El estado de abandono de los puestos de control de la SEAM y el avance vertiginoso del agronegocio ponen en riesgo la conservación de los parques situados en la Reserva de la Biosfera del Chaco Central.
El desolado cartel que indica el inicio de la Reserva de la Biosfera del Chaco refleja el estado de abandono estructural de los parques nacionales que allí se encuentran.
Antes de llegar a la sede administrativa del Parque Nacional Defensores del Chaco (PNDCh), ubicado en Fortín Madrejón, flanquean el camino un sinnúmero de estancias con nuevos propietarios, en su mayoría procedentes de Itapúa y Alto Paraná. Lo mismo ocurre en el camino perimetral del parque, entre Madrejón y Lagerenza’i.
Ganaderos de la Región Oriental pueblan los alrededores de la mayor reserva natural del país, según indicó Silvino González, jefe de guardaparques, a un equipo de ÚH que recorrió la zona en la semana.
El tesonero y honesto esfuerzo que ponen los guardaparques –con el escaso presupuesto que reciben de la Secretaría del Ambiente (Seam)– no es suficiente para asegurar la conservación de los parques ante el inexorable avance de la ganadería y la soja en la zona de Boquerón y Alto Paraguay.
El sector donde más se han extendido las estancias para ganado y agricultura corresponde al Este y Noreste del PNDCh. En los últimos diez años, en esa porción se desmontaron grandes extensiones de bosque sobre la parte destinada al amortiguamiento del parque (ver imagen satelital).
El peligro es que el parque Defensores del Chaco –así como los otros cinco que se encuentran dentro de la Reserva de la Biosfera– se conviertan en una “isla rodeada de soja”, en palabras de Silvino.
“Siempre existieron estancias frente al parque, camino al cerro León, incluso, pero nunca se desarrolló tanto. Ahora recién está comenzando a mover y desarrollarse esto”, refiere el guardaparques que hace 37 años resguarda al PNDCh.
Ahora, con el avance de ganaderos –apunta– está cambiando el paisaje de la masa boscosa que caracteriza a toda la región que rodea a este parque de 720.000 hectáreas.
“Hay muchísimas máquinas trabajando allí, para ganadería y soja también”, apunta en referencia a Agua Dulce, situado al noreste del parque. “Se cree que serían más rentables las tierras del Chaco porque no precisan de muchos agrotóxicos y la tierra es humus gris. Por eso vienen estos extranjeros a comprar tierra y si resulta el cultivo de soja en la zona, ambos lados, entonces el parque va a quedar como una isla de soja. Ese es el riesgo”, advierte.
En una Reserva de Biosfera, de acuerdo con un convenio que firmó Paraguay con la Unesco en el 2005, el uso de la tierra para ganadería o explotación forestal debe estar regulado sobre la base del plan de manejo de cada parque nacional.
“Lo que no dicen los documentos de autorización es que sea para agricultura. Ahora la gente está infraganti porque está cambiando de rubro. Se dedica más a la agricultura y deja de lado la ganadería”, menciona.
La falta de infraestructura y control efectivo ponen en peligro, a la par, la principal reserva chaqueña. “Se echa como se quiere, nadie los controla. Los fiscalizadores de la SEAM pueden fiscalizar uno, pero después a nadie más porque entre ellos se avisan, llavean sus propiedades y ya no podés entrar”, comenta.
El PNDCh cuenta con tres puestos abandonados desde hace diez años. Incluso, la sede administrativa carece de mobiliarios para huéspedes y tiene solo un motor generador que da energía eléctrica solo para unas horas, pues se debe racionalizar el combustible.
El jefe de guardaparques cuenta que los cinco cuaciclones y tractores que recibieron en una donación japonesa hace una década ya no existen, puesto que no tenían presupuesto para mantenerlos.
Para Silvino, el monitoreo del parque debe realizarse por aire. “Con un helicóptero, si ves topadoras que están trabajando, podés bajar y preguntar si tienen licencia y fiscalizar. Si es con camioneta, no vas a ir a ningún lado, hay que tener orden de allanamiento y para eso ya desaparecen todas las topadoras”, compara.
Ese es el sueño de este guardaparques que está a poco de jubilarse, pero no piensa irse lejos del parque.
“Es un sueño para mí que tengamos acá una base y un helicóptero. Eso se puede usar para todo, no solo para control, sino para estudios, investigaciones, para el turismo”, remata.
Un milagro salvó de morir al otro guardaparques solitario
Sergio Vargas Esquivel, oriundo de Curuguaty, desde hace cinco años se desempeña como guardaparques en el puesto de Lagerenza’i, distante a unos 170 km del Fortín Madrejón.
En octubre del año pasado se dirigía a la sede administrativa del Parque Nacional Defensores del Chaco (PNDCh) para reemplazar a Silvino González, que cada mes viaja a Asunción.
Al pasar el Destacamento Militar 4 de Mayo, a unos 70 km de Madrejón, tuvo un accidente que lo dejó inconsciente en el camino.
Se cayó de la moto alrededor de las 23.00 de un domingo. Permaneció tendido en la tierra, hasta las 12.30 del día siguiente.
Los militares lo encontraron acostado en el suelo. Se salvó de milagro para contar su desgracia con suerte.
“Según los doctores me agarró derrame parcial en el cuerpo”, contó al equipo de ÚH durante la visita al PNDCh.
Los uniformados le alzaron y le acercaron hasta el destacamento. Lo derivaron a Mariscal Estigarribia y luego a Asunción, donde estuvo una semana en terapia intensiva.
Permaneció unos diez días inconsciente. “Me fui a la ciudad de Curuguaty, a la casa de mi madre, y trece días después de mi accidente apenas conseguía caminar y estaba retrocediendo mi memoria”.
Relata que ni siquiera recordaba cómo llegó a su ciudad natal, donde se quedó hasta enero último.
Sergio, de 35 años, vive con su esposa e hijos en la reserva. Ahora se recupera lentamente, aunque se nota que sigue afectado por los golpes sufridos en el percance.
Cuando camina o mueve los brazos lo hace casi con torpeza, con la misma morosidad de un anciano, y al hablar articula pausadamente las palabras.
Está medicado y a finales de marzo debe volver a capital para realizarse nuevos estudios de la cabeza, según dijo.
Coincide con Silvino, su jefe, en que accidentes como estos ocurren porque ellos están prácticamente solos en la reserva. Recién este mes se incorporarán cuatro nuevos guardaparques al PNDCh, de los 45 que fueron contratados a finales del año pasado por la Seam.
Tres quedarán en Madrejón y tres irán a Lagerenza’i. Mientras los puestos de control de Pablo Lagerenza, Juan Godoy Jurado (a 4 km del cerro León) y Cruce Yaguareté, en Agua Dulce, siguen abandonados.
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