El 26 de mayo los sirios deben elegir un presidente en medio de una crisis económica y de la pandemia del coronavirus. Pero el ganador ya está decidido: Bashar al Assad se perpetúa en el cargo.
Una gran cantidad de personas se encuentran frente a la embajada de Siria en Beirut. Llevan gorras de béisbol con la imagen del presidente sirio, Bashar al Assad, sostienen carteles con su rostro y gritan consignas como “Dios, Siria, Assad: daríamos todo por ti”. En su mayoría, la gente ha acudido a la embajada en autobuses de la Asociación de Trabajadores Sirios, leal a Al Assad, para depositar su voto. Los vídeos en internet son impactantes.
También en países como Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, los sirios acudieron a las urnas. Este miércoles (26.05) se celebran elecciones presidenciales en Siria. Se trata de las segundas elecciones presidenciales desde el inicio de la guerra, en la que murieron cientos de miles de personas, y millones se vieron obligadas a abandonar el país.
Supuestos oponentes sin chance
Assad, que obtuvo el 88,7 por ciento de los votos en las últimas elecciones presidenciales de 2014, podrá, con toda probabilidad, asegurarse un cuarto mandato de siete años, a pesar de que, como en las últimas elecciones, ha permitido formalmente a candidatos opositores presentarse a los comicios: el ex viceministro de Asuntos Parlamentarios Abdullah Salloum Abdullah, y Mahmud Ahmad Marei. Este último lidera el Frente Democrático Nacional, un pequeño partido de oposición respaldado por el Estado.
“Al Assad se burla de las estructuras democráticas al pretender que dos candidatos aprobados por los servicios secretos sean verdaderos competidores. No tienen ninguna posibilidad de ganar”, afirma Mouna Ghanem, directora del Foro de Mujeres Sirias por la Paz, en entrevista con DW.
Todo el proceso electoral -desde la selección de candidatos hasta el recuento de votos- está controlado por el régimen. El régimen intenta generar legitimidad a través de las elecciones, explica la experta.
“Pero las elecciones demuestran, sobre todo, que Al Assad siguió gobernando, contra todo pronóstico, durante los últimos diez años”, dice a DW, por su parte, Guido Steinberg, experto en Oriente Medio de la Fundación Ciencia y Política (SWB) de Berlín. En la actualidad, Bashar al Assad vuelve a controlar cerca de dos tercios del territorio: solo la región de Idlib, en el noreste sirio, administrada por los kurdos, y los protectorados turcos siguen sin estar bajo su dominio.
Dependencia de Rusia e Irán
Al Assad consiguió continuar en el cargo con la ayuda de Rusia e Irán: ante una amenaza de derrota del presidente sirio, Rusia intervino a partir de 2015 con poder aéreo, fuerzas especiales y policía militar, e Irán envió brigadas y milicias chiíes. Su apoyo significa que Assad ya ha ganado la guerra militarmente, aunque esta guerra aún no haya terminado. “Pero como ya está decidido militarmente, sencillamente tampoco habrá solución política. No hay ningún incentivo para seguir negociando políticamente sobre ningún asunto”, explica a DW la experta en Siria Kristin Helberg. Bashar Al Assad depende ahora de estas potencias “que lo mantienen en el poder”, dice Helberg. Y ahora Al Assad debe recompensar a esas potencias: “Esas partes ven a Siria como una especie de botín que ahora debe repartirse”, analiza Helberg. Rusia ya se ha asegurado por contrato recursos minerales como el petróleo y el gas, pero sobre todo el fósforo.
El país está en el suelo
Muchos consideran que la situación de seguridad es inestable. Daesh, la organización terrorista autodenominada Estado Islámico, nunca ha abandonado el país: se dice que miles de terroristas siguen en la clandestinidad en la región fronteriza entre Siria e Irak. La presencia militar de Irán también es considerada una gran amenaza, especialmente para Israel.
Gran parte de las infraestructuras del país están en ruinas. En las zonas controladas por el régimen, las carencias son cada vez mayores. La gente hace cola durante horas para conseguir pan. Se forman largas filas frente a las gasolineras porque la gasolina se ha convertido en un bien escaso. “Rusia quiere que Occidente llegue a un acuerdo con Al Assad, también para financiar la reconstrucción, porque Rusia no tiene dinero para hacerlo”, subraya Kristin Helberg.
Condicionar la reconstrucción
En Europa, muchas organizaciones humanitarias desean apoyar a la población de Siria. Sin embargo, Helberg advierte del peligro de canalizar esta ayuda a través de organizaciones e individuos cercanos al régimen, porque eso significaría cooperar con él. “Al hacerlo, están consolidando las mismas estructuras que han llevado a este levantamiento. Porque si Europa quiere que más sirios regresen a su país, eso no va a ocurrir mientras Assad gobierne allí de esta manera. No es seguro para ellos”.
En lugar de eso, deben mantenerse las sanciones selectivas y coordinarse con la sociedad civil. “Y la reconstrucción tampoco debe apoyarse simplemente de forma incondicional”, sostiene Kristin Helberg.
Mientras tanto, el ministerio alemán de Asuntos Exteriores declaró que no habrá reconstrucción ni normalización de relaciones con el régimen sirio hasta que este participe en un proceso político creíble dirigido por las Naciones Unidas. Hasta ahora, ese no parece ser el caso.
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