La constatación de que los sirios golpean a sus mujeres con naturalidad fue registrada por los uruguayos que se encargan de su cuidado y adaptación a la cultura uruguaya. Una situación que pone en aprietos al gobierno.
En octubre a uno de los religiosos maristas le tocó ver cómo uno de los adultos sirios empezaba a pegarle a su mujer con la tranquilidad de quien lo hace regularmente.
El uruguayo intercedió para terminar con la golpiza y le informó al sirio que se encontraba en un país en el que la violencia doméstica es delito. El reprendido se enojó más y pidió irse de Uruguay, más concretamente para alguna nación europea.
Entonces, los integrantes de la congregación le hicieron notar que en Europa las leyes de protección a las mujeres son aún más estrictas. Y los golpes de los sirios hacia las sirias siguieron ocurriendo.
Entre las familias sirias se constataron casos de violencia doméstica difíciles de manejar dada la particular situación en que se encuentran esos ciudadanos: invitados en nombre de un gobierno que se comprometió a hacerle las cosas fáciles para que se adaptaran y vivieran lo más cómodamente posible sin violentar sus costumbres.
Las leyes que existen en Siria, comparadas con las normas occidentales, tienen escasos componentes de defensa de la mujer frente a la violencia de sus parejas.
Si bien la información de los golpes recibidos por mujeres sirias en Uruguay llegó a la Institución Nacional de Derechos Humanos que preside la exfiscal Mirtha Guianze, fuentes del organismo dijeron que de la situación de los sirios está en manos de la Secretaría de Presidencia.
El Observador
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