La negativa del equipo noruego de balonmano a lucir los bikinis tradicionales reabrió el debate sobre la ropa deportiva femenina.
La cantante Pink anunció que pagará la multa impuesta a la selección noruega femenina de balonmano de playa por negarse a usar lo que se considera vestimenta reglamentaria. El anunció reabrió el debate respecto a la sexualización de las mujeres en el deporte, especialmente en cuanto a su indumentaria.
El equipo noruego fue sancionado hace algo más de una semana, luego de que sus integrantes se negaran a vestir la pequeña parte inferior de los bikinis, que todavía se consideran la vestimenta normal en la práctica de ese y otros deportes acuáticos.
Un debate constante
La polémica no es nueva. Sin embargo, se actualiza cada vez que alguna mujer reclama, como las jugadoras noruegas, su derecho a vestir de la forma en que se sientan cómodas y no necesariamente con atuendos pensados para resaltar la figura femenina.
El debate sobre lo que -en teoría- está bien o no está bien en equipamiento deportivo de mujeres se agudizó luego de que se llamara la atención a una atleta paralímpica por, en cambio, usar vestimenta supuestamente en exceso reveladora para ella.
Lucha por el empoderamiento
El tira y afloja sobre la vestimenta deportiva siempre estuvo acompañado de debates relacionados; esto a la conveniencia o no de que las mujeres practicaran deportes. Y aunque las mujeres intervinieron desde la segunda Olimpiada, en 1900, sus primeras participaciones no fueron oficiales y se circunscribieron a los deportes que se consideraban propios de ellas.
Con el tiempo, la inclusión fue creciendo, pero a inicios del Siglo XX la situación era distinta a la de ahora; es decir, a diferencia de la hipersexualización femenina actual, en los primeros juegos olímpicos se buscaba que las mujeres enseñaran lo menos posible.
En el Siglo XXI, las mujeres reclaman por la exigencia de que se presenten de tal o cual manera para competir, a diferencia de la casi absoluta falta de reglas en este sentido para los hombres.
Sin embargo, el asunto va mucho más allá de lo mucho o poco revelador que sea el atuendo. Esto porque la reciente incursión de deportistas mujeres de países musulmanes, ha puesto también en discusión su derecho a presentarse con atuendos acordes a sus creencias religiosas.
En las Olimpiadas de Río de Janeiro 2016, se tuvo el ejemplo de jugadoras de voleibol de países árabes que usaron hijab y vestimenta poco reveladora. Ahora, en Tokio, se ha visto a gimnastas con trajes enterizos, distintos a los leotardos sin piernas y ajustados que se acostumbran en esa disciplina.
Menos polémico es el caso de la nadadora Alice Dearng, que se presenta a competir con una gorra Soul Cap. Como si quisiera decir: “La moda, no incomoda”.
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