Desarrollan su obra en el espacio público, con “resistencia y hermandad”, en un ámbito tradicionalmente ocupado por varones.
Son mujeres, son muralistas y son latinoamericanas: pintan en grandes dimensiones haciendo suyo el espacio urbano, con colores, formas y texturas.
Y pisan fuerte en un ámbito tradicionalmente ocupado por varones.
“La figura de la mujer en la intervención mural, como en otras disciplinas, siempre ha sido eclipsada a lo largo de la historia”, afirma la artista colombiana Gleo en diálogo con DW.
“Las mujeresque hoy pintan en las calles tienen un compromiso de reclamar, habitar y transgredir el espacio público que nos violenta y excluye”, sostiene la muralista nacida en Cali, y una de las más reconocidas del continente.
“En lo personal, me he dedicado a demostrar que mi trabajo no es una cuestión de género. sino de habilidad, no es una cuestión de origen. sino de universalidad, y no es cuestión de edad. sino de disciplina”, sienta postura.
“Es un trabajo que involucra esferas muy del mundo masculino, como grandes máquinas, la fuerza física, la monumentalidad y el espacio público”, apunta, en el mismo sentido, la muralista argentina Mariela Ajras.
Y sobre su experiencia, cuenta: “En general, puedo decir que, siendo mujer, ya entro en desventaja en algunas escenas. Se da por sentado que, probablemente, un mural tan grande lo debe estar pintando un varón, y que yo soy su asistente o su pareja”, relata.
“Como mujer, tenemos que demostrar el doble que ‘estamos a la altura’, analiza Ajras, cofundadora de la “Agrupación de Mujeres Muralistas de Argentina”.
Asimismo, se reconoce en una larga tradición de mujeres muralistas en el continente “que alzaron su voz para nombrar aquello que las segregaba”.
“Todas se han visto en la necesidad de hacerse un lugar en la escena con cierta lucha”, agrega la artista nacida en Buenos Aires.
“Hay resistencia y hermandad”, sostiene, por su parte, la reconocida ilustradora mexicana Eva Bracamontes, organizadora del Festival Internacional de Artistas e Investigadoras de Arte Urbano, sobre la relación con sus colegas en el continente.
Talento sin distinción de género
Con todo, una característica del mundo equitativo y justo al que aspiran tiene que ver con ser reconocidas en primer lugar como artistas, más allá del género al que adscriban.
“Me gustaría poder ser apreciada no solo por mi capacidad de dar cuenta del mundo femenino, en un universo tan dominado por los hombres, sino por el compromiso con la búsqueda artística”, asegura Ajras a DW.
“Mi trabajo es siempre un ejercicio de autoexploración, una búsqueda incesante hacia el autoconocimiento, utilizando la expresión artística como herramienta para alcanzar alguna respuesta, que inmediatamente se convierte en una nueva pregunta”, cuenta sobre su tarea, pasión y profesión a la vez.
“Algunas veces, esa empresa de confeccionar una metáfora visual para dar cuenta de lo que me sucede, resuena con un estado emocional colectivo, y ahí se produce algo del orden de lo mágico que tiene el arte”, plantea la artista porteña.
“Procuro transmitir amor, alegría, ternura y también sensualidad”, indica, por su parte, sobre su obra Bracamontes.
Arte a la vista de todas y todos
Y destaca: “En la calle se genera un diálogo entre el mural, el espectador y el artista”. “Y eso es lo que me resulta interesante”, confía a DW.
“Puedo crear un vínculo con el espacio adonde llego, y con las personas que terminan cuidando y resignificando los espacios que antes no tenían esa lectura, o eran poco visibles”, explica la artista plástica oriunda de Veracruz.
Y agrega: “Siento una especie de responsabilidad frente al mundo, en términos sociales, políticos, culturales y humanos, de ser consciente del momento en que me encuentro y de lo que viven los demás”.
Efectivamente, el muralismo no puede pensarse en soledad, ni por fuera de las coordenadas de tiempo y espacio que lo ven nacer.
“Hoy, en Latinoamérica el arte callejero o muralse entiende como un trabajo de y para la comunidad, donde se construyen diálogos y soluciones a través de talleres, mingas y murales colectivos”, explica la artista caleña.
“Donde el ego del artista es sacrificado por un fin más grande: un fin colectivo”, asegura.
“El arte es una herramienta para imaginar el futuro”, condensa, por su parte, Ajras. Y confía en que allí estarán ellas, fortalecidas.
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