Días antes de que 61 presos murieran ya se hablaba de una nueva matanza, pero también hubo una señal de alerta que las autoridades no vieron.
Entre el viernes 12 y el sábado 13 de noviembre, 61 hombres murieron en la ‘Penitenciaría del Litoral‘ debido a una nueva matanza carcelaria en el país: la cuarta de 2021. Mientras se iniciaban las balaceras, hubo reos que hicieron transmisiones en vivo implorando ayuda; otros enviaron mensajes a sus familias relatando que no había luz, que los asesinos intentaban entrar a las celdas, que no sabían si sobrevivirían.
Estos hechos fueron reacciones a una matanza que duró más de 14 horas y de la que ya se había escuchando días antes, tiempo en el que hubo señales de alerta que un sistema penitenciario sin un sistema de inteligencia carcelaria ignoró.
Primera señal: ‘Detenidos con armamento al exterior’
La mañana del viernes (cuando empezó la masacre), la Policía Nacional detuvo a tres hombres que intentaban ingresar armas (dos fusiles) municiones (370 cartuchos) y explosivos (cinco tacos de dinamita) a la ‘Penitenciaría del Litoral‘.
Alejandro Ruiz, urbanista y experto en seguridad ciudadana, indica que estas no son armas que ingresan con el fin de que alguien a la interna tenga con qué defenderse en caso de una ‘simple’ pelea. «Porque seamos claros, para estar en una cárcel hay quienes incluso fabrican armas para hacer daño en caso que tengan una riña», detalla.
Pero que exista la intención de meter explosivos y armamento de alto alcance es una clara señal de que «algo más grande y peligroso se está gestando». Esta es la señalque no se debió pasar por alto.
El problema – dice el experto– es que las cárceles no cuentan con un sistema de inteligencia penitenciaria. «Si a los alrededores se encuentran personas ligadas a una banda delictiva intentando meter armamento se debe encender un código de alerta, identificar a sus líderes y mantenerlos en vigilancia absoluta. Aquí se los lleva a Flagrancia por portar armamentos y ahí queda. No hay quién cuestione más allá de lo evidente», explica.
A esto se suma que los tres hombres eran reos que lograron vulnerar la seguridad de la cárcel más peligrosa de país para recibir armamento. «Entran y salen y no se escapan porque si eres el administrador te conviene quedarte ahí. Pero mira los peligros para quienes están a los alrededores», agrega Ruiz.
Segunda señal: Un pabellón sin líder
La matanza fue provocada porque uno de los pabellones se quedó sin su líder: tras la liberación de uno de los miembros de los Tiguerones – una de las seis bandas que se disputa el control de las cárceles. Así lo explicó Pablo Arosemena Marriott, gobernador de la provincia de Guayas.
«El contexto de esta situación fue que no había cabecilla de la banda que tiene presencia en ese pabellón porque días atrás, ese líder había sido puesto en libertad porque había cumplido el 60% de su condena», dijo Arosemena Marriott.
Para Ruiz, nuevamente, un departamento de inteligencia penitenciario habría previsto que al estar un pabellón sin cabecilla «otras bandas buscaría doblegarlos, con brutalidad, Lo que provoca una masacre total».
Tercera señal: si los presos lo saben, los guías también
Un reo que habló con ‘The Associated Press’ dijo que días antes ya se hablaba de un nuevo ataque. Lautaro Ojeda, experto en seguridad y docente universitario, dice que si los reos saben de esto, también lo hacen los guías penitenciarios, pero que son víctimas de extorsión y otros «son corruptos»; entonces no se emite alertas, no hay un protocolo en las cárceles para saber cómo actúan los presos antes de un ataque, de un amotinamiento.
DATO:
La matanza se produjo en el pabellón 2, que alberga a 700 presos aproximadamente.
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