, en el marco de un plan de movilidad y ordenamiento territorial.
Este plan integra también soluciones de micro movilidad, como la disposición de 1500 bicicletas compartidas, algunas de las cuales están adaptadas para personas con discapacidad.
Sin embargo, la experiencia de Bogotá es todavía la excepción y no la regla en la región. Felipe Ramírez, secretario de Movilidad de la Ciudad de Bogotá, señala que América Latina tiene un rezago muy importante en infraestructura, lo cual toma tiempo e implica recursos financieros para acceder a tecnologías, pero resulta ser un paso importante para lograr una movilidad sostenible e incluyente.
“Cuando invertimos en vehículos eléctricos, estamos ayudando a mejorar también la salud de los ciudadanos y su calidad de vida, garantizando accesibilidad y haciendo una ciudad más igualitaria”, señala.
También destaca la riqueza hídrica de la región como una ventaja para la producción de energía limpia que puede servir al sector transporte.
Avance desigual
Javier Navarro, quien está a cargo de Operaciones y Desarrollo de Negocio de QEV Technologies, una empresa española enfocada en la electromovilidad con negocios en América Latina, señala que en la región falta estandarización, infraestructura y financiamiento.
“Hay países donde la eletromovilidad es algo muy real, como Chile o Colombia, pero otros aún lo están pensando”, sostiene.
Navarro destaca el gran potencial que tiene el hidrógeno como combustible principalmente para transporte de carga en distancias a partir de los 400 kilómetros, donde las baterías eléctricas no son una solución viable, pero aún representa una tecnología costosa que requiere, entre otras cosas, de soluciones de infraestructura de abastecimiento.
Para Antonio Lucio Gil, presidente del Fondo Mundial para la Naturaleza en España y experto en movilidad, la utilización de fuentes renovables para una movilidad verdaderamente sostenible, implica también una gobernanza global de los materiales involucrados en el origen para evitar los mismos conflictos y especulación que se ha generado con los combustibles fósiles.
Este es el caso de los minerales que se utilizan en las baterías, argumenta, “ya que están concentrados en muy pocos países, hay desconocimiento sobre las reservas que existen y cómo se produce y se reparte esa riqueza”.
También destaca que “es vital introducir de una manera muy comprometida e inteligente el aspecto social de la transición a la electromovilidad para evitar desigualdades con los sectores más desfavorecidos con problemas de acceso”.
Disminución de impactos
Rana Adib, directora ejecutiva de REN21, concuerda con Lucio Gil en que el sector transportes no debe repetir los mismos problemas generados con los combustibles fósiles. “Toda tecnología e infraestructura generan impactos, por lo que hay que contar con estándares en términos, por ejemplo, de uso mínimo de materiales y reciclaje», dice.
Según Adib, la energía renovable es una oportunidad real para el desarrollo económico de América Latina en un momento en el que los precios de los combustibles fósiles están sumamente altos, pero es vital la participación de todos los actores sociales y el empleo de fuentes de energía local.
Para el reconocido economista estadounidense y líder mundial en sostenibilidad Jeffrey Sachs, América Latina y el Caribe requiere de infraestructura, estrategias comunes y un Pacto Verde como el europeo, que busca que el continente sea cero emisiones para el 2050.
Sin embargo, solamente logrará superar sus desafíos de forma integrada. “Las divisiones que existen ahora mismo en América Latina son artificiales, incluso aquellas políticas son pequeñas comparadas con los intereses comunes de la región”, indica. Y la movilidad sostenible, sin duda, es uno de ellos.
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