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Jue. Nov 21st, 2024
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El desorden reinó el domingo en el Tupãsy Ykua y en la entrada al camarín de la Virgen, en pleno santuario de Caacupé, y se llegó hasta a los golpes. Al término de la misa de la mañana, los feligreses tomaron la fuente natural por un poco de agua de la Virgen. A golpes, empujones, gritos y botellazos, la extracción de agua se convirtió en un suplicio.

¿Dónde está la seguridad para poner orden?, se preguntaron los devotos en lo alto y en lo bajo del tradicional pozo. “Eikepy nde arruinado, Ejúna policía ko’ápe”, gritó desde el costado de la capilla Matías Brítez. El sanlorenzano criticó la falta de organización. “No se puede, no tengo ganas de meterme ahí, es un desastre”.

Arriba del Ykua tradicional, doña Marta Riveros sudó hasta la conciencia mientras alentaba a su marido Cristóbal Ávalos a que se anime a meterse en el medio de la multitud por un poco de agua. “No hay policía, no hay nada”, se quejó la limpeña, que por una quemadura de agua caliente que sufrió el sábado se privó de sumarse a la pelea por el agua.

El suplicio de esta pareja empezó temprano, ya en la Terminal de Ómnibus de Asunción. Aunque llegaron ahí a las 4.45, subieron a un bus recién a las 6.30, por la cantidad de personas. “Ojalá que no sea así cuando vengan mis hijos el 8 de diciembre”, se lamentó la mujer.

Unos minutos después llegaron los policías para ordenar la zona. Las dos áreas dispensadoras de agua del Ykua de la Virgen de Caacupé también se colmaron de fieles, pero en menor número. En estas canillas, las madres aprovecharon para hidratar a sus bebés para aguantar el calor.

Orden a medias. Las nuevas disposiciones que rigen en el santuario para ingresar al camarín de la Virgen sorprendieron a los devotos que llegaron deseosos de posar sus manos lo más cerca posible de la Inmaculada. Al término de la misa, la organización montó unas vallas amarillas para direccionar a los fieles directamente al camarín y evitar el tumulto que año a año es tradicional.

El acceso fue lento y así, al inicio de la explanada, el empujón se volvió una cuestión de fe y pasar al camarín implicó paciencia y apretujones.

El orden dio espacio al desorden unos minutos, así fue que a pesar de contar con protección policial en el área, los vigilantes del santuario sufrieron maltratos durante el ingreso al camarín. Incluso, en un momento de la mañana, una mujer convirtió el recinto santo en un ring al golpear a un servidor. Rápidamente, los policías apresaron a la devota agresora. Los responsables de garantizar el orden esperan que los fieles lleguen más tranquilos el 8 de diciembre.

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