Los procesos contra el vice argentino por quedarse con la mayor imprenta del país, y contra Sarkozy en Francia por “corrupción activa”, muestran un alcance inédito del problema
La corrupción política dejó de ser un tema centrado sólo en algunos países y protagonizado por las capas inferiores de la administración pública. En un mundo cada vez más desregulado y anómico, es un problema que golpea en todas partes y que llega a las máximas autoridades del Estado.
El caso de Amado Boudou es sorprendente incluso para un país como Argentina, de baja calidad institucional. Acusado de usar su poder para apropiarse de la única imprenta en capacidad de imprimir papel moneda, se convirtió en el primer vicepresidente procesado de la historia.
El encarcelamiento y la imputación contra el ex presidente francés, Nicolas Sarkozy, mostró que se trata de una patología que también afecta a los países con mayor tradición democrática del planeta. Décadas atrás, era impensable que llegaran a la presidencia de la nación personas con esas debilidades.
“Hay evidencias de que la corrupción ha aumentado. La ONU asegura que nunca ha habido tanta corrupción en la historia de la humanidad”, dice Oscar Diego Bautista, doctor en Administración Pública por la Universidad Complutense de Madrid e investigador de la Universidad Autónoma del Estado de México, en diálogo con Infobae.
Otros especialistas ponen en duda que la corrupción efectivamente se haya incrementado. Norberto Emmerich, doctor en Ciencia Política e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, sostiene que hubo cambios sociales que favorecieron el aumento de la vigilancia social hacia la corrupción.
“En un pasado no muy lejano, denunciar hechos de corrupción no tenía demasiado impacto porque se consideraba que formaba parte de la administración pública. Pero ahora se tolera mucho menos que antes, porque la conciencia ciudadana es mayor. Entonces, lo que explica la mayor cantidad de denuncias es el mayor impacto en la opinión pública y la menor tolerancia”, explica Emmerich, consultado por Infobae.
Los políticos, piratas del siglo XXI
“Quien asume un cargo público debe tener un perfil básico -dice Bautista-, constituido por al menos tres elementos: capacidad para el cargo; lealtad a la Constitución y a su comunidad, no al partido ni a sus intereses particulares; y tercero, virtud y sentido de justicia. Es el perfil mínimo. Cuando estos criterios no están presentes llegan los improvisados, se practica el nepotismo, la injusticia y la corrupción”.
Estos principios tuvieron cierta validez durante varias décadas en las democracias más consolidadas del mundo. Pero ante el avance del individualismo, y el debilitamiento de las instituciones y de los mandatos sociales, se volvieron muy difíciles de encontrar.
“Los políticos, al igual que los piratas, pelean por conquistar un botín. Y una vez que lo obtienen, lo reparten”
En sociedades en las que prima el corto plazo, los filtros por los que pasa una persona para llegar a la administración pública son cada vez menos estrictos. Eso permite que haya funcionarios que sólo buscan un beneficio personal y que tienen un dudoso compromiso colectivo.
“Hoy los partidos políticos anhelan el poder para satisfacer sus intereses particulares, no para el interés general. Se da lo que se conoce como Spoils System (sistema de patronazgo). La idea sería que los partidos políticos, al igual que los piratas, pelean por conquistar un botín. Y una vez que lo obtienen, lo reparten”, explica Bautista.
El botín son los cargos públicos y todos los beneficios que se puede obtener a partir de ellos. Los líderes políticos se comprometen a recompensar con esos recursos a los dirigentes y militantes que los ayuden a ganar las elecciones y a llegar al poder. Lógicamente, éstos apuestan por quienes consideran que tienen más probabilidades de ganar, no por aquellos que compartan sus ideas.
“La política es un negocio -sentencia Emmerich. En un mundo donde lo que importa es lograr el éxito personal, es sólo un trabajo. Rápidamente, cualquier joven que estudia carreras vinculadas al universo político ve que es un campo en el que obtener buenos resultados y ascender es algo sencillo”.
“Entonces, la discusión no es qué tipo de sociedad quiero, sino qué dirigente o partido me conviene para conseguir un trabajo en el sistema político. Las ideas, los principios y los programas ya no tienen validez”, agrega.
Este Spoils System se presenta de esta manera sólo en los casos más extremos de corrupción institucional, cuando los fundamentos de la política se encuentran vaciados de sentido. Pero, con matices, es una lógica que tiene un peso creciente en las organizaciones políticas de gran parte del planeta.
Causas que favorecen la corrupción
“En países en los que no existe un servicio civil de carrera, donde no hay concursos de oposición para acceder a a la función pública y los funcionarios están sujetos a los vaivenes políticos, los cargos se venden y se compran. Aparece el nepotismo y el reparto para los amigos”, dice Bautista.
Frente a esto, es fundamental la presencia de herramientas institucionales que sirvan para dificultar la corrupción lo más posible, en vez de alentarla, como ocurre en muchos lugares.
“Son necesarios los instrumentos que funcionan como dique para frenar conductas antiéticas”
“La corrupción es un problema global, pero hay países que la controlan mejor. Los escandinavos, por ejemplo, son muy transparentes. Para ellos no es un problema. El nivel de educación es muy bueno y tienen una serie de mecanismos para prevenirse. Otros países los desconocen, y la corrupción se dispara”, dice Bautista.
“Son necesarios los instrumentos éticos de aplicación práctica, que funcionan como dique para frenar conductas antiéticas de los servidores públicos. Un ejemplo son las leyes de ética pública y, derivados de éstas, los códigos de ética para el desempeño de los funcionarios. Además tiene que haber un sistema sancionador. Si no, el reino de la impunidad se extiende”, agrega.
Un ejemplo es el Código de Ética de Altos Funcionarios del País Vasco, que obliga a los miembros de la burocracia estatal a renunciar en caso de que surjan dudas sobre su conducta.
“No existe un sistema político perfecto que garantice la ausencia de actos de corrupción en su seno. Lo que debe existir son pesos y contrapesos que permitan una fiscalización permanente entre las diversas funciones del Estado. De otro lado, el papel de la ciudadanía es fundamental en su labor de vigilancia y denuncia”, dice Xavier Zavala Egas, doctor en derecho por la Universidad Católica de Guayaquil y ex miembro de la Comisión Anticorrupción de Ecuador, en diálogo con Infobae.
“Esto -dice Bautista- se acompaña de otros instrumentos fundamentales, como un Consejo de Ética formado por expertos con un perfil de idoneidad, y no afines a partidos políticos. Tienen que hacer investigaciones y analizar los casos. Por último, es necesario que haya voluntad política para aplicar estos mecanismos”.
El daño que provoca la corrupción
“Las consecuencias, además de la fuga de recursos públicos, las observamos en la desconfianza, indiferencia, desgaste de los sistemas democráticos en el continente. La democracia tradicional se mostró ineficaz para dar respuestas a sus pueblos frente a sus vitales necesidades. La corrupción, improvisación y dependencia de los círculos financieros internacionales terminaron agotando al electorado”, dice Zavala Egas.
“La improductiva institucionalidad democrática fue desapareciendo en beneficio del caudillismo”
“Por ello -continúa-, a los ojos de la ciudadanía, la improductiva institucionalidad democrática fue desapareciendo en beneficio de un efectivo caudillismo que, al menos, satisface sus urgentes carencias. Pero claro, en sistemas de gobierno cerrados como el caudillismo, la corrupción florece más fácilmente y, además, es difícil de descubrir”.
Que las instituciones democráticas pierdan legitimidad tiene otra grave consecuencia, que es el avance de la ilegalidad. La corrupción política es sólo el eslabón más alto de una peligrosa cadena que afecta la vida cotidiana de la población.
“Una caída abrupta de la calidad democrática provoca una fuerte decepción por parte de la ciudadanía hacia la democracia. Eso favorece el crecimiento de los discursos antidemocráticos. No me refiero al retorno de los autoritarismos, sino a los discursos vinculados al crimen organizado, al narcotráfico y a demás actividades ilegales”, dice Emmerich.
“Cuando el régimen democrático demuestra ser vacío en los hechos, inconducente e hipócrita, el crimen organizado refuerza su legitimidad sobre los territorios marginales sobre los que se asienta. Es una consecuencia poco estudiada, pero muy fuerte que se deriva de los elevados grados de corrupción de las autoridades políticas nacionales”, concluye.
FUENTE INFOBAE
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