La reliquia china era exhibida en el Museo Nacional de Budapest, en Hungría. Cuando la enviaron a Holanda para estudiarla, se llevaron una sorpresa.
Cuando los especialistas del Meander Medical Center de Amersfoort, Holanda, le realizaron una tomografía a la estatua, no podían creer lo que veían: en su interior había una estructura ósea que coincidía con el esqueleto de un ser humano.
El equipo comandado por los científicos Raynald Vermeijden y Ben Heggelman efectuó más estudios y así logró confirmar la sospecha: era una persona momificada, que estaba allí desde hacía unos mil años.
¿Quién podía ser ese individuo al que habían dado tan particular sepultura? Otros indicios hallados en la estatua fueron develando el misterio.
La presencia de papeles con inscripciones chinas muy antiguas evidenciaron que se trataba de un monje budista. Entonces convocaron a Erik Bruijn, especialista en cultura china y budismo, para hilar aún más fino.
El análisis arqueológico de la pieza, junto a las pruebas de ADN realizadas sobre el material óseo, permitieron descifrar la identidad del monje. Era el maestro Liuquan, perteneciente a la Escuela de Meditación china, de quien se sabe que vivió entre los siglos XI y XII.
Todo indica que se trató de un caso de automomificación, una práctica relativamente común entre los monjes budistas de la época y que luego fue prohibida por China. El sujeto debía someterse a un estricto ayuno y pasaba la totalidad del día meditando en la posición de loto. Si lograba perseverar, terminaba muriendo de esa manera.
Una vez conseguida la meta, sus discípulos terminaban el proceso de momificación y lo adoraban como un “buda viviente”.
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