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Vie. Nov 1st, 2024
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El presidente de Ecuador, Rafael Correa, 51, dice que una “restauración conservadora” está en marcha en América latina y que puede “ponerle un fin a ese ciclo de gobiernos progresistas” en el continente, en caso de no estar atentos a esa amenaza.

“La derecha nacional e internacional ya superaron el aturdimiento. Están claramente articuladas”, dijo el presidente ecuatoriano.

Correa estuvo en Brasil la semana pasada para participar de la reunión de la UNASUL, que reúne a los países de América del Sur, con los BRICS, un bloque integrado por China, Rusia, Brasil, Sudáfrica e India.

Dijo que las medidas anunciadas por los BRICS pueden “marcar el inicio de un orden social menos injusto” y que, para los Estados Unidos, la iniciativa “debe ser preocupante”.

Defendió la ley ecuatoriana que regula los medios de comunicación. Y afirmó que puede volver a ser candidato a la presidencia de su país en 2017; Correa está en el poder desde 2007.

El ecuatoriano recibió a Folha en Brasilia el pasado jueves (17), día del accidente de avión que dejó 283 pasajeros muertos en Ucrania.

Lea, a continuación, un resumen de la conversación:

Folha- Hace pocas horas un avión cayó en Ucrania y todavía no está del todo claro lo que sucedió. Hay sospechas acerca de que fue derribado. ¿Cómo ve la situación en la región?

Rafael Correa- Es un hecho gravísimo [la caída del avión]. Lo que sucede en Ucrania es un juego geopolítico de grandes potencias. Está el interés de Europa sobre el país, por sus recursos naturales y con Rusia ocurre algo similar. Esperamos que se solucionen los problemas.

¿Fue pura coincidencia que Estados Unidos anunciara nuevas sanciones sobre Rusia el mismo día en que el presidente del país, Vladimir Putin, se reunió en Brasil con los otros líderes de los BRICS y de América del Sur?

No quiero especular ni tampoco tengo información al respecto. Pero lo que se debe resaltar es la doble moral. Sancionaron a Rusia, entre paréntesis, como si la humanidad tuviera nombrado un árbitro mundial. ¿Y dónde están las sanciones por más de medio siglo de embargo de Estados Unidos a Cuba? Eso sí que viola todo el derecho internacional.

¿Estados Unidos quedó incómodo con la reunión de los BRICS?

Si queremos un mundo multipolar, tenemos que conformar y aproximar los bloques. Fue lo que ocurrió ahora, entre los BRICS y la UNASUR. Para el país hegemónico de un mundo unipolar, debe ser preocupante. No me cansé de felicitar a [la presidenta] Dilma [Rousseff]. La reunión fue una idea brillante, y puede marcar el inicio de un orden mundial menos injusto.

¿Pero las medidas anunciadas conseguirán crear de hecho un contrapunto a la hegemonía de Estados Unidos y sus aliados?

La unión hace la fuerza. Los BRICS representan el 40% de la población y el 25% de la producción mundial. Crearon una nueva arquitectura financiera para no depender del FMI ni del Banco Mundial. La UNASUR debe hacer lo mismo -creando incluso, en el futuro, una moneda única regional, para ser menos dependientes de los centros de poder-. ¿Por qué un juez en Estados Unidos puede hacer que la Argentina quiebre? Porque por allí pasan todos los pagos [del mundo], que pueden bloquear. Con un sistema alternativo, el sistema hegemónico perdería poder.

Usted habla de una moneda única desde 2006. El Banco del Sur, de la UNASUR, fue creado en 2007 y no funciona. La integración energética tampoco pudo despegar

Hay cosas en la teoría impecables. Otra cosa es en la práctica, cuando el tema envuelve a varias naciones. Los BRICS actúan hace diez años, son sólo cinco países y recién ahora están ejecutando las cosas. Pero no tenemos tiempo que perder [en América latina]. Tenemos que hacer cosas rápidamente. Y no vamos rápido.

Usted dice que hay presidentes de países del continente que no tienen interés en la integración sudamericana.

No nos engañemos: la integración de América latina, con visión independiente, soberana y digna es una preocupación para Estados Unidos. Y ya hay una restauración conservadora, de la derecha, de las elites de siempre del continente, para frenar estos procesos integracionistas y progresistas en el interior de nuestros países. Y ahí surgen contrapropuestas a la UNASUR, como la Alianza del Pacífico [integrada por Chile, Perú, Colombia y México], que es neoliberalismo puro.

En la última década, la bonanza económica mundial coincidió con la llegada al poder de liderazgos carismáticos de izquierda, como el de Lula y Hugo Chávez. Ahora todo cambió. La economía empeoró. Los liderazgos no son los mismos. ¿El modelo podría haberse agotado?

Comenzó un ciclo nuevo en América latina cuando Chávez llegó al poder, en 1999, en plena noche liberal. Después llegaron Lula, Evo Morales, en Bolivia, Tabaré Vásquez, en Uruguay, Michelle Bachelet, en Chile, Néstor Kirchner, en Argentina, la revolución ciudadana en Ecuador. ¿Quién podía imaginar, en los años 90, que esos progresistas llegarían al poder, cuando América latina estaba gobernada por Fujimori, Collor de Mello, Menem? Fue un cambio de época. Pero hemos dicho: hay una restauración conservadora. La derecha nacional y la internacional ya superaron el aturdimiento con la debacle del liberalismo y con nuestros gobiernos. Están claramente articuladas. La derecha ecuatoriana tiene contacto con la venezolana, con la americana, que financia supuestas ONGs, no sé si con la brasileña, todo para combatirnos.

Pero hay problemas reales en cada país.

Somos víctimas de nuestros propios éxitos. Mire los espectaculares avances en Brasil, sociales, de reducción de la pobreza. Y vea las protestas que ocurrieron contra Dilma y contra el Partido de los Trabajadores. Hay una nueva clase media que nos exige cada vez más. Los medios de comunicación, que son instrumentos de la derecha, aprovechan para decir que nada vale, que el pasado era mejor. Claramente hay una restauración conservadora que puede ponerle un fin a ese ciclo de gobiernos progresistas. Necesitamos estar muy atentos.

Usted ya dijo que es necesario evitar personalismos en la política. ¿Pude presentarse a una nueva reelección?

Es preciso evitarlo, pero, precisamente por esa restauración conservadora, hay una inmensa responsabilidad sobre nuestros hombros. Pero créame: como último recurso de nuestro proyecto está mi reelección en 2017.

La cuestión de la prensa es un tema sensible en cualquier parte del mundo y también en América latina. Varios países, inclusive Ecuador, aprobaron leyes de regulación de la comunicación.

El poder mediático se convirtió en un poder político. Nuestro adversario en Ecuador no es la derecha pero sí sus medios de comunicación. Nos presentan como gobiernos autoritarios que persiguen periodistas patriotas que sólo quieren decir la verdad. Y eso no es cierto. Enfrentamos día a día la manipulación de información de ciertos medios de comunicación en manos de la oligarquía. Sin ninguna legitimidad democrática quieren imponer la agenda política, quieren someter a los gobiernos, calumnian, manipulan. La sociedad tiene que defenderse de eso.

El PT, que en Brasil lidera esa discusión, dice que se trata de garantizar la pluralidad, regulando concesiones audiovisuales, el negocio, pero jamás el contenido. ¿En Ecuador la ley no interfiere en el contenido cuando dice, por ejemplo, que una persona no puede ser “desprestigiada” en la prensa o sufrir “linchamiento mediático”?

Tal vez nuestro error haya sido no usar la palabra acoso en vez de linchamiento. Pero está claramente descrito en la ley lo que es el linchamiento. Y eso tiene que ser regulado. Usted no imagina los excesos que había en la prensa de Ecuador. Si el director de una empresa municipal llegaba a cobrar un impuesto sobre el agua de una radio, sufría linchamiento hasta ser sacado del cargo.

¿El exceso de un lado no puede crear, del otro, un desequilibrio? El poder mediático es fuerte pero el poder del Estado también lo es.

Por eso hay escrutinio público, hay instancias, una Superintendencia de Comunicación [Supercom], todos [los medios de comunicación] tienen derecho a defenderse. ¿Y lo que critican? “Nos obligaron a rectificar [informaciones] 82 veces”. ¡No dicen que no mintieron! Estaban acostumbrados a mentir, a no dar derecho a réplica, a tener el control, a que los presidentes temblaran frente a ellos. Un proyecto político ganaba las elecciones, pero ellos eran los que gobernaban, legislaban y juzgaban. La fiesta se acabó. Cuando le conviene, la prensa se denomina el cuarto poder. Y todo poder debe ser regulado por la sociedad, por medio de la ley. Imagínese el poder financiero sin regulación, el poder político sin fiscalización. Y hasta el poder religioso: de pronto surge una religión que permite sacrificios humanos. ¿Y el único poder que no puede tocarse es el mediático? Tenemos que superar esos tabúes.


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