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Jue. Nov 21st, 2024
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2 Crónicas: reyes de Judá y profetas

El rey Salomón

Los primeros 9 capítulos de 2 Crónicas se dedican a Salomón (3º rey de Israel), su sabiduría, sus riquezas y la construcción del impetuoso templo de Jerusalén. Evidentemente su reino fue admirado por propios y también por extraños, reyes, reinas y gobernadores de todo el Oriente.

La lectura de los capítulos es agradable y hay un diálogo fraterno entre el rey y Dios, reflejado en sus oraciones y acciones de adoración.

Quedó como el himno nacional del pueblo aquel que creó Salomón: “El Señor es bueno; su gran amor perdura para siempre”

Veo en los diálogos entre Dios y Salomón, como una especie de profecía en la cual el pueblo pecaría, se apartaría de Dios, rompería el pacto y sería llevado al exilio (ver caps. 6 y 7).

El esplendor del templo, de su ceremonial, las riquezas y sabiduría y fama de Salomón son quizá el punto de mayor esplendor del pueblo del pacto.

El templo sería el centro de oración y adoración al Dios verdadero.

Los siguientes reyes de Judá:

Aunque parecería que casi todo durante el reinado de Salomón fue bueno, evidentemente hubo un descontento generalizado por el yugo pesado de impuestos, tributos y trabajos que impuso el rey al pueblo.

Esto desencadenó en un desastre; un verdadero desastre. Dos reinos divididos y enemigos entre sí, y dos reinos, uno más que el otro, tendiendo a la idolatría y el olvido del culto al Señor.

El libro no se centra en el reino del Norte, sino en los reyes del Sur, quienes tuvieron su centro de poder en Jerusalén.

Mencionaré la lista y luego algunas características comunicativas: Roboam, Abías, Asa, Josafat, Jorán, Ocozías, Joás, Amasías, Uzías, Jotán, Acaz, Ezequías, Manasés, Amón, Josías, Joacaz, Joacim, Joaquím y Sedequias.

Fueron 19 reyes desde Roboam hasta el exilio (22 reyes sumándoles a Saúl, David y Salomón).

Es muy interesante y también desconcertante ver la historia de cada rey y sus actos comunicativos.

Las consecuencias de esto, por ejemplo se puede ver en un amigo mío, quien es pastor que se llama “Sedequías”.

Una vez entre varios compañeros le preguntamos por qué le pusieron el nombre de un rey tan malo… y nos respondió: “Mi mamá le dijo a mi padre que vaya al registro civil y me anotara con el nombre “Ezequias” (un rey bueno); pero mi padre con la emoción se confundió y me anotó como “Sedequías”.

Bueno, esta historia que pareciera simpática, simplemente demuestra lo complicado que es conocer a cada uno de los reyes y saber quién era bueno, y quién era malo.

Sin duda la decadencia del reino del sur fue rápida, con reyes que se olvidan del culto a Jehová, abandonan el templo, abandonan el pacto.

Es notable que Dios continuara comunicándose con los dos reinos a través de sus siervos los profetas. Estos profetas estuvieron algunos en el reino del Sur y otros en el Norte. Hay que notar que también siempre existieron profetas falsos y mentirosos, a quiénes algunos reyes preferían escuchar.

Podemos notar que la mayoría de los profetas son desconocidos. Incluso hay una mujer llamada Hulda (34.22) en tiempos del Rey Josías.

Entre rey y rey se pueden ver algunos que hicieron lo bueno, y luego hicieron lo malo, y otros que solo hicieron lo malo. Respecto al templo y el culto al Señor, hicieron esfuerzo por mantenerlo Roboán, Abías, Asa, Josafat, Joas, Ezequías y Josías. Especialmente estos dos últimos se enfocaron en la restauración de las fiestas instituidas en el Pentateuco, especialmente la de la Pascua.

Un rey notable, que hizo muchas cosas buenas fue Uzías, pero al final se volvió arrogante, y se metió al templo a ofrecer incienso como si él fuese un sacerdote. Claro que su pecado no pasó inadvertido.

En grandes porciones se repite acerca de la corrupción del pueblo, adorando a otros dioses, especialmente a una tal Asera, diosa cananea de la fertilidad (similar a Afrodita). Su culto incluía prostitución ritual, tanto femenina, como masculina.

Finalmente entre ir y venir de un dios a otro, terminó la paciencia del Señor y el pueblo fue llevado al exilio en Babilonia por el Rey Nabucodonosor. Entre estos reyes pasaron cerca de 400 años hasta que el templo fue destruido casi en su totalidad. El libro termina con un breve decreto de Ciro, rey de Persia, autorizando el retorno unos 70 años después del exilio.

Los libros siguientes que veremos ya tratan sobre el retorno a la tierra prometida.

Un saludo, bendiciones y hasta la próxima semana, y recuerda: “El Señor es bueno; su gran amor perdura para siempre”.


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