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Vie. Nov 22nd, 2024
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Estados Unidos sancionó esta semana a tres agentes de la red terrorista que operaban en San Pablo. La cocaína que sale de Perú y Bolivia pasa por el norte de África con la ayuda de los extremistas islámicos.

La red terrorista Al Qaeda pareciera haber quedado opacada ante el ímpetu del ISIS y la reconquista del poder en Afganistán por parte de los Talibanes. Pero eso no quiere decir que no esté operativa en todo el mundo y que no pueda esparcir el terror en forma global. Veinte años después de los atentados del 11/S y a diez años de la eliminación de su líder, Osama bin Laden, la organización sigue viva y se expande. Lo hace con una táctica impuesta por el nuevo jefe, el médico egipcio Abi Mohamed Ayman al Zawahiri: la descentralización y la creación de empresas para usarlas como “tapaderas” de recaudadoras de fondos. Desde 2001, cuando se dio a conocer a nivel global con los atentados a las Torres Gemelas, Al Qaeda tuvo franquicias. Grupos locales que pedían permiso a la “casa central” –que estaba en ese momento en las montañas del Hindu Kush, entre Afganistán y Pakistán- para afiliarse y tener el sello de la organización. Esta práctica se difundió aún más durante la última década. En algunas zonas del planeta están más activas las células locales y en otras la trama financiera. Esta última tiene una operación aceitada y muy activa en América Latina, particularmente en Brasil.

El último miércoles, Estados Unidos incluyó en su lista de sancionados por prestar apoyo a Al Qaeda a tres personas y dos empresas que operan en Brasil. La Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés) señaló como agentes de la red terrorista en Sudamérica a Ahmad Al-Khatib, egipcio de 52 años con residencia en San Pablo; Haytham Ahmad Shukri Ahmad Al-Maghrabi, también egipcio, de 38 años y afincado en Brasil desde 2015; y Mohamed Sherif Mohamed Mohamed Awadd, sirio de 48 años. Los tres eran dueños de dos empresas ubicadas en la zona de Guarulhos de San Pablo. Enterprise Comércio de Moveis e Intermediação de Negocios Eireli, para transacciones inmobiliarias y la venta de muebles, y Home Elegance Comércio de Moveis Eireli, dedicada a la compra y venta de muebles. A través de estas compañías, asegura la oficina del Departamento del Tesoro estadounidense, estos tres hombres recaudaban y lavaban dinero para financiar las actividades terroristas de la organización.

“Las actividades de esta red con sede en Brasil demuestran que Al Qaeda sigue siendo una amenaza terrorista global generalizada, y las designaciones de hoy ayudarán a impedir el acceso del grupo al sistema financiero formal”, dijo el subsecretario del Tesoro estadounidense, Brian Nelson. “Estados Unidos está comprometido a trabajar con nuestros socios extranjeros, incluido Brasil, para desmantelar las redes de apoyo financiero de Al Qaeda”, agregó.

Los agentes que trabajaban en San Pablo para la red Al Qaeda estaban vinculados a Mohamed Ahmed Elsayed Ahmed Ibrahim, uno de los más buscados por el FBI.
Los agentes que trabajaban en San Pablo para la red Al Qaeda estaban vinculados a Mohamed Ahmed Elsayed Ahmed Ibrahim, uno de los más buscados por el FBI.

De acuerdo a lo informado por la embajada estadounidense en Brasilia, Al-Maghrabi había llegado al país en 2015 y se sabe que reportaba a Ahmed Mohammed Hamed Ali –que ya había sido incluido en la lista de los sancionados por sus actividades inmediatamente después de los atentados del 11/S- y se convirtió en el contacto directo de Al Qaeda en Brasil. Mohamed Awadd y Ahmad al-Khatib se instalaron en Brasil a mediados de 2018, abrieron las mueblerías y en sus instalaciones armaron un taller donde falsificaban reales y dólares que transferían a través de sus negocios de compra y venta de muebles. En ese contexto, también recibían transferencias bancarias de otros asociados de la red en Sudamérica. Estos hombres están siendo “designados” en virtud de la ley estadounidense aprobada para contrarrestar la financiación de grupos terroristas “por haber ayudado materialmente, patrocinado o proporcionado apoyo financiero, material o tecnológico, o bienes o servicios a Mohamed Ahmed Elsayed Ahmed Ibrahim o en su apoyo, quien fue designado el 10 de septiembre de 2019 por haber actuado para o en nombre de Al Qaeda”, dijo la OFAC.

En este momento, unas 300 personas de todo el mundo se encuentran en esta lista de sancionados. De esta manera no pueden realizar ningún tipo de transacción bancaria, tanto en los países en los que operan como a nivel internacional. La gran mayoría de los señalados dejan sus negocios y desaparecen protegidos por otros agentes de la red.

Brasil es un foco de atracción para las organizaciones terroristas globales por contener la mayor población de inmigrantes con raíces en Medio Oriente y que profesan el islamismo. En San Pablo y en Foz de Iguazú, en la Triple Frontera con Argentina y Paraguay es donde se concentra la mayoría del millón y medio de musulmanes llegados en los últimos 20 o 30 años a Latinoamérica. A estos, se le suman los antiguos inmigrantes, los “turcos” como se los conoce en toda la región, provenientes de Siria, El Líbano, Turquía y otros países, que vivieron siempre pacíficamente en el continente. Es entre ellos donde se esconden los agentes terroristas y recaudan dinero para sus organizaciones como el Hezbollah libanés que tiene una aceitada maquinaria operando en la Triple Frontera, así como redes menores del ISIS y Al Qaeda. Allí busca el FBI estadounidense, desde hace dos años, al egipcio Mohamed Ahmed Elsayed Ahmed Ibrahim, por actuar como agente de Al Qaeda y facilitador de atentados en Estados Unidos desde 2013.

César Kaab Abdul, fundador de la mezquita Summayyah Bint Khayyat, junto a una de las mujeres que frecuenta el centro en la favela Embu das Artes, Sao Paulo. Entre la extendida y pacífica comunidad musulmana de Brasil, se ocultan los operadores de las redes terroristas. (Archivo de César Kaab Abdul)
César Kaab Abdul, fundador de la mezquita Summayyah Bint Khayyat, junto a una de las mujeres que frecuenta el centro en la favela Embu das Artes, Sao Paulo. Entre la extendida y pacífica comunidad musulmana de Brasil, se ocultan los operadores de las redes terroristas. (Archivo de César Kaab Abdul)

En una famosa conferencia que dio a principios de este año en la Universidad de Defensa Nacional, el ex comandante del Mando Sur estadounidense, el general John Kelly, aseguró que Al-Qaeda, Hezbollah y el Hamás palestino, “realizan operaciones temporales en beneficio mutuo y para formar un frente común en el continente”. Y señaló que una buena parte de la cocaína que se trafica a través de Bolivia y Perú sigue una ruta en África Occidental a través del Magreb, y desde allí a Europa, que es transportada por agentes de Al-Qaeda. La red también facilita las fuentes de financiación. La Office Central pour la Répression du Trafic Illicite des Stupéfiants francesa también elaboró un informe en el que afirma que la ruta del tráfico ilícito de drogas a través del Magreb “está claramente vinculada a una importante operación de financiación de Al-Qaeda”.

En este contexto, algunos académicos relacionan a los extremistas islámicos con el remanente de grupos insurgentes latinoamericanos que serían los facilitadores de la cocaína, como podrían ser las FARC en Colombia o Sendero Luminoso en Perú. Ambas organizaciones están desmembradas y son ahora muy débiles, pero siguen teniendo atractivo para Al Qaeda como lo muestra un artículo publicado en su revista on-line, Qaddaya Jihadyya. Hamed Bin Hasan al-Qahtani, el jefe de redacción, aseguró que los movimientos de resistencia nacionalistas y marxistas de los países en desarrollo, y de América Latina en particular, estaban cambiando de lealtad hacia la red terrorista “al ser testigos de las victorias de al-Qaeda, que nunca ha logrado ningún movimiento laico en el mundo”. Nadie cree que hubieran jurado lealtad a Al Qaeda, pero esto podría denotar, al menos, una conexión para hacer negocios.

También ensayaron alianzas con el crimen organizado. De acuerdo a una investigación de los servicios de inteligencia estadounidenses en Centroamérica descubrió que la Mara Salvatrucha (MS-13), una de las organizaciones criminales juveniles más fuertes y extendidas en el continente, habían negociado con Al Queda un acuerdo para introducir a sus agentes en Estados Unidos a cambio de cientos de millones de dólares. Y se presentaron pruebas de una reunión de Adnan G. El Shukrijumah, un alto operador de Al Qaeda, con los líderes de la MS-13 en Honduras en julio de 2004 y en varias otras ocasiones en los años subsiguientes. En Brasil se siguen pistas similares que conducen a las poderosas organizaciones de narcotraficantes del Primer Comando Capital y el Comando Vermelho que operan también en la Triple Frontera.

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