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PIRAPOZINHO, Brasil – La batata, un cultivo en general secundario en los mercados, puede ser un producto de exportación y factor de desarrollo local, según comienzan a comprobar agricultores del oeste de São Paulo, el estado más rico de Brasil.

“Capital de la batata dulce”, es el eslogan que promueven sus productores en los alrededores de Presidente Prudente, el principal municipio de la región del Pontal del Paranapanema, a la que se conoce así por ubicarse en la orilla derecha del río Paranapanema, que separa São Paulo del también sureño estado de Paraná.

La batata, también conocida como boniato o camote, es un  tubérculo originario del centro y el sur de América, con el nombre científico de Ipomoea batatas, cuya producción se incrementó fuertemente en esta región en los últimos años, a la que localmente se le añade dulce al nombre para resaltar su principal característica.

Ganó importancia para la economía y la identidad de una región cuya agricultura empezó con el café hace un siglo, luego pasó al algodón como siembra principal. La ganadería asumió el protagonismo en los años 60 y lo perdió gradualmente para la caña de azúcar, que desde 1975 es materia prima del etanol, combustible que en Brasil compite con la gasolina en pie de igualdad.

“La batata dulce siempre fue importante acá, pero no lo sabíamos. Empezó a sembrarse hace 40 años para mejorar los pastizales. Ahora su producción se tecnificó y se convirtió en el cultivo principal de muchos agricultores”, explicó Claudia Prandini, dirigente de la Asociación de los Productores de Batata Dulce de Presidente Prudente y Región (Aprobarpp).

Se volvió un producto de exportación, principalmente para Europa y el resto de Sudamérica, además de venderse por todo el Brasil.

La asociación cuenta 25 miembros, pero hay más de 250 productores locales, aseguró Prandini a IPS por teléfono desde Santo Anastacio, municipio donde siembra el tubérculo, a 35 kilómetros de Presidente Prudente.

Además de asociarse, los productores crearon la Feria Tecnológica de la Batata Dulce (Batatec) en Presidente Prudente, que atrajo más de 14 000 personas en su primera edición, en 2018, y 35 000 en 2019. La pandemia impidió su realización en 2020. Este año, en noviembre, la feria se convirtió en un festival gastronómico, con el boniato como principal ingrediente.

En un pequeño almacén las batatas son lavadas y seleccionadas por trabajadores en una cinta transportadora, antes de ser envasadas para la venta dentro de Brasil o en el exterior. Se descartan las que por su tamaño o calidad no son satisfactorias para los compradores y se usan como alimento para el ganado. Foto: Mario Osava / IPS

Esa región no produce la mayor cantidad de batata en Brasil, pero sí las mejores, asegura Prandini. El suelo y la luminosidad solar son los factores de la calidad y de la productividad. Por eso la asociación requirió la denominación de origen, o indicación geográfica, es decir el reconocimiento de las calidades del tubérculo local, como los buenos vinos.

El estado de Rio Grande do Sul, en el extremo sur de Brasil, gana en cantidad, pero solo puede cultivar en el verano, porque el frio del invierno no lo permite.

Luiz Rocha es uno de los mayores productores de la región, en tierras propias y arrendadas en Pirapozinho, otro municipio local, de 28 000 habitantes, a 25 kilómetros de Presidente Prudente.

Cosechó 5500 toneladas de batata el año pasado en 170 hectáreas. Además siembra maíz y soja y se dedica al ganado vacuno para producción de carne. En total sus actividades se extienden por más de 500 hectáreas, la mayor parte arrendadas.

Luiz Rocha, un agricultor que decidió cultivar batatas porque pueden sembrarse en cualquier época del año, en su localidad, Pirapozinho, en el sur de Brasil. La siembra por parcelas en distintos períodos del año rinde cosechas durante todas las estaciones. Foto: Mario Osava / IPS

Empezó en 1986, al darse cuenta que su cultivo de tomates era a pérdida. Costos más bajos y mejores precios favorecían la batata. Pero el intento fracasó por dificultades de transporte hasta el gran mercado de São Paulo, la capital de 12 millones de habitantes, que llega a 20 con su área metropolitana.

“Reanudé su siembra en 1990 y nunca más lo interrumpí. Soy el tercer mayor productor local desde el año pasado”, destacó a IPS en el galpón donde se lavan y empaquetan los boniatos. Durante la visita de IPS, se preparaba una partida para exportar a Canadá.

“La batata dulce se puede producir durante todo el año, sin estacionalidad. Es la gran ventaja que me hizo decidirme. La desventaja es que se trata de un cultivo manual, mecanizado a medias”, matizó. La cosecha se hace con las manos, el tractor solo revuelve el suelo más profundo, dejando los tubérculos más accesibles.

Pero “la desventaja más grande es la oscilación de los precios, un subibaja permanente”, acotó Lucy Rocha, hija del agricultor y quien comparte la gestión de todo el proceso productivo y financiero de la actividad.

Lucy Rocha mientras orienta a los cosechadores de batatas, el nuevo negocio familiar. Ella administra todo el proceso de la producción y venta de los tubérculos, junto con su padre Luiz Rocha, en Pirapozhino, en el sur de Brasil. Foto: Mario Osava / IPS

“La oferta suele superar la demanda, aparecen muchos aventureros cuando el precio está bueno”, señaló la hija, que trabajó como enfermera unos años, hasta ser cautivada por la agricultura. Entonces, estudió y se graduó en administración de empresas para cuidar los nuevos negocios de la familia,  que emplea más de 40 trabajadores en forma permanente y otros ocasionales.

Los Rocha venden su batata a varias partes de Brasil y lo exportan principalmente para Europa. Cultivan cinco de las más de 1000 especies del tubérculo, identificados por los colores púrpura, amarillo, blanco y matices.

Una cerveza artesanal se hace con el tubérculo producido por la familia y lleva la marca LRocha en el letrero.

Se multiplican los productos hechos a partir de la batata dulce. Alcohol para fines cosméticos y  farmacéuticos, harina, alimentos animales, almidón y papas fritas son algunos productos derivados.

Avances tecnológicos, investigaciones en la universidad y centros agronómicos locales y la expansión del cultivo deben de abrir nuevos horizontes para la parte agrícola y la agroindustrial del producto.

Los tres tipos de cerveza LRocha, producidos con las batatas cultivadas por la familia Rocha. Diferentes subproductos del también llamado boniato o camote, como alcohol, almidón y alimento animal, se multiplican y generan una nueva rama agroindustrial em la región del Pontal del Paranapanema, en el sureño estado brasileño de São Paulo. Foto: Mario Osava / IPS

Pontal de Paranapanema es una de las dos regiones pobres del estado de São Paulo, otra es el Valle de Ribeira, donde está conservada la mayor parte de la Mata Atlántica, el bioma más deforestado de Brasil, por ubicarse en la franja costera desde el Nordeste al Sureste, el territorio más poblado del país.

En el Pontal, que tiene 18 392 kilómetros cuadrados de extensión y más de 600 000 habitantes, se recorre centenares de kilómetros por sus buenas carreteras, sin avistar siquiera una mancha forestal preservada.

La ganadería, dominante en las últimas décadas del siglo pasado, expulsó a los agricultores y trabajadores del campo antes ocupado por el café y el algodón, que además de emplear mucha mano de obra fomentaba la industria textil.

Cuatro centrales hidroeléctricas construidas en la década de los 80 en los dos ríos que se encuentran en la región, el Paraná y su afluente Paranapanema, atrajeron miles de personas en busca de empleo, la mayoría sin éxito.

Los desheredados de la ganadería y de esos grandes proyectos energéticos compusieron multitudes que identificaron en la reforma agraria, impulsada por los gobiernos de la redemocratización del país, tras la dictadura militar extinta en 1985, una posibilidad de reinserción económica y social.

La existencia de grandes áreas de tierras públicas o sin uso por sus supuestos propietarios estimuló la toma de predios por el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). La región se convirtió en un foco de violentos conflictos por la tierra en los años 90.

La reforma agraria benefició en el Pontal de Paranapanema a 7133 familias en 140 asentamientos rurales, concediendo a cada familia un promedio de 21 hectáreas. Sucedió tras algunos atentados a tiros de pistoleros de los hacendados, que dejaron varios campesinos heridos.

El cultivo de la batata es de pequeña escala en un país que es una potencia agropecuaria y encabeza las exportaciones mundiales de soja, café, jugo de naranja y carnes. La producción total fue de 47 896 toneladas en 59 790 hectáreas, tan solo 0,9 % del área cultivada, según datos del estatal Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.

Pero en el Pontal puede sumarse a la expansión de la caña y su agroindustria, que además del azúcar y el etanol empieza a producir biogás, y contribuir a economía menos excluyente, que volvió a atizar conflictos por la tierra, con ocupaciones de predios y campamentos de los “sin tierra” en por lo menos ocho de los 32 municipios de la región.

IPS


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