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Se los creía menos vulnerables ante el COVID, pero las cifras latinoamericanas alertan sobre un mayor impacto en niños, en comparación con los de países desarrollados.Se los creía menos vulnerables ante el COVID, pero las cifras latinoamericanas alertan sobre un mayor impacto en niños, en comparación con los de países desarrollados.

Enferman y fallecen menos por COVID, pero no son inmunes. En medio de segundas olas, con nuevas variantes y sin vacunas, la realidad de los contagios y muertes infantiles en América Latina es un signo de alerta.

La evidencia indica que niños, niñas y adolescentes no son el mayor grupo de riesgo ante el coronavirus. “Serían menos susceptibles a la infección por SARS-Cov-2 y además transmiten con menos frecuencia el virus que los adultos. Cuando adquieren la infección, son por lo general asintomáticos y, cuando enferman, suelen tener enfermedad leve”, informa la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Hasta ahora, casi la única preocupación han sido las consecuencias negativas del confinamiento y, por lo mismo, tratar de que regresen a clases, requisito también para que muchos padres puedan trabajar. Pero, al revisar la situación de algunos países latinoamericanos, que publican datos de contagios y muertes por edad, se descubren cifras preocupantes.

Un impacto mayor del esperado

Ya desde principios de la pandemia, el físico chileno Rafael González, académico del Centro de Nanotecnología Aplicada de la Universidad Mayor, comenzó a notar que el impacto en niños era mayor al esperado. “Un artículo de la revista científica The Lancet indica que en Europa los menores no tienen un riesgo tan grande de fallecer, pero, definitivamente, en Chile eso no es así. Entre junio y julio de 2020, con escuelas cerradas y sin variantes, murieron 28 menores de 20 años. Eso es más que lo informado por Italia en toda la pandemia, 27 hasta el pasado 12 de mayo”, dice a DW.

Rafael González Rafael González, del Centro para el Desarrollo de la Nanociencia y la Nanotecnología (CEDENNA): “Los niños enferman, son hospitalizados y están muriendo”.

En Chile, en cambio, con la mitad de la población en ese rango etario, han muerto 123 hasta el 15 de mayo pasado. Sólo de marzo a abril de 2021 hubo 700 hospitalizaciones y aproximadamente 27 decesos de menores de 18. “Son noticias dramáticas”, alerta el físico chileno.

La situación en otros países latinoamericanos es similar. En Perú, al 17 de mayo, en la pandemia habían fallecido 66.770 personas, entre ellas más de 440 menores de 19 años. En Colombia, de los casi 83 mil decesos, más de 200 son menores. En México, autoridades de salud informaron recientemente que, de los 238 mil fallecidos, cerca de 600 son niños.

Según el medio Infobae, en Brasil han muerto por COVID más de 830 niños de menos de 5 años y en Argentina, 185 menores de 20. En contraste, en Estados Unidos, con mayor población y mayor cantidad de fallecidos totales, se registran 139 menores de 4 años. En Alemania, de entre 87 mil muertos, hay sólo 20 decesos en menores de 19 años.

La pandemia y las secuelas en la infancia

Aun siendo un porcentaje menor en el total de muertes, la mayor proporción de niños fallecidos, en comparación con países desarrollados, es un fenómeno que debiera ser revisado, observa González. Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo sobre adultos de menos de 60 repara en un fenómeno similar: “En los países en desarrollo, los grupos de edad más jóvenes representan una proporción significativamente mayor de las muertes por COVID-19 en relación con los países de altos ingresos”. Como ejemplo, por cada 100 muertes en Colombia, cerca de 30 corresponden a personas menores de 60 años, mientras que en Estados Unidos sólo 12 de cada 100.

“Es cierto que no hay muchos casos clínicos de niños, pero se pueden producir casos graves y fallecer”, dice a DW el catedrático de bioquímica y biología molecular de la Universidad Complutense de Madrid José Manuel Bautista.

José Manuel BautistaJosé Manuel Bautista, catedrático de bioquímica y biología molecular de la Universidad Complutense de Madrid: “El virus se transmite compartiendo aire que se respira y en las escuelas se comparte bastante”.

La llegada de nuevas variantes y el hecho de que, por ahora, no hay vacunación para niños -que en todo caso sería desde los 12 años- complica la situación. Además, pueden quedar con secuelas, presentar Covid persistente y Sindrome Inflamatorio Multisistémico Pediátrico (PIMS). Según el último informe de la OPS, en los 22 países y territorios de la región de las Américas se han notificado 5.555 casos confirmados acumulados de PIMS en niños y adolescentes, incluidas 123 defunciones.

En su informe de abril, la OPS advierte un aumento de contagios en niños chilenos y destaca la importancia de continuar el monitoreo en grupos que no cuentan con vacuna. También constata un aumento de PIMS en el país sudamericano, con un acumulado de 203 casos y cuatro muertes por esta causa durante la pandemia.

No menos importante es que “niños que mantienen una infección asintomática, lo llevan a sus familias y colegios y eso permite que el virus siga circulando”, advierte Bautista. A eso se suma el drama de perder a padres y abuelos, y la carga de costos de hospitalización, deudas y desempleo, que pueden llevar a la deserción escolar.

El dilema por la vuelta a clases

“Este virus se transmite a través del aire y compartiendo aire que se respira. No es fácil que los niños mantengan los ajustes de mascarillas y el aire en las escuelas se comparte bastante. Por los pocos casos clínicos, se ha supuesto que las medidas son suficientes, pero esos casos son sólo la punta del iceberg”, advierte Bautista. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), sólo se detecta el 1,2 por ciento de las infecciones en menores de 4 años, el 2,5 por ciento en niños de entre 4 y 14 y el 9,6 por ciento en jóvenes de 15 a 24 años. En personas de 25 a 64, en cambio, se identifica el 64 por ciento de los contagios.

El debate por el retorno a clases no es sencillo. “Qué hacemos con los niños a la hora del trabajo, si no pueden ir a la escuela y ni siquiera les damos un computador para enseñanza online. Probablemente las normas de higiene no han sido suficientes y surgen brotes. Son situaciones muy complejas. La economía juega un papel muy importante y sin tener en cuenta la ciencia se quiere forzar situaciones que a la larga pueden ser complicadas”, señala Bautista.

El gobierno de la ciudad de Buenos Aires libró una batalla para revertir el cierre de escuelas y grupos de padres hicieron campañas por el retorno. En Chile se reunieron firmas exigiendo y apoyando la reapertura decretada por el gobierno, a pesar del creciente número de casos. “Todos queremos que los niños vuelvan a clases, pero ¿Cuándo y en qué circunstancias? No puede ser a toda costa, sino con condiciones que aseguren que sigan sanos”, dice González.

La pandemia afecta a los niños a largo plazo

Organismos como el Centro para Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos recomienda, entre varios requisitos, bajos niveles de incidencia de casos para abrir las escuelas. Y, dada la evidencia de que el virus se transmite principalmente por aerosoles, asegurar espacios abiertos, bien ventilados, uso de mascarillas certificadas y reducir estudiantes por sala.

Más allá de las cifras, la muerte de un niño es una tragedia para cada familia y la sociedad completa, por lo que el foco debiera ser avanzar hacia COVID cero, dice González: “Las decisiones en Latinoamérica deben tomarse de manera acorde a nuestra realidad. Los gobiernos deben liberar estos datos para que los investigadores los analicen y ayuden a tomar mejores decisiones. Lamentablemente, los niños van a salir desfavorecidos de esta pandemia, pero debemos tratar de que no mueran”.


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