En “La economía de la vida”, el intelectual francés critica a los gobiernos que siguieron el modelo chino de gestión de la pandemia y no el de Corea del Sur: proteger, testear, rastrear. Desea la misma movilización por la salud que hoy se da por lo ambiental: “Si tenemos un buen clima pero la gente muere por falta de cuidados, no sirve de nada”
Jacques Attali es un intelectual con los pies bien plantados en la tierra. La principal característica de este francés nacido en Argelia hace 77 años, doctor en Economía y asesor de varios presidentes de su país, es acompañar siempre su capacidad de análisis de la realidad con propuestas concretas para solucionar los problemas detectados. Imaginativo y práctico a la vez, la pandemia no podía no contar con su reflexión y sus sugerencias.
El resultado es el libro La economía de la vida. Prepararse para lo que viene, que acaba de lanzar en castellano Ediciones del Zorzal con traducción de Pablo Krantz.
En este ensayo, completado en noviembre de 2020, Attali es muy severo con la OMS y con los gobiernos que se mostraron imprevisores y poco conscientes de lo que estaba pasando: China en particular, no sólo ocultó información sobre la pandemia sino que luego adoptó un modelo para lidiar con la crisis que resultó muy nocivo para la economía. Attali lo contrasta con la forma en que Corea del Sur, Taiwán y otros pocos países lidiaron con la pandemia con un mecanismo virtuoso. El resultado, un costo muchísimo menor en vidas humanas y en pérdidas materiales.
“Por desgracia, todos los demás países, o casi todos, van a imitar el modelo de la dictadura china, y no el de la democracia coreana”, escribe, y resume este último modelo con tres palabras: “Cubrirse, testear y rastrear”. Además de prevenir con el uso del barbijo, se trata de detectar tempranamente los casos y hacer el seguimiento de todos los contactos de la persona contagiada. La gran ventaja es que se puede hacer “sin confinar al conjunto de la población ni detener la economía”, dice el autor. Europa imita a China y no a Corea. “Una opción lamentable y un error trágico”, escribe Attali, porque “el costo de producir a tiempo tapabocas y tests hubiera sido diez mil veces menor que lo que va a terminar constando la depresión provocada en el mundo por el confinamiento”. Una comparación y una conclusión que valen también para la Argentina, como amargamente lo estamos experimentando.
El título del libro alude a los sectores de la economía que Attali cree surgirán fortalecidos de la crisis o bien serán estimulados a consecuencia de ella, en un mundo que no volverá a ser el mismo. Una mezcla de pronóstico y de aspiración. Se trata, dice, de “todas las empresas que, de una manera u otra, de cerca o de lejos, asumen como misión permitirnos a todos vivir bien”. Y enumera. salud, prevención, higiene, deporte, cultura, infraestructuras urbanas, vivienda, alimentación, agricultura. Pero también seguridad, defensa, tratamientos de residuos y reciclaje, energía renovable, protección de la biodiversidad, educación, investigación, innovación, tecnología digital, logística y transporte, tanto público como de mercaderías, información y medios, seguro, ahorro y crédito. Sectores que, si bien estaban compuestos esencialmente por empresas de servicios, cada vez cuentan con más “empresas industriales capaces de innovar, de aumentar su productividad (principalmente gracias a la digitalización) y, por lo tanto, de mejorar cada vez más su capacidad de cumplir con su cometido”. “Y esto es cierto sobre todo en el crucial sector de la educación, del que depende todo el resto”, agrega.
Del otro lado, están los sectores que hoy esperan -”en vano”, dice Attali- un “utópico regreso de sus mercados, tal como eran antes”. Se trata de las automotrices, las aeronáuticas, las fabricantes de máquinas herramienta, la moda, la química, el plástico, la energía carbónica, el lujo y el turismo. No están condenadas, sino que deben remodelarse.
Jacques Attali es doctor en Economía. Cercano al Partido Socialista, fue asesor del presidente François Mitterrand y luego hombre de consulta de todos los mandatarios franceses. En 2007, Nicolas Sarkozy lo puso al frente de la Comisión para la liberación del crecimiento francés o Comisión Attali; entre 1991 y 1993, fue el primer presidente del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, la entidad creada para asistir a los países de Europa del Este en su transición al capitalismo.
Ha sido promotor de muchas iniciativas sociales como la creación, en 1980, de la ONG Acción Internacional contra el Hambre; en 1984, de Eureka, un programa europeo de investigación y nuevas tecnologías; en 1998, con la colaboración de Muhammad Yunus, de PlaNet Finance, de microcréditos para los países más pobres.
Es un ensayista muy prolífico y no se ha limitado a la política y la economía, sino que también ha incursionado en la novela y el teatro. Entre sus títulos traducidos al castellano, se puede citar: Los tres mundos. Para una teoría de la post-crisis (1982), Diccionario del siglo XXI (1999), Breve historia del futuro (2007), Y después de la crisis, ¿qué? (2009) y El hombre nómada (2010).
Attali elogió el acuerdo alcanzado en la última cumbre del G20, organizada por Riad pero en forma virtual, que incluyó la promesa de aportar más fondos a la iniciativa COVAX, el mecanismo para una distribución equitativa de las vacunas y otros desarrollos farmacéuticos contra el covid-19. Si se ponen en práctica esos acuerdos, dice Attali, podríamos tener “una verdadera gobernanza mundial”.
En cambio, en referencia a la Cumbre del Clima, considera que “no es normal responder a una crisis sanitaria con una respuesta sobre el clima”. En su opinión, “hace falta la misma movilización mundial por una salud para todos”.
“Si tenemos un buen clima pero la gente muere por ausencia de cuidados o por falta de educación no sirve para nada”, advierte en esta charla con Infobae.
— Ya estamos ante una segunda ola de la pandemia de Covid-19, ¿cree que los dirigentes han aprendido algo de lo sucedido el año pasado?
— Estamos en la tercera ola, no en la segunda. Ningún aprendizaje. Todo se sigue haciendo muy mal. Casi todos los gobiernos siguen sin haber comprendido que era necesaria una movilización general de la economía y de la opinión pública para hacer respetar seriamente el confinamiento y para producir las mascarillas, los tests, los respiradores, los remedios y las vacunas a gran velocidad. Estamos en el “más o menos”, en lo “aproximado”, lo que va a hacer durar esta crisis por demasiado tiempo más.
— La mayor parte de los países -Argentina también- no adoptaron el modelo de Corea del Sur, que usted elogia, para lidiar con la pandemia y deben por lo tanto enfrentar severas recesiones económicas. ¿El modelo coreano era muy difícil o muy costoso de adoptar para que hayan preferido las cuarentenas generalizadas y estrictas?
— No, para nada, fue un error profundo de los gobiernos, que no quisieron mirar el modelo coreano, que pensaron que podían pasar a través de las gotas, como se dice en francés, es decir hacer las cosas por la mitad, creyeron que no sería tan grave, que siempre nos íbamos a librar del problema, idea que fue falsa y que nos llevó a esta catástrofe. Tengo que recordar que los coreanos que son más de 50 millones de habitantes tienen menos de 2000 muertos.
— Pese a todo, retomamos las mismas alternativas; es decir, el confinamiento general, con las consecuencias que sabemos tendrá sobre la economía. Un proverbio español dice que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”… La Humanidad no parece haber aprendido de la crisis.
— Absolutamente no. Se esperó siempre una solución mágica. Primero, que la pandemia no fuese grave, que el confinamiento bastaría. Ahora, esperamos que las vacunas sean suficientes y tal vez lo sean pero no las tenemos, o sea que esperamos algo que no tenemos, lo que es absurdo. Las vacunas van a llegar pero demasiado tarde. Hasta entonces van a ocurrir muchas catástrofes. Incluidas mutaciones que serán muy, muy nocivas para la vacuna.
— ¿Cómo evalúa usted el rol de los organismos internacionales como la OMS en esta crisis?
— La OMS fue rehén de los chinos durante mucho tiempo. La OMS debió mostrarnos que China estaba manejando esto muy mal, la OMS debió mostrar que Corea del Sur o Taiwán eran los modelos a seguir. Y no lo hizo. Por lo tanto la OMS fue totalmente criminal en esta historia.
Los acuerdos alcanzados en el G20 en Riad fueron excelentes; si se los hubiese aplicado, sería posible tener una verdadera gobernanza mundial
— ¿Cree que cuando concluya la crisis tendremos una mejor chance de refundar un gobierno mundial un poco más compartido?
— Se puede esperar eso, podemos esperarlo, porque los acuerdos alcanzados en el G20 en Riad fueron excelentes acuerdos que habrían permitido, si se los hubiese aplicado, tener una verdadera gobernanza mundial.
— Por lo tanto usted es más bien optimista
— Sí. Bueno, no soy del todo optimista, pienso que hay un acuerdo del G20 que, si fuese respetado por todo el mundo, incluida la Argentina, sería un verdadero éxito. Por lo pronto, hay un acuerdo.
— Aquí, en Argentina, no hubo clases presenciales durante un año, a todo nivel, de la primaria a la universidad, y la virtualidad fue bastante ilusoria porque 40 por ciento de los argentinos son pobres, en las villas de emergencia no hay la infraestructura necesaria para seguir clases virtuales, como se puede imaginar. ¿Qué consecuencias cabe esperar?
— Un desastre. Un desastre social, un desastre educativo. Generaciones enteras que van a perder el acceso a cosas… hay muchas personas que deberían haber sido médicos, ingenieros, cuadros, creadores, innovadores, que van a desaparecer en la miseria, es una enorme pérdida que las naciones tendrán que reparar. Por eso hay que poner muchos, muchos, medios en la educación para poder reparar eso.
— Usted ha tenido ocasión con bastante frecuencia de aconsejar a presidentes, en su país, Si fuese asesor del presidente de un país como la Argentina, ¿qué le aconsejaría?
— Pienso que hay que poner todo el acento, todo el acento, en la compensación de las consecuencias sociales de la crisis. Eso exige mucho esfuerzo de financiación que la comunidad internacional puede tal vez ayudar a hacer. Es necesario que se haga realmente mucho esfuerzo en la compensación de los problemas sociales y evidentemente en crear las condiciones para que las vacunas lleguen lo más rápido posible.
— ¿Cuáles son los sectores de la economía que deberían ser más respaldados?
— Y bien, son los sectores que yo llamo los sectores de la economía de la vida: salud, higiene, alimentación, educación, cultura, seguridad, lo digital; son los sectores clave.
— En lo que hace a los sistemas de vigilancia que, como usted señala en su libro, se vieron acrecentados, fortalecidos, en esta crisis, ¿es posible retroceder en este despliegue de controles, virtuales y otros, ¿es posible dar marcha atrás?
— Marcha atrás no sería el buen término para mí. Hay que poner esos medios al servicio de la gente. Pienso que conocer mejor la propia salud, conocer mejor nuestro nivel de educación, estar más vinculado con los demás, es algo que ciertamente utiliza esas tecnologías. Hace falta que sean tecnologías al servicio de la gente y no al servicio de los poderosos para vigilar. Si ponemos esas tecnologías al servicio de la gente podrían ser extremadamente liberadoras y democráticas porque le dan a cada uno los medios para conocerse mejor.
— A propósito de la Cumbre del Clima, la pandemia confirmó que la actividad industrial tiene directa incidencia en las emisiones de gas que descendieron drásticamente. ¿Los líderes mundiales aprendieron de esto? ¿Se vio reflejado en la cumbre del clima?
La economía de la vida es buena para el clima y también para la salud, para las otras dimensiones. Concentrarse solo en el clima es un grave error
— No sé, en todo caso, hay una verdadera toma de conciencia sobre el clima que está en marcha, que está bien, porque es necesario, pero es extraño, porque normalmente debió haber una toma de conciencia sobre la salud. No es normal responder a una crisis sanitaria con una respuesta sobre el clima. Es completamente incoherente. Entonces está bien para el clima, pero ahora hace falta la misma movilización mundial por la salud para todos. Si tenemos un buen clima pero la gente muere por ausencia de cuidados o por falta de educación no sirve para nada. Es por eso que hablo de la economía de la vida, que a la vez es buena para el clima pero no sólo para ello. La economía de la vida es buena para el clima pero también es buena para la salud, y para las otras dimensiones. Y concentrarse solo en el clima es un grave error.
Por Claudia Peiró
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