Cuando en octubre de 1996 el Ayuntamiento de Gloucester, Inglaterra, ordenó demoler la vivienda del número 25 de Cromwell Street, se dieron dos explicaciones.
La primera de ellas fue simplemente urbanística: era necesario abrir una nueva calle y el lugar era ideal porque la edificación había sido expropiada; la segunda se acercaba más a la realidad: borrar todo vestigio de “la casa de los horrores” para que dejara de ser un atractivo siniestro de la ciudad.
Nadie informó oficialmente de dónde había venido el pedido de demolición. No se dijo que desde hacía meses la policía venía presionando a las autoridades para que la borraran de la faz de la tierra y así desapareciera también el monumento de su vergonzosa negligencia.
Porque allí, entre esas paredes, estaba el escenario de decenas de violaciones y asesinatos – e incluso un filicidio -, cometidos durante casi dos décadas, que los policías de la ciudad podrían haber resuelto mucho antes si hubiesen dado crédito a las denuncias y vigilado a quienes la habitaban.
De haberlo hecho, habrían cortado mucho antes la carrera de dos asesinos en serie e impedido la mayoría sus crímenes.
Se llamaban Fred y Rosemary West, eran marido y mujer, y allí dentro habían construido un infierno.
Amantes y asesinos
Cuando se conocieron en 1968, Fred tenía 27 años y una carrera criminal conocida, que lo había llevado más de una vez a la cárcel, aunque por delitos muy menores si se los comparaba con otros que ya había cometido sin que lo descubrieran. Rosemary “Rose” Lets tenía apenas 15 y era una adolescente de temer, expulsada de la escuela y de su casa, autora de robos y otras tropelías. Se hicieron amantes.
Fred, nacido en el campo, apenas sabía leer y escribir. Vivía en Gloucester desde los 15 años y trabajaba de lo que podía. Ya cargaba en su prontuario con dos condenas: una por robo, la otra por abusar de un niño. Su primera mujer, Anne, había desaparecido misteriosamente. Rena Costello, la segunda, se casó con Fred embarazada de otro hombre, así nació Charmaine, su primera hija, en 1963. Juntos engendraron a Anne Marie, que nació en 1964.
En 1970, cuando Fred y Rose llevaban dos años como amantes, Rena y su hija Charmaine desaparecieron del mapa. Fred le dijo a la policía que su mujer había huido con la niña, dejándole a la menor, Anne.
No investigaron el caso. Por entonces en Gran Bretaña no había registro de personas desaparecidas y cuando alguien se iba de su casa lo consideraban como una cuestión de la vida privada. Si la policía hubiera tomado cartas en el asunto habría descubierto que Fred había asesinado a Rena y que Rose, para no irle a la zaga, había matado con sus propias manos a la pequeña Charmaine.
Despejado el obstáculo, Fred y Rena se casaron en enero de 1972. En junio tuvieron a Mae.
Poco después alquilaron la casa del número 25 de Cromwell Street.
Cadena de perversiones
Para poder bancar el alquiler, se pusieron de acuerdo en que Rose ejerciera la prostitución. Fred acondicionó un ambiente en el segundo piso de la casa, al que llamaron “la habitación de Rose”, para que ella ejerciera el oficio. El cuarto tenía una mirilla por la que Fred observaba el desempeño de su esposa. Más tarde, con la llegada de los videos, también la filmaría.
En los años que siguieron, Rose quedó embarazada y dio a luz a siete bebés de diferentes padres. Vivían todos juntos en la casa.
También contrataron como niñera a una vecina de 17 años llamada Carolyn Roberts. Fred y Rose se encapricharon con hacer un trío con ella, pero la chica se negó. Entonces la drogaron para poder violarla durante horas.
Cuando por fin pudo irse – con la promesa de no decir nada – Carolyn hizo la denuncia a la policía, pero la retiró meses después al comprobar que nadie investigaba.
Sala de torturas
Además de acondicionar “la habitación de Rose” en el segundo piso, Fred montó en el sótano una verdadera sala de torturas para dar rienda a otras perversiones de la pareja. Tenían una cama con ataduras y otros artilugios.
La estrenaron en 1973 con Anne Marie, la hija mayor de Fred, que por entonces tenía ocho años. La ataron y la amordazaron para que Fred la violara mientras Rose observaba.
Después se sabría que lo hizo durante seis años, hasta que Anne se escapó de la casa y de ese infierno. Entonces la reemplazaron por otra de las niñas, Heather, que poco después desapareció misteriosamente.
Fred y Rose no denunciaron la desaparición. Había rumores entre los vecinos que dejaron de verla, pero la policía jamás investigó. Podrían haber descubierto que estaba muerta y enterrada en el jardín.
Sin Heather, Fred y Rose siguieron abusando de las otras niñas, más chicas todavía. También las grababan en VHS. Una de las nenas le contó lo que le hacían “sus padres” en el sótano y ésta se lo dijo a su madre. La mujer, muy preocupada, informó a la policía.
No movieron un dedo para investigar: “Seguro que son fantasías de niño”, le dijeron a la mujer.
Alquiler de habitaciones fatales
Para reforzar sus ingresos – con lo que ganaba Rosa en su “habitación” no alcanzaba-, el matrimonio comenzó a alquilar habitaciones de la casa. Elegían muy bien a sus inquilinas, para poder reforzar su círculo de acción criminal. Solo aceptaban adolescentes o mujeres jóvenes que hubieran huido de sus familias o escapado de un correccional de menores.
Algunas se prestaban por necesidad a los requerimientos de Fred y Rose. Las que se negaban terminaban en el sótano, donde después de violarlas y grabarlas durante días, las asesinaban y las enterraban en el mismo sótano, donde el piso iba acumulando las marcas de los emparchados de Fred para tapar los pozos.
También secuestraron a dos estudiantes universitarias mientras esperaban en paradas de colectivos. Las llevaron a la casa, las violaron y las mataron. Theresa Sieghenthaler y Lucy Partington fueron las únicas dos víctimas que se salían del perfil preferido por Fred y Rose: jóvenes marginales o sus propias hijas.
La verdad sobre Heather
Fred y Rose llevaban casi veinte años en su raid criminal cuando los investigaron seriamente por primera vez.
En agosto de 1992, un vecino denunció a Fred por violación y crueldad infantil. Temiendo que Rose fuera su cómplice, los cinco niños que todavía vivían con ellos fueron puestos en hogares sustitutos hasta que se aclarara el asunto.
En diferentes casas, dos de ellos contaron lo mismo: “Heather está en el jardín”, decían y se reían. Cuando les preguntaron, respondieron que era una broma que hacían sus padres.
La justicia ordenó que registraran la casa, pero la policía actuó superficialmente y no encontró ningún cuerpo.
Una detective insistente
La detective Hazel Savage no quedó convencida con la pesquisa. Siguió entrevistando a los niños para recabar más datos. El espectáculo de una cama con correas en los barrotes, las grabaciones porno encontradas en la casa y la mirilla en “la habitación de Rose” la habían convencido de que allí tenía que haber más.
Insistió más de un año hasta que consiguió una nueva orden de registro en la casa de los West, que llevaba todo ese tiempo vacía, porque el matrimonio estaba preso a la espera del juicio por abuso y violación.
El 24 de febrero de 1994, llegó a la casa del 25 de Cromwell Street a la cabeza de un grupo de policías armados con picos y palas. Excavaron en el sótano y en el jardín. Primero encontraron el cuerpo de una niña, después tres fémures. En los días siguientes desenterraron nueve cadáveres.
En el siguiente interrogatorio, Fred confesó haber matado a Heather. También dijo que Rose no había tenido nada que ver.
Hasta hoy se desconoce el nombre de algunas de las víctimas. Solo se identificó a Heather, a las dos estudiantes universitarias, a la segunda esposa de Fred, Rena y a su pequeña hija, Charmaine. Del resto de las mujeres muertas no se sabe nada, siguen siendo cadáveres NN.
Un suicidio y una condena
Fred y Rose fueron llevados a juicio en los tribunales de Gloucester el 30 de junio de 1994. Fred fue acusado de once muertes y Rosemary de diez. Ya estaban en pleno proceso judicial cuando Fred confesó también haber matado a su primera mujer, Ann McFall, a fines de la década de los ‘60, e indicó dónde había enterrado el cuerpo.
Fred no llegó a escuchar su condena. El 1 de enero de 1995, Fred West se ahorcó en su celda de la prisión de Winson Green. Dejó una nota dirigida a su mujer: “Nosotros siempre estaremos juntos por amor. Tú siempre serás la señora West para todo el mundo, que es lo más importante para mí”, decía.
Al pie de la carta dibujó una lápida con una inscripción: “Con amorosa memoria. Fred West. Rose West. Descansa en paz donde no cae la sombra. En perfecta paz él espera a Rose, su esposa”.
Rosemary West fue condenada a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional en octubre de 1996.
“La casa de los horrores”
Mientras Fred y Rose estaban en prisión, un hombre llamado Andy Jones entró en la casa del 25 de Cromwell Street con la ayuda de alguien que, por alguna razón desconocida, tenía una llave. Se llevó una serie de objetos que sumó a la colección que exhibía en la cárcel de Littledean, en Gloucestershire, con el título The Crime Through Time Collection (Colección de Crimen a través del Tiempo).
Cuando se supo, la policía de Gloucester – encargada de custodiar la casa para preservar las pruebas – quedó nuevamente en ridículo. La opinión generalizada fue que no servía ni para cuidar una puerta.
Por eso, apenas terminado el juicio de Rose West, presionó al Ayuntamiento para que demoliera “la casa de los horrores” para borrar hasta la última huella de su negligencia.
Hoy no quedan rastros de ella.
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