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Miles de personas presenciaron este domingo en Leicester y sus alrededores la procesión fúnebre de un rey muerto hace más de cinco siglos, Ricardo III (1452-1485), cuyos restos fueron hallados en esta ciudad del centro de Inglaterra en 2012.
 
El sencillo féretro de madera donde descansan los huesos del monarca efectuó así su último viaje hacia la catedral de Leicester, el templo donde se les dará sepultura dentro de cuatro días en una ceremonia que resaltará su importancia en la historia de este país.
 
De alguna manera, el Reino Unido quiere volver atrás en el tiempo y dar a Ricardo III un entierro más apropiado que el que tuvo tras su muerte y, sobre todo, un lugar de reposo más digno que el subsuelo del aparcamiento municipal donde fue encontrado hace tres años.
 
Cinco siglos después de su fallecimiento, el último de un rey inglés en el campo de batalla, uno de los descendientes de su familia, el carpintero Michael Ibsen, se ha encargado de construir el ataúd de madera de roble procedente del Ducado de Cornwall, un trabajo para el que ha utilizado técnicas que se remontan al siglo XV.
 
Con gran solemnidad, el cortejo fúnebre partió en una mañana soleada desde la Universidad de Leicester y allí se celebró la primera ceremonia de la jornada, a la que también asistieron miembros de la Sociedad de Ricardo III, una organización clave en una historia que mantiene fascinado al pueblo británico.
 
Durante años, la sociedad ha hecho campaña para que se excavase en el citado aparcamiento, dado que ahí se conserva todavía parte del antiguo monasterio donde el soberano fue enterrado por primera vez.
 
Tras hallarse los restos, las pruebas que los compararon con el ADN de los descendientes de la hermana mayor del monarca confirmaron la identidad de Ricardo III, cuya muerte significó el fin de la Guerra de las Dos Rosas (1455-1485) entre los partidarios de la Casa de Lancaster y de la Casa de York.
 
El presidente de la sociedad, Phil Stone, ha confiado en que este giro narrativo en la historia de Ricardo III sirva para demostrar que no era “tan oscuro” como ha sugerido la literatura, que le ha pintado habitualmente como un hombre jorobado, ambicioso y cruel.
 
La procesión continuó después por los alrededores de esta ciudad del condado de Leicestershire para detenerse en Bosworth Field, el campo de batalla donde cayó el rey, cuya muerte marcó el fin de su dinastía y cerró un sangriento periodo en las islas británicas.
 
En ese lugar, el obispo de Leicester, Tim Stevens (anglicano), recordó que, “hace más de 500 años, Ricardo fue sacado de este campo de batalla ensangrentado y desnudo”.
 
“Tenemos la oportunidad de dejar que Ricardo haga de nuevo ese viaje, pero esta vez con la dignidad propia de un rey”, dijo el prelado, quien le bautizó como “el rey bueno, el rey guerrero”.
 
Tras ese recorrido campestre, el cortejo cruzó el puente Bow Bridge, que marcaba los confines de la Leicester medieval, para desfilar por su casco antiguo, hasta que el féretro, transportado en un carruaje de caballos, llegó su destino final en la catedral, conocida también como la iglesia de San Martín.
 
El servicio religioso en el templo fue oficiado hoy por el cardenal Vincent Nichols, arzobispo católico de Westminster, en atención a la fe católica que profesaba el monarca, que vivió décadas antes de la reforma de la iglesia de Inglaterra, durante el reinado de Enrique VIII.
 
El féretro permanecerá ahora expuesto en la iglesia durante los siguientes cuatro días, hasta que el jueves se celebrará una ceremonia de entierro en la que participará el arzobispo de Canterbury, el anglicano Justin Welby, así como representantes de la Iglesia Católica y de otras religiones.
 
Durante ese acto el jueves está previsto que se lea un mensaje de saludo enviado por la reina Isabel II, si bien un portavoz de la catedral rehusó hoy dar detalles sobre su contenido.
 
Sea como fuere, Ricardo III descansará a partir de entonces en un entorno digno de un rey, 530 años después de aquel 22 de agosto de 1485, cuando a lomos de un caballo blanco, lideraba a cerca de 10.000 soldados que se enfrentaban al ejército de unos 5.000 hombres que había reunido Enrique Tudor, futuro Enrique VII.
 
A pesar de su inferioridad numérica, las tropas del galés tomaron ventaja en la batalla y el rey se vio obligado a lanzarse con la caballería en un último intento evitar la derrota.
 
El análisis de los restos de Ricardo III ha revelado que sufrió diversas heridas en su cuerpo, incluidas ocho en la cabeza, lo que apunta a que en algún momento del combate perdió el casco y que sus enemigos acabaron sin piedad con él. 
 
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Foto:  www.eldiario.es

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