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GINEBRA – La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) criticó la nueva ola de rechazo hacia los migrantes en el mundo y demandó de los gobiernos respeto para los derechos humanos de las personas en movilidad, al conmemorarse este sábado 18 de diciembre el Día Internacional del Migrante.

António Vitorino, director general de la OIM, declaró que “más allá de las fronteras cerradas, familias separadas e inestabilidad económica, la pandemia mundial, que ya perdura dos años, ha generado una nueva ola de rechazo hacia los migrantes, y la creciente instrumentalización de los migrantes con fines políticos internos”.

“Ambos hechos son inaceptables”, sentenció.

También lo es “la relativa impunidad con la que actúan los inescrupulosos traficantes de personas a lo largo de las rutas migratorias de todo el mundo. En este contexto, cabe respetar el estado de derecho y tomar medidas contra quienes explotan a los más vulnerables”, expuso Vitorino.

En el mundo 281 millones de personas son migrantes, 3,6 % de la población total, tras un incremento sostenido al paso de las décadas, pues eran apenas 82 millones en 1970.

Se calcula que en 2020 dejaron de migrar unos dos millones de personas, debido a los cierres de fronteras y otras medidas derivadas de la crisis sanitaria y económica detonada por la covid-19.

“La pandemia mundial, que ya perdura dos años, ha generado una nueva ola de rechazo hacia los migrantes, y la creciente instrumentalización de los migrantes con fines políticos internos. Ambos hechos son inaceptables”: António Vitorino.

Los trabajadores migrantes suman 164 millones, y en 2019 las remesas transferidas por los migrantes y la diáspora alcanzaron 717 000 millones de dólares, de los cuales 540 000 millones fueron a las comunidades de ingresos bajos y medios en los países en desarrollo, lo que da cuenta de su importancia en la economía global.

En el lado oscuro del panorama, miles de migrantes mueren cada año al emprender su travesía en busca de un futuro mejor. En 2020 perecieron 4236 y este año, al 10 de diciembre, esas desapariciones ya sumaban 4470, incluidos los 55 centroamericanos que perecieron al volcarse un camión que los transportaba en México.

Según la OIM, desde 2014 han desaparecido más de 45 500 migrantes, de los cuales 23 000 en el Mediterráneo, tratando de ganar las costa de Europa desde África, 11 000 en suelo africano, 4000 en Asia y casi 6000 en América.

Este año, 651 personas fallecieron intentando el cruce de la frontera entre México y Estados Unidos, y en América del Sur se registraron más muertes de migrantes que en cualquier otro momento previo. En 64 de 137 decesos estuvieron involucrados nacionales de Venezuela.

En el Tapón del Darién, zona selvática remota entre Panamá y Colombia, se perdieron 42 vidas, si bien los más de 125 000 cruces irregulares ocurridos este año podrían implicar que esa cifra en realidad es mayor.

En Europa, las 2720 muertes ocurridas hacen que este año haya sido el más fatal en la región desde 2018. El cruce del Mediterráneo central se llevó 1315 vidas y al menos 937 personas perecieron en el Atlántico rumbo a las españolas Islas Canarias.

Otra arista del drama es que “los cierres de frontera dimanantes de la covid-19 y la consiguiente crisis económica han dado lugar a pérdidas masivas de empleos para los trabajadores migrantes a escala mundial”, expuso Vitorino.

En particular “se ha afectado de manera desproporcionada a las mujeres, que suelen encontrarse en mayor precariedad en materia de ingresos, seguridad y protección social, y que continúan siendo objeto de discriminación salarial”.

Por otra parte, “la politización de la migración y la deshumanización de los migrantes, observadas en diversos contextos a través del mundo, alientan la xenofobia, socavando así nuestro compromiso de edificar sociedades más resilientes e inclusivas”, señaló Vitorino.

La OIM aboga por el reconocimiento de la obligación de respetar, proteger y cumplir los derechos humanos de todos los  migrantes, independientemente de su estatus migratorio, y por conferirles pleno acceso a los sistemas nacionales de salud, educación y protección, así como al trabajo decente.

También, por la apertura de vías para la migración regular como alternativa factible a las rutas migratorias peligrosas o irregulares y al recurso a las redes de traficantes, así como porque se trabaje para desmantelar los grupos delictivos organizados que se dedican al tráfico de migrantes y la trata de personas.

La propia OIM “debe renovar su compromiso de establecer y reforzar las vías legales para la migración, que permitan proteger tanto la soberanía nacional como los derechos humanos de las personas en movimiento”, concluyó Vitorino.

IPS


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