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Jue. Nov 21st, 2024
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Abdelhasu Faraj, dijo que espera hinchar por Uruguay en Copa América. Por su parte, Abu Wa´el Diva explicó que planea radicarse con su familia. En una carta a los uruguayos Abdelhasu cuenta su vida y su situación de preso, así como anota sus proyectos para el futuro en Uruguay.

Los refugiados que llegaron del penal militar de Guantánamo han comenzado a dejar mensajes a la población uruguaya. Son mensajes de agradecimiento y de tranquilidad.

A través de los abogados los ex reclusos, dan testimonios sobre los años cárcel, así como también agradecen al pueblo uruguayo.

Abu Wa´el Dhiab, de 43 años, habló a través de su abogada, Cori Crider, en su primera visita, lo encontró muy “emocionado”.

Dhiab -nació en Líbano, pero con ciudadanía siria, fue uno de los presos que realizó una huelga de hambre en 2013. La ONG inglesa Reprieve realizó la denuncia sobre sus condiciones de alimentación y de reclusión en general. Además inició juicio contra el gobierno de Estados Unidos.

Crider señaló que él le comunicó que espera radicarse en Uruguay y que para ello traerá a su familia.

Por otra parte, apareció una carta de Abdelhasu Faraj, sirio, de 39 años, exintegrante de una célula terrorista, quien se identifica con su número de recluso en Guantánamo: 329.

Su abogado Ramzi Kassem entregó una carta en la que Abdelhadi cuenta su historia y anuncia su interés en alentar a la Celeste en la Copa América de Chile.

El texto:

“Mi nombre es Abdelhadi Omar Faraj. Por los últimos 12 años también he sido conocido como prisionero número 329 en Guantánamo. Y soy uno de los hombres recién llegados como refugiados a Uruguay desde esa horrible prisión.

Estoy seguro que muchos uruguayos sienten curiosidad por mí y por los otros hombres, así que quiero dirigir esta carta directamente al pueblo de Uruguay, en el espíritu de apertura y de la amistad que nos han mostrado.

Yo nací en Siria en una familia grande, con un hermano y cinco hermanas. Aunque éramos de recursos modestos, yo recuerdo una niñez feliz, pasando días nadando en el río cerca de mi hogar.

Dejé la escuela después del sexto grado, para trabajar, primero como mecánico y después como carnicero. Cuando tenía 19 años viajé a Irán en busca de trabajo y para evitar el servicio militar obligatorio de dos años en Siria.

Trabajé en una carnicería en Teherán, por alrededor de dos meses, pero no me gustó Irán. Fue entonces que me fui para Afganistán donde me dijeron que encontraría empleo y un mayor sentido de comunidad. Mientras estuve en Afganistán, trabajé en una tienda local de comestibles.

Cuando la guerra en Afganistán estalló a fines de 2001, yo temía que una de las partes beligerantes, la Alianza del Norte, me mataría por ser árabe. Huí por tierra a Pakistán.

Cuando llegué a la frontera con Pakistán, fui detenido por soldados paquistaníes. Dentro de un día me entregaron a miembros del ejército estadounidense a cambio de una recompensa. Por un período de seis meses, los americanos me encarcelaron en Kandahar, Afganistán, en condiciones infrahumanas. Fui interrogado sin cesar, severamente, y no me permitieron bañarme.

Luego, el 8 de junio de 2002, guardias estadounidenses me vistieron con overol de color naranja y zapatos anaranjados, guantes gruesos para quitar cualquier sentido de tacto, orejeras a prueba de sonido, gafas opacas y una máscara quirúrgica, y me encadenaron dentro de un avión.

Una vez a bordo, ellos me dieron una inyección sin mi consentimiento, que me durmió y me mantuvo letárgico y mareado por muchos días. Ese avión aterrizó en la Bahía de Guantánamo, Cuba.

Por 12 años los Estados Unidos me encarcelaron en Cuba frecuentemente en condiciones crueles, sin cargos, juicio o proceso justo. En 2009, un equipo de gobierno de los Estados Unidos incluyendo a representantes de los militares, el FBI y la CIA revisó mi expediente y determinó de forma unánime que yo debería ser liberado de Guantánamo.

Sin embargo, permanecí 5 años más en esa prisión desesperante ya que mi propio país, Siria, se hundía en una sangrienta guerra civil, haciendo que mi repatriación allí fuera imposible.

Si no hubiera sido por Uruguay, hoy aún estaría en ese agujero negro en Cuba. No tengo palabras para expresar lo agradecido que estoy por la confianza inmensa que ustedes, el pueblo uruguayo, han puesto en mi y en los otros prisioneros, en abrirnos las puertas a su país. No podemos agradecerles lo suficiente por recibirnos en su país.

También deseo agradecer personalmente al Presidente José Mujica por su acto noble de solidaridad con nosotros y por su compromiso a tratarnos como seres humanos plenos, en vez de actuar como otro carcelero.

En cuanto a mí y los otros prisioneros, deseo asegurarles a todos los uruguayos, incluyendo el gobierno uruguayo, que brindaremos solo buena voluntad y contribuciones positivas a Uruguay, mientras aprendemos español y rehacemos nuestras vidas aquí.

Yo también aprecio profundamente la iniciativa humanitaria emprendida por la Embajadora de los Estados Unidos en Uruguay, Julissa Reynoso, en hacer nuestro reasentamiento aquí posible.

He seguido durante mucho tiempo a la Celeste y tenia la esperanza de hinchar desde Uruguay, durante esta última Copa Mundial. Aunque esto no resultó posible, espero poder seguir sus logros con el pueblo uruguayo en la próxima Copa América!”

Unoticias – Subrayado


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