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Sáb. Nov 23rd, 2024
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 Por Guido Rodríguez Alcalá – Diario Última Hora

 

Es increíble la notoriedad alcanzada por el libro  Karumbita la patriota  después del secuestro de su edición y la condena de su autor, Nelson Aguilera, a dos años y medio de cárcel.

 

El caso llegó a la audiencia pública de la comisión de derechos humanos del Mercosur celebrada el miércoles 9 de julio pasado en Asunción.

 

No podía ser de otra manera: como no existen razones válidas para la condena, el caso pasa del ámbito de lo judicial al de la violación del derecho a la libertad de expresión.

 

La Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP), con otras entidades gremiales nacionales y extranjeras, ha lamentado la decisión judicial. Aguilera fue condenado por plagio y no ha plagiado.

 

Cualquier persona con conocimientos de literatura comprende que Karumbita no es un plagio de El túnel del tiempo, la obra infantil de María Eugenia Garay, la querellante.

 

La condena tiene fundamentos procesales, afirma la querella, y no se lo discutimos: procesalmente, todo puede probarse.

 

Lo importante no es tener razón sino manejar los procedimientos, decía un viejo abogado, y es lo que ha pasado aquí.

 

En el expediente aparece un razonamiento apresurado, que se podría resumir así: el Túnel es la historia de un abuelo que viaja por el tiempo con sus dos nietos; Karumbita, el personaje de Aguilera, también viaja por el tiempo; luego, se trata de un plagio. Sin embargo, el antecedente del Túnel son los libros infantiles del escritor brasileño Monteiro Lobato, quien relató los viajes por el tiempo de una abuela (doña Benta) con sus dos nietos. El Minotauro, Los doce trabajos de Hércules y otros textos de Lobato eran mi lectura favorita, como la de mis primos y primas, en los años de nuestra infancia.

 

Y con esto no pretendo acusar de plagiaria a María Eugenia Garay, quien ha sabido darle un toque muy personal a los relatos de Lobato, dando cabida a Pedro Juan Caballero y otras figuras de nuestra historia en su relato.

 

Cambiando lo que se debe cambiar, la deuda de nuestra compatriota con el brasileño es como la deuda de Molière con Tirso de Molina, porque el Don Juan Tenorio español es el antecedente del francés, así como La verdad sospechosa de Ruiz de Alarcón lo es del Mentiroso, de Corneille.

 

La originalidad en la literatura no consiste en la originalidad del tema, sino en el modo de desarrollarlo: Shakespeare convirtió en obras maestras los argumentos de varias piezas mediocres.

 

¿Se puede plagiar el estilo? Sí, de acuerdo con el contador que dictaminó contra Aguilera en el juicio; no, de acuerdo con la historia de la Literatura. Búsquese en internet “petrarquismo”, la imitación deliberada del poeta italiano Petrarca, y se encontrará entre sus imitadores al poeta español Góngora. (Para más detalle véase el libro de Robert Jammes, La obra poética de Luis de Góngora). Baste con este ejemplo para decir que los grandes maestros han tenido imitadores no castigados por la Justicia.

 

Además de causar daño al escritor Aguilera y a la creación artística, la condena deja mal parado al Paraguay.

 

Por eso la Corte Suprema de Justicia deber corregir el error yendo a la cuestión de fondo: donde no hay plagio, no puede haber plagiario.

 

 


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