Infobae Cultura dialogó con el fotógrafo argentino residente en Europa, sobre los detalles de “Buenos Aires. Una mirada íntima”, un libro que confirma la belleza arquitectónica de la ciudad.
Construir un territorio, refundar lo conocido, encontrar la belleza en aquello que por cotidiano puede volverse vulgar, invisible. Esa fue la tarea del fotógrafo argentino Ricardo Labougle que plasmó en Buenos Aires. Una mirada íntima (Ediciones Larivière) un recorrido por una ciudad que se le presentó “eterna” y “sorprendente”, y a la que desnuda en lo macro y en el detalle.
La obra está divida en cuatro secciones -Sur, Centro, Norte y Provincia- y cada una de ellas posee una estructura similar: un recorrido, donde aúna capturas de diferentes rincones y retrata desde joyas arquitectónicas a interiores de negocios o estadios de fútbol, para luego centrarse en espacios determinados como los museos Quinquela Martín, el Moderno, de Calcos, el Ricardo Rojas; palacios (Barolo, Aguas Corrientes, Pereda, Errázuriz, etc); fundaciones (Forner Bigatti, García Uriburu, Buchhass), teatros, interiores de hogares históricos, y más.
Ricardo Labougle vive en Europa hace 3 décadas ya, residiendo entre Londres y Madrid, donde es colaborador habitual para publicaciones como The World of Interiors, Elle Decor USA, T Magazine, Architectural Digest, The Wall Street Journal, AD España, Vogue, Le Figaro, El País semanal, y Monocle, entre otras. Ha publicado libros como Living in Argentina (Taschen), Palacio Pereda (Gobierno de Brasil), Las Casas de Cayetana, Duquesa de Alba (El Viso), Luis Bustamante Interiores (El Viso), entre otros.
Para Buenos Aires. Una mirada íntima, detalla en una conversación telefónica con Infobae Cultura, trabajó durante tres años en los que realizó alrededor de 10 mil fotografías, de las cuales apenas poco más de 300 forman parte de la obra y contó con la asistencia de Joan Hecktermann, directora de arte de The World of Interiors, para el momento de la selección y composición.
“Lo hice con toda la ciudad en funcionamiento, sin pandemia. Entonces era muy difícil fotografiar con la ciudad en plena actividad. Muchas de las fotos se hicieron con mucha velocidad, no podía a veces quedarme un rato en un lugar esperando para buscar el momento exacto porque podía correr un riesgo por las cámaras. Después volví un año de pandemia, que ya estaba el libro casi terminado, y era increíble. Pensaba si hubiera tenido el tiempo para hacer el libro en plena pandemia hubiera sido fantástico, veías una persona venir a 300 metros”, comenta.
En ese sentido, Labougle recorrió la ciudad a pie, en taxi y bicicleta buscando belleza, pero también realizó muchas fotos “desde el autobús turístico de la ciudad”: “Era difícil con el movimiento ir haciendo fotos, pero estuvo bueno porque ahí descubría lugares y a veces podía estar en medio de una avenida, como en Diagonal Norte que siempre había tanta gente, y podía estar haciendo la foto desde la altura”.
— A Buenos Aires se la llama “la París de Sudamérica”, pero también podría ser la Madrid de la región, ¿no te parece?
— Sí puede ser, yo creo que Madrid tiene mucho de Buenos Aires y viceversa. Pero Buenos Aires tiene muchos más estilos arquitectónicos que Madrid, hay una influencia alemana, austríaca. Hay cosas de la Gran Vía que te pueden hacer acordar a la Avenida de Mayo. Buenos Aires no es solo París obviamente, pero hay zonas de Buenos Aires que son más París que otra cosa, depende en qué parte estés.
Siempre me sorprendió la diversidad que tiene Buenos Aires a nivel arquitectónico y también a nivel casas privadas, porque como hay dueños de muchos orígenes distintos, de familia distintas, esto produjo que un lugar no tenga nada que ver con el otro. En cambio en España, por ejemplo, o en Europa, cada ciudad tiene un carácter más propio de ese país y en Argentina es como que hay varios países en cada interior y también un impronta local aplicada, pero se ve mucho la influencia de todas las corrientes migratorias.
— ¿Cómo se retrata a una ciudad que ya tiene un imaginario estético marcado, no solo desde la fotografía, sino también desde la literatura o incluso el tango?
— Es un gran desafío sin dudas y lo pensé cuando comencé. Pero me pareció importante guiarme por lo que veía en el día a día, más allá de los planes. Yo siempre voy buscando belleza. Cuando hago fotos trato de buscar la belleza incluso en los lugares que no son tan lindos. Cuando veo algo que me resulta armónico visualmente me gustan fotografiarlo. En el libro hay algunas páginas, por ejemplo, de edificios del centro de la ciudad que son bastante feos, pero hay unos reflejos en los cristales y me parecía que hacían una buena composición o la tienda de Harrod’s cerrada, con la cortina baja. O sea que no solo busco cosas que sean estéticamente lindas para todo el mundo, sino que a mí me llamen la atención, como que encuentro alguna poesía, una belleza en lo que estoy viendo. Y así me voy guiando, viendo lo que me gusta y fotografiando.
— ¿Tenés algún fotógrafo de referencia con respecto a su trabajo en la ciudad?
— Horacio Coppola es una gran referencia, ¿no? Me gusta mucho el trabajo que hizo. Cuando él fotografió también era una Buenos Aires más pura a nivel arquitectura. No estaba todo derribado y con edificios modernos, sino que todo tenía más o menos una estética. No digo que fuera más fácil, pero tenía una cantidad de imágenes que podían ser increíbles, más que hoy en día con todo lo lo que se derribó y todo lo que queda de la Buenos Aires que fue hace 60 años, por ejemplo.
— En ese sentido los fotógrafos de exteriores son documentalistas del pasado en el presente, quizá algo que hoy aparece en tu libro la próxima vez que alguien lleve adelante un proyecto tan grande como éste ya no esté más, teniendo en cuenta el desarrollo inmobiliario de la Ciudad, en la que se derrumban constantemente casonas históricas para dejar lugar a edificios.
— Bueno, me parece que por un lado que las ciudades tienen que ser dinámicas, no pueden quedarse totalmente ancladas en lo que eran. Un ejemplo es Londres, que está lleno de gente que está indignada con todas las torres que están haciendo y por otro lado, ves un Londres que parece Shanghai, algunos skylines de la ciudad y eso también atrae muchísimo la atención, como que la ciudad no para y es ultra moderna, avanza y es pujante. Pero tiene que haber un límite, las zonas que hay un paisaje urbano o algo que queda del pasado que tiene una gracia para la ciudad, hay que mantenerla y protegerlas, porque si no un día vas a llegar a una ciudad y no va a tener ningún carácter. O sea, hay que mantener un poco el carácter de la ciudad, sino también los turistas, no sé a qué van a venir, a comer al restaurante, ni siquiera van a tener nada para mirar. Hay que hacer un balance y ver en dónde se puede desarrollar una ciudad, en qué lugares y en qué lugares no, yo en San Telmo no construiría torres, por ejemplo.
— ¿Puede Buenos Aires seguir sorprendiendo?
— La verdad es que sí. Me emocionaba mucho al recorrerla y volver a recorrerla y que siempre podía seguir haciendo más fotos y más fotos, como que siempre descubría algo nuevo. Quizá sea eso lo que me sorprendía, estar siempre descubriendo cosas nuevas. Es como eso que decía Borges, aunque referido al tiempo, de que la ciudad de Buenos Aires es eterna. A mí me parecía como que no terminaba nunca la sorpresa de encontrar otro lugar, otra esquina, otro ángulo, otro detalle arquitectónico. Me parece que es una ciudad riquísima, nunca me siento conforme con el trabajo que hice sobre Buenos Aires. Una vez que estaba terminado el libro encontraba otro lugar que me daba pena que no hubiera estado. Me pasó mucho eso.
— ¿Cómo cuáles?
— Hay cosas que se quedaron fuera del libro, como detalles de un hotel en Plaza de Mayo, pero recuerdo mucho esos elementos de arquitectura art decó que hacían una composición muy linda y que finalmente no hubo lugar o la Casa Calise en Once de estilo art nouveau. Veo ahora que se están habilitando terrazas en Avenida de Mayo, que yo no conocía o que estaban cerradas y que tienen unas vistas a cúpulas increíbles. Hay una gran cantidad de ángulos para fotografiar cúpulas de la ciudad que todavía no se descubrieron, porque son departamentos privados o oficinas, que a medida que se van abriendo estas terrazas o bares, vas descubriendo esquinas nuevas de la ciudad que son sorprendentes, bellísimas.
— El libro tiene 4 divisiones: Sur, Centro, Norte y Provincia, pero también hay una especie de bonus track en el que capturaste interiores de residencias muy interesantes, tanto antiguas como de artistas. Pienso en el hôtel particulier de Tomás Vallée Meyer Pellegrini, como en los espacios creativos de Miguel Ángel Vidal, Niolás García Uriburu o incluso el Museo Ricardo Rojas, ¿por qué decidiste también hacer estos espacios?
— Bueno, mi trabajo en general es el de fotografiar interiores. Y yo siempre busco los interiores más originales que sean atemporales, que tengan un interés más allá de la época, antiguos o modernos. Que sean realmente especiales y entonces estos lugares los fui eligiendo con esa máxima, de que me sorprendieran. Cuando fotografío ese tipo de lugares disfrutó mucho, es como meterme en ese mundo. Generalmente son casas de artistas las que me llaman más la atención porque es ingresar en su propia obra, caminar sobre una obra dentro de una obra de arte. Así como crean un cuadro o escriben un libro, también la casa habla mucho de esos universos creativos tan especiales. Es comparable lo que siente un niño cuando va a un parque de diversiones, me da mucha adrenalina tener que pasar por el desafío de plasmarlo.
— ¿Y a qué se debió la decisión de sobrepasar los límites de la Ciudad y también capturar algunos espacios de la Provincia de Buenos Aires como la Fundación Buchhass; Villa Ocampo; Benagala, la casa de Paéz Vilaró y hasta una pulpería entre otros rincones?
— Algunos eran espacios que ya había fotografiado y otros los hice para el libro. Me parecía que eran muy únicos, interesantes y no estaban tan lejos de la ciudad; o sea, que los podría agregar a digamos a “Buenos Aires y alrededores”. La distancia máxima resultó como de 120 km. Lo de Páez Vilaró, por ejemplo, mucha gente no sabe que él tenía una casa así en el Tigre, que se parece Casa Pueblo, o esa pulpería que se mantiene igual desde hace por lo menos 100 años. La obra de Le Corbusier es importantísima, es la única casa de vivienda individual en América Latina, y después el Museo de La Plata desde niño me llamó mucho la atención y habiendo recorrido varios museos del mundo de este tipo me sorprendió de adulto, porque es un lugar grandioso, con una arquitectura, una disposición, un concepto museístico de los mejores del planeta. Por un lado me alegraba, me sentía orgulloso y por otro lado decía “qué increible las cosas que pasaban en este país hace 100 años, que estábamos al mismo nivel que los países más avanzados del mundo”.
— Saliendo un poco del libro, estamos en una época de democratización de la fotografía, a partir de los celulares. ¿Cómo te llevas con esta herramienta?, ¿la usas?, y por otro lado, ¿cómo ves la experiencia social del uso de estas cámaras hoy?
— Bueno con respecto a hacer fotos, sí hago fotos con celular. Incluso hay dos o tres fotos en el libro que están hechas con un celular porque no tenía otra opción. Creo que pasaron desapercibidas, o sea, no se nota mucho la diferencia de la calidad con las que están hechas con una buena cámara. También eso depende de muchas cosas, no estaba utilizando un teleobjetivo, las condiciones de la luz eran buenas. O sea, una cantidad de cosas que permiten que la cámara del celular pueda trabajar con esa calidad. Si ponés el celular al límite no te va a funcionar probablemente como una cámara, pero sí se pueden hacer fotos profesionales o semiprofesionales con un celular. Es como una herramienta más, que te puede aportar una espontaneidad o ayudar en un momento a que solo lo puedes capturar con el teléfono. No lo usaría como única herramienta para hacer trabajos profesionales.
Después, el tema de las redes sociales me parece que está bien. Hoy mucha gente se dedica a hacer algo creativo que antes creía que no lo podía hacer y le debe dar alegría. Gente que a lo mejor pensaba que necesitaba tener una cámara o un presupuesto enorme para hacer una foto y ahora cualquiera lo hace. Son personas que dedican parte de su tiempo a hacer algo totalmente lúdico y quizás más interesante que estar mirando lo que hacen todos los demás en Instagram. Si lo hacen como algo creativo es súper positivo y no solamente para mostrar dónde se está, todas estas cosas que pasan en las redes sociales, ”estoy en tal lado, como tal comida”. Si hacen algo de creativo y único, eso ayuda a desarrolla una capacidad que a lo mejor no sabía que se tenía.
— En ese sentido, ¿preferís lo digital o lo analógico?
— A veces trabajo con cámaras de formato medio y con negativos sobre todo. Hay una diferecia que es muy difícil de ver a veces, pero a la fotografía analógica parece que la podés tocar. En el fondo no sé si todo el mundo puede apreciarlo, tenés que tener el ojo. Tiene algo que es inexplicable la fotografía analógica, pero no es la calidad. Es como una textura, una definición distinta. Para definición están las cámaras digitales; el grano tiene algo más romántico.
En el libro hay algunas fotos analógicas. Están hechas con diapositivas. En realidad, las que eran analógicas eran fotos que pude hacer en un momento determinado que no es actual, no son fotos que se hayan hecho para el libro, sino que ya las había hecho. Y pasaban dos cosas: no podía volver por la pandemia y se escanearon e igualaron en definición y calidad al resto del libro, pero también no valía la pena ir a repetirla porque estaban perfectas.
— La última, ¿estás e favor del retoque de la foto?
— Estoy a favor. Hay cosas que son muy feas de ver y no hace falta verlas. Un aire acondicionado o una calefacción o una alarma. Prefiero sacarlo, no limpiaría totalmente las fotos para que no parezca irreal el espacio. Es lo mismo en la moda o en los retratos, que le podés mejorar un poquito a alguien la cara o cualquier parte de la piel sin que se note. Todo lo demás es exagerado y queda ridículo. En un interior, si limpiás todo parece que fuera un solo una sala de exposiciones, no una casa.
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