Hace dos meses, un fan de Pablo Lescano, cantante de Damas Gratis, puso una foto en Twitter en la que le mostraba al mundo que se había tatuado el autógrafo (gigante) de su ídolo en la espalda. Pero la respuesta del cantante lo llenó de preguntas: “¡Te cagaron! Esa no es mi firma”. El pobre fan, humillado ante los 320.000 seguidores de Lescano que se desarmaban de la risa, se defendió contando un “detrás de escena” que era habitual en la época en la que tener un autógrafo dedicado te posicionaba como un capo: un plomo de la banda le había hecho llegar una remera firmada y dedicada –ponele– por Lescano. Bueno, el asunto es que esas hermosas maldades son cada vez menos viables: es que ya nadie pide autógrafos, los que quedan pasaron a la vitrina de las reliquias y la selfie se lo comió todo.
Mariano de la Canal, conocido como “el fan de Wanda Nara”, acepta ser entrevistarlo en su condición de cazador de selfies y autógrafos. Pero cuando contesta, en cambio, lo hace desde el otro lado del mostrador: “Me pasa, ahora que soy un poco famoso, que me piden una selfie o directamente que les grabe un videíto selfie . Me piden que llore a cámara, que grite Wandaaaaa”, arranca. “Si estoy de buen humor lo hago, porque todos los que estamos en la tele nos debemos a nuestro público. No está bueno cuando un famoso te niega una foto ( Nota: Cabré le negó una foto y él no se lo olvidó ). Yo antes le pedía selfies a todo el mundo ( Nota 2: envía a la redacción una selfie con Piñón Fijo ), ahora me falta conseguir una sola: la selfie con Marcelo”.
Para algunos famosos, acceder a hacerse la autofoto con un fan en vez de escribirle un “con cariño”, demanda mucho más: “Silvina Escudero, por ejemplo, salía de Ideas con su piloncito de fotos, las firmaba y las repartía, y así zafaba de no salir mal en la selfie. La Xipolitakis te dice que sí pero después te pide verla: si salió fea te la hace borrar”, revela “el fan”. Otros, en cambio, hacen cualquier cosa con tal de no firmar. Como Batistuta, que hace dos años firmó y terminó convertido en un intento de estafa: fue a parar a un pagaré de $320.000 que pretendieron cobrarle.
Es que así es ahora: nadie vio un autógrafo del Papa pero sí al Papa en una selfie con un grupo de niños católicos; nadie vio un autógrafo de la Reina de Inglaterra pero sí la foto viral de un chico de 14 años que se sacó una selfie con ella (todos vimos, sí, la foto de un Mauro Icardi de púber pidiéndole un autógrafo a Maxi López, pero esa es otra nota).
“Creo que los fans actuales desean tanto tener una foto con su artista favorito en vez de un autógrafo porque la foto demuestra que lo conociste”, dice Ayelén Scevola, 22 años, presidenta del Club de fans de One Direction. “En cambio, con el autógrafo suelen decir ‘eso lo pudo haber firmado cualquiera’ o ‘sus firmas están en Internet”.
Puesto a defender el valor de un autógrafo, hay que conocer el restaurante El Obrero, en La Boca, tapizado de fotos firmadas: Valderrama, Francis Ford Cóppola, Bono, Susan Sarandon: “Siempre con alguno de nosotros, para que se vea que es real”, dice Silvia Castro, su dueña. “Los autógrafos ya están guardados como pequeños tesoros de una época: por ejemplo, los que mi mamá le pedía a Jorge Luz para mí cuando venía a comer”. En Mercado Libre –un refugio para las últimas firmas de famosos que circulan por ahí– se venden, por ejemplo, autógrafos de Bon Jovi a 10.500 pesos.
Termina el Dr. Furman, kinesiólogo que tiene el consultorio forrado con 350 fotos autografiadas de famosos: “Tengo un autógrafo de Fabián Gianola que dice: ‘Para el único hombre al que le di la espalda con confianza’. Otro de Valeria Lynch que dice: ‘Mi mejor disco es el que usted me curó’. Otro de Suar, que dice: ‘Ojalá la próxima vez me puedas enderezar las piernas’. ¿Ves? La selfie es fría y pasajera. En el autógrafo se ve la verdadera personalidad del famoso”.
Fuente: Clarín
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