Este es un artículo de opinión de Jomo Kwame Sundaram, antiguo profesor de economía y ex secretario general adjunto de la ONU para el Desarrollo Económico, y de Nazihah Muhamad Noor, investigadora de políticas de salud pública, especializada en salud global.
KUALA LUMPUR – La falta de vacunación de la mayoría de los países pobres aviva la pandemia de covid-19. La codicia de los países ricos y los monopolios de las patentes impiden a los países del Sur en desarrollo fabricar de forma asequible los medios para protegerse.
La amenaza mutante
El virus SARS-CoV-2 ha ido replicándose a medida que mutaba en diferentes variantes. Numerosas réplicas en cientos de millones de huéspedes humanos han generado muchas variantes. Algunas mutaciones son más resistentes que otras, y más capaces de superar las defensas humanas.
Los primeros datos sugieren que la variante B.1.1.529, la ómicron, es más transmisible que otras, incluida la delta, y posiblemente más resistente a los tratamientos y vacunas existentes. Las autoridades sanitarias de todo el mundo están preocupadas porque la última mutación reconocida por Organización Mundial de la Salud (OMS) pueda desencadenar una nueva gran ola de infecciones y muertes evitables.
Los sudafricanos fueron los primeros en identificar científicamente la nueva variante, alertando inmediatamente a las autoridades sanitarias mundiales. En lugar de agradecer su rápida actuación, las naciones del sur de África están siendo castigadas con restricciones de viaje en los países del Norte.
De hecho, las autoridades sanitarias de Países Bajos reconocen que ómicron ya estaba en Europa occidental antes de los primeros casos sudafricanos. Las respuestas punitivas, como la prohibición de viajar, pueden disuadir a otros gobiernos de actuar y notificar rápidamente, algo tan esencial para una cooperación internacional eficaz.
Promesas, promesas, promesas
Con las enormes desigualdades en la vacunación, especialmente entre los países de renta alta y los de renta baja, el virus ha podido seguir replicándose, mutando, infectando y matando, especialmente a los menos protegidos.
Aunque algunos países de renta alta se han visto obligados a prometer dosis de vacunas a los países de renta baja y media, pero la entrega ha sido muy inferior a sus modestas promesas. A finales de octubre, solo se había entregado una décima parte de los más de 1300 millones de dosis de vacunas prometidas.Los países más ricos han tomado más de la mitad de los primeros 7500 millones de dosis de vacunas. Los países ricos han comprado muchas hasta cinco veces las necesidades de su población. Diez países de ingresos altos tendrán al concluir el año más de 870 millones de dosis sobrantes.
La mayoría de los países ricos han ignorado los llamamientos de la OMS para suspender los refuerzos hasta que el resto del mundo esté vacunado. El ex primer ministro británico Gordon Brown señala que por cada vacuna que llega a los países de renta baja, hay seis veces más refuerzos en las naciones ricas.
En una cumbre en septiembre, promovida por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se fijó como objetivo para finales de 2021 la vacunación de 40 % de los 92 países más pobres del mundo, pero es improbable que al menos en 82 se cumpla este objetivo.
Como observó Brown, aunque Estados Unidos aporta la mitad de las vacunas donadas, solo ha entregado una cuarta parte las dosis comprometidas. La mayoría de los demás países ricos han entregado menos de una quinta parte. Solo China y Nueva Zelanda han dado más de la mitad de lo prometido.
Víctimas del apartheid
Con el acaparamiento de vacunas por parte de los países de renta alta, menos de 3 % de la población de los países de renta baja está totalmente vacunada. A fines de noviembre, solo 5,8 % de los países de renta baja tenía al menos una dosis de vacuna, en comparación con 54% del promedio mundial.
La mayoría de los países de renta baja ni siquiera reservan a través de Covax, el mecanismo público-privado mundial de distribución de vacunas, ya que no pueden permitirse pagarlas. Además, el programa fracasó desde su creación en lograr la cantidad de vacunas necesarias.
Se suponía que Covax debía suministrar 2000 millones de dosis para finales de 2021, pero en realidad se entregaron menos de 576 millones en noviembre. Además, el llamamiento de la OMS a los países del Grupo de los 20 (G20) de potencias industriales y emergentes para que dieran prioridad a Covax fue desatendido en gran medida.
Como los países de renta baja no pueden vacunar a su población, la pandemia se prolongará durante años. La OMS espera ahora alrededor de 200 millones de infecciones más este mismo año, desde el 21 de octubre, y se espera que el total de muertes se duplique con respecto a los cinco millones que se han producido hasta la fecha.
No es de extrañar que las peores víctimas del apartheid de las vacunas sean los países de renta baja.
Los beneficios bloquean el progreso
Se esperaba que la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que debió realizarse del 30 de noviembre al 3 de diciembre, decidiera sobre la propuesta de exención. Pero al suspenderse la reunión, aparentemente por la irrupción de la ómicron, la resolución quedó pendiente.
Propuesto por primera vez en octubre de 2020, ahora cuenta con el apoyo de más de un centenar de los 164 Estados miembros de la OMC. La propuesta de exención temporal de las patentes, copatrocinada por 63 países, permitiría a otros fabricar de forma más asequible los medios para luchar contra la pandemia, sin temor a los litigios de propiedad intelectual (PI).
Pero más de 14 meses después, la propuesta sigue bloqueada. Los países del bloque de la Unión Europea siguen oponiéndose a la solicitud de exención para suspender temporalmente los derechos de propiedad intelectual que protegen los monopolios empresariales sobre las tecnologías y los productos médicos necesarios mientras dure la pandemia de covid.
En tanto la pandemia infecta y mata cada vez más en los países pobres, se está engañando al público sobre la propuesta de exención. Se afirma deshonestamente que no se pueden desarrollar nuevas vacunas sin protección de patentes. Y lo que es peor, se dice falsamente que todos los países en desarrollo carecen de conocimientos técnicos para fabricar vacunas.
Beneficios versus personas
Los países de renta baja han recibido menos de 1 % de todas las vacunas de Pfizer-BioNTech y 0,2 % de las de Moderna.
El laboratorio estadounidense Pfizer espera haber vendido 3000 millones de dosis al finalizar el año, y 4000 millones más en 2022. Dado que la covid es ahora un mal endémico, el director general de Pfizer, Alberto Bourla, espera vender refuerzos durante años, mientras que Moderna, otro laboratorio estadounidense, ha anunciado recientemente un refuerzo específico para el ómicron.
Utilizando los reportes de resultados de las propias empresas, la People s Vaccine Alliance (PVA, en inglés) estima que los fabricantes de vacunas de ARNm de Pfizer-BioNTech y Moderna obtendrán este año unos beneficios antes de impuestos de 34 000 millones de dólares.
Maximizar los beneficios bloqueando la exención supone prolongar la pandemia. En lugar de vacunar a los que aún no se han vacunado por primera vez, ganan mucho más vendiendo vacunas de refuerzo a los países de altos ingresos.
A pesar de obtener más de 8000 millones de dólares de financiación pública, los tres laboratorios se han negado a transferir la tecnología de las vacunas a los países en desarrollo. En cambio, Bourla, de Pfizer, ha desestimado la transferencia de tecnología a los países en desarrollo como una “peligrosa tontería”.
Catástrofe rentable
El principal obstáculo para vacunar al mundo son los beneficios. Está claro que el peligro de ómicron se debe a que el mundo no ha vacunado a miles de millones de personas vulnerables en los países en desarrollo. Esta catástrofe se ha visto agravada por la continua oposición europea a su esfuerzo por suspender los monopolios de propiedad intelectual.
Los 12 000 millones de vacunas fabricadas en 2021 podrían haber vacunado a todo el mundo, pero es evidente que no lo hicieron. Ómicron se debe claramente a la capacidad de las corporaciones para sacar provecho de la pandemia, negarse a compartir el conocimiento y el saber hacer, e intimidar a los gobiernos con contratos injustos y usureros.
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