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Jue. Nov 21st, 2024
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Desde los inicios de la pandemia se alertó sobre los posibles riesgos que debían considerar las personas con dolencias pulmonares crónicas o cierta predisposición a ellas.

Un estudio, financiado por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) y la agencia federal de investigación médica de los Estados Unidos, incluyó a 27 institutos y centros que pertenecen al Departamento de Salud y Servicios Humanos de ese país, y obtuvo algunas conclusiones sorprendentes. Entre ellas, descubrió que las personas con alergias alimentarias tienen menos probabilidades de infectarse con el SARS-CoV-2 que quienes no tienen alergias

En la bibliografía científica se ha profundizado, a partir del desarrollo natural de la enfermedad, la necesidad de entender si los niños y las personas con asma y enfermedades alérgicas tienen un mayor riesgo de infección por SARS-CoV-2. Además, mientras que investigaciones anteriores identificaron la obesidad como un factor de riesgo de COVID-19 grave, el nuevo estudio identificó la obesidad y el índice de masa corporal (IMC) alto como asociados con un mayor riesgo de infección. Por el contrario, el análisis determinó que el asma no aumenta el riesgo de infección por SARS-CoV-2.

El estudio Human Epidemiology and Response to SARS-CoV-2 (HEROS, Epidemiología Humana y Respuesta frente al SARS-CoV-2) también encontró que los niños de 12 años o menos tienen la misma probabilidad de infectarse con el virus que los adolescentes y los adultos, pero el 75 % de las infecciones en niños son asintomáticas. Además, confirmó que la transmisión del SARS-CoV-2 dentro de los hogares con niños es alta. Estos hallazgos fueron publicados en el Journal of Allergy and Clinical Immunology.

“Las conclusiones del estudio HEROS subrayan la importancia de vacunar a los niños e implementar otras medidas de salud pública para evitar que se infecten con el SARS-CoV-2, protegiendo así del virus tanto a los niños como a los miembros vulnerables de su hogar -explicó Anthony S. Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID), parte de los NIH-. Además, la asociación observada entre la alergia alimentaria y el riesgo de infección por SARS-CoV-2, así como entre el índice de masa corporal y este riesgo, merece una mayor investigación”.

El equipo de estudio de HEROS supervisó la infección por SARS-CoV-2 en más de 4000 participantes en casi 1400 hogares que incluían al menos una persona de 21 años o menos. Esta vigilancia se llevó a cabo en 12 ciudades de EE UU entre mayo de 2020 y febrero de 2021, antes del lanzamiento generalizado de vacunas contra la COVID-19 entre trabajadores no sanitarios norteamericanos y antes de la aparición generalizada de otras variantes preocupantes. Los participantes fueron reclutados de estudios existentes financiados por los NIH centrados en enfermedades alérgicas. Aproximadamente la mitad de los niños, adolescentes y adultos participantes tenían alergia alimentaria, asma, eccema o rinitis alérgica autoinformados.

El procedimiento elegido comprendió que un cuidador en cada hogar tomara muestras nasales de los participantes cada dos semanas para detectar la presencia de COVID y completara encuestas semanales. Si un miembro del hogar desarrollaba síntomas compatibles con la enfermedad, se tomaban hisopos nasales adicionales. También se recogieron muestras de sangre periódicamente y después de la primera enfermedad informada de una familia, si la hubo.

Cuando comenzó el estudio HEROS, la evidencia preliminar de otra investigación sugirió que tener una enfermedad alérgica podría reducir la susceptibilidad de una persona a la infección por SARS-CoV-2. Los investigadores de HEROS descubrieron que tener alergia alimentaria autoinformada y diagnosticada por un médico redujo el riesgo de infección a la mitad, pero el asma y las otras afecciones alérgicas monitoreadas (eccema y rinitis alérgica) no se asociaron con un riesgo reducido de infección. Sin embargo, los participantes que informaron tener alergia alimentaria eran alérgicos al triple de alérgenos que los participantes que no informaron tener alergia alimentaria. Dado que todas estas condiciones fueron autoinformadas, el equipo del estudio HEROS analizó los niveles de anticuerpos específicos de inmunoglobulina E (IgE), que desempeñan un papel clave en la enfermedad alérgica, en la sangre recolectada de un subconjunto de participantes. Según los investigadores, una correspondencia entre la alergia alimentaria autoinformada y las mediciones de IgE específicas de alérgenos alimentarios respalda la precisión de la alergia alimentaria autoinformada entre los participantes de HEROS.

Tina Hartert, quien codirigió la investigación con Max Seibold, es directora del Centro de Investigación de Ciencias Ambientales y del Asma y vicepresidente de ciencias traslacionales de la cátedra de medicina y pediatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Vanderbilt en Nashville. Ella, junto a sus colegas, especularon en el documento final que la inflamación tipo 2, una característica de las condiciones alérgicas, puede reducir los niveles de una proteína llamada receptor ACE2 en la superficie de las células de las vías respiratorias. El SARS-CoV-2 utiliza este receptor para entrar en las células, por lo que su escasez podría limitar la capacidad del virus para infectarlas. Las diferencias en los comportamientos de riesgo entre las personas con alergia alimentaria, como salir a comer a restaurantes con menos frecuencia, también podrían explicar el menor riesgo de infección para este grupo. Sin embargo, a través de evaluaciones quincenales, el equipo de estudio encontró que los hogares con participantes alérgicos a los alimentos tenían niveles ligeramente más bajos de exposición comunitaria que otros hogares.

Por otra parte, estudios anteriores han demostrado que la obesidad es un factor de riesgo de COVID-19 grave. En HEROS, los investigadores encontraron una fuerte relación lineal entre el IMC, una medida de la grasa corporal basada en la altura y el peso, y el riesgo de infección por SARS-CoV-2. Cada aumento de 10 puntos en el percentil del IMC aumentó el riesgo de infección en un 9 %. Los participantes que tenían sobrepeso u obesidad tenían un 41 % más de riesgo de infección que los que no lo tenían. Aún con estos datos, el equipo de trabajo afirmó que se necesita más investigación para explicar estos hallazgos.

Los especialistas de HEROS también descubrieron que los niños, adolescentes y adultos del estudio tenían alrededor de un 14 % de posibilidades de infección por SARS-CoV-2 durante el período de vigilancia de seis meses. Las infecciones fueron asintomáticas en el 75% de los niños, el 59% de los adolescentes y el 38% de los adultos. En el 58% de los hogares participantes donde una persona se infectó, el SARS-CoV-2 se transmitió a varios miembros del hogar. La carga viral en los casos detectados varió ampliamente entre los participantes del estudio en todos los grupos de edad. El rango de carga viral entre los niños infectados fue comparable al de los adolescentes y adultos. Dada la tasa de infección asintomática en niños, una mayor proporción de niños infectados con cargas virales altas pueden ser asintomáticos en comparación con adultos infectados con cargas virales altas.

Los investigadores de HEROS concluyeron, además, que los niños pequeños pueden ser transmisores de SARS-CoV-2 muy eficientes dentro del hogar debido a su alta tasa de infección asintomática, sus cargas virales potencialmente altas y sus interacciones físicas cercanas con los miembros de la familia.

Infobae


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