Brenda Ann Spencer, una adolescente solitaria y problemática criada en San Diego, California, empleó el rifle semiautomático que su padre le había regalado en Navidad para tirotear una escuela de primaria el lunes 29 de enero de 1979. La joven de 16 años fue detenida por la policía tras seis horas de tiroteo, dos muertos y nueve heridos, la mayoría niños.
En apariencia, uno más de entre los muchos ataques a colegios que ha registrado EE.UU. en su historia, salvo por la inaudita respuesta que dio Brenda Spencer al ser capturada: «Los ataqué porque no me gustan los lunes. Solo lo hice para animarme el día».
La macabra historia inspiró al cantante Bob Geldof a componer solo unos meses después de la tragedia el tema «I Don”t Like Mondays» («No me gustan los lunes»), en referencia a la respuesta de la adolescente y a su falta de remordimientos por los crímenes cometidos. Declarada culpable de dos asesinatos y asalto con arma mortal, Brenda Spencer no mostró ni un ápice de arrepentimiento durante el proceso. «No tenía ninguna razón más que mi odio a los lunes, solo fue por divertirme. Vi a los niños como patos que andaban por una charca y un rebaño de vacas rodeándolos, así que eran blancos fáciles para mí», explicó la californiana sobre las razones de su ataque.
El odio a los lunes, día de inicio de la semana laboral, es un sentimiento muy extendido en las sociedades modernas y reflejado en la cultura popular, como las viñetas del gato animado Garfield han dado fe desde hace 37 años. E incluso ha causado lo que los psicólogos definen como «la depresión del domingo», un fuerte sentimiento de melancolía ante el final del periodo de descanso. No obstante, el odio homicida hacia los lunes de Brenda Spencer más bien fue el detonante dentro de una mente trastornada con acceso a armas de fuego y 500 balas. Pero, ¿cómo había acabado un rifle en manos de una adolescente con problemas psicológicos?
Su padre le regaló un rifle Ruger semiautomático en Navidad
Nacida en el seno de una modélica familia americana –al menos en apariencia–, Brenda fue una niña solitaria muy acomplejada con su físico. Odiaba el color de su piel, su caballero rojizo, sus pecas y sus enormes gafas contra la miopía. El divorcio de sus padres aumentó su comportamiento antisocial y le dejó en manos de su padre, Wallace Spencer, un alcohólico que, según declaró años después Brenda, maltrató y abusó sexualmente de ella.
Enviada a un centro para alumnos con problemas mentales, el comportamiento de Brenda fue elevando su virulencia en ese periodo. En el verano de 1978, fue arrestada por disparar a las ventanas de la Cleveland Elementary School con una pistola de aire comprimido. Las aves muertas que se congregaban abatidas por el vecindario también anticiparon lo que la mayoría de vecinos temían desde hace tiempo: su afición por disparar a cosas y animales no era una simple travesura. El único que no pareció advertirlo fue su padre, que se había negado a que su hija fuera ingresada en un hospital psiquiátrico y que puso en sus manos un arma letal. Brenda le pidió a su padre una radio por Navidad, pero éste le regaló un rifle Ruger semiautomático calibre 22 milímetros con mira telescópica y 500 balas.
Se despertó y disparó desde su salón
En las siguientes semanas, la adolescente se hizo al manejo del rifle y perfeccionó su puntería. El 29 de enero de 1979 fue el elegido por la joven para acometer una masacre con su arma, supuestamente por el único motivo de ser lunes. A primera hora de la mañana, Brenda se parapetó en la ventana de su salón con vistas directas a la escuela primaria Grover Cleveland, donde había estudiado años antes de ir al centro especial, y abrió fuego entre carcajadas contra todas las personas que se encontraban cerca del edificio. Uno de los primeros heridos fue Chris Stanley, un niño de 9 años que salvó su vida debido a que Burton Wragg, director del colegio, protegió al menor con su cuerpo. Wraggy y Mike Suchar, el celador del centro que ayudó al director a evacuar a los niños, fueron las dos únicas víctimas mortales del suceso.
Tras horas de tiroteo y un deficiente despliegue policial, Brenda se quedó sin munición y los agentes del cuerpo de SWAT de San Diego pudieron alcanzar su casa. A los dos adultos muertos hubo que añadir ocho menores heridos y un policía, lo cual fue castigado con una condena a cadena perpetua revisable, a partir de los 25 años, en una institución penitenciaria para mujeres en Corona, California. Richard Sachs, fiscal del distrito adjunto del condado de San Diego durante el juicio, destacó de la personalidad de la joven «la incapacidad para lidiar con el estrés y una inclinación desmesurada a actuar con ira». Por su parte, los psiquiatras encargados del diagnóstico apuntaron a una lesión del lóbulo temporal del cerebro, posiblemente provocada por un accidente de bicicleta en su más tierna infancia, como origen de su agresividad.
La californiana sigue recluida en Corona 36 años después. Las peticiones de libertad condicional le han sido denegadas en cuatro ocasiones por su aparente falta de arrepentimiento y de empatía hacia las víctima. La última vez que lo intentó fue el 13 de agosto de 2009. Y por el momento, Spencer, de 53 años de edad, no tendrá opciones de libertad condicional hasta el 2019.
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