Desde 2013 es la mayor potencia comercial del planeta y es inminente que supere a Estados Unidos como la primera economía. Lo que le falta para alcanzar la hegemonía
El siglo XX estuvo marcado por la primacía de Estados Unidos, la potencia hegemónica del mundo occidental. Además de ser el país con la mayor economía y las Fuerzas Armadas más poderosas, fue el más influyente en términos culturales.
Pero ese esquema se empezó a resquebrajar en el siglo XXI. En un mundo crecientemente complejo y multilateral, y ante problemas internos cada vez más urgentes, Estados Unidos perdió capacidad y eficacia para incidir en el orden internacional.
Frente a ese debilitamiento, todos miran a China. La economía del gigante asiático, que no para de crecer desde hace 30 años, ya es la segunda en PIB y próximamente pasará a ser la primera. Sus vínculos con el resto del planeta son cada vez más fluidos, y su influencia, mayor.
¿Será posible que en las próximas décadas pueda convertirse en la nueva potencia hegemónica? ¿Cómo sería ese nuevo sistema mundial dominado por un país tan diferente?
Barack Obama, presidente de Estados Unidos, y Xi Jinping, su par chino
China, la potencia que no quiere ser
“Si todo sigue su curso y no se producen grandes problemas, China será una gran potencia económica. Pero en el ámbito cultural existen limitaciones importantes. En Estados Unidos siempre ha existido una vocación mesiánica y reafirmadora de su dominio, pero China no se propone la hegemonía global, sino la conformación de un orden multipolar en el que tenga un papel significativo y de primacía”, explica, consultado por Infobae, Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China, con sede en España.
“Ni los chinos más ambiciosos se plantean convertirse en una potencia hegemónica”
“Ni los chinos más ambiciosos se plantean convertirse en una potencia hegemónica. Va a ser imposible en el nuevo sistema internacional. Estados Unidos ya no podrá ser lo que fue, y China no puede ni quiere sustituirlo en ese papel. Es una gran potencia, tiene grandes ambiciones regionales y le gustaría ser el país central en Asia, pero la perspectiva global se le escapa”, dice Fernando Delage, director General de Relaciones Internacionales del Ayuntamiento de Madrid y especialista en Asia, en diálogo con Infobae.
“No es que su cultura sea más débil -continúa Ríos-, sino que su singularidad es tan importante que se necesitarán muchas décadas para que el mundo pudiera conocer a China. Sus axiomas y valores tienen una dimensión profundamente asiática, y por lo tanto, creo que carecen de una visión universal. En cambio, a lo largo del último siglo Estados Unidos ha conformado valores culturales que hoy se asumen como universales”.
La historia china es muy distinta a la de cualquiera de las potencias occidentales, que crecieron de frente al mundo. En cambio, el país asiático vivió la mayor parte de su vida aislado, mirando para adentro.
“El gran cambio que se ha producido con la política de reforma -dice Ríos- no es tanto la apertura al mercado como la apertura al exterior de una sociedad y una civilización que ha vivido siglos de espaldas al mundo, creyendo que su civilización era superior a todas las demás. Hoy China se debate sobre cuál es su papel en el mundo desde el punto de vista geopolítico, cuáles son las responsabilidades que tendrá que asumir”.
“Por primera vez en su historia se encuentra ante una situación de dependencia del exterior, porque siempre fue una sociedad muy autosuficiente. Antes de las guerras del opio, en 1840, lo que el emperador Daoguang decía era que no necesitaban nada de nadie porque tenían todo de todo. Entonces las tropas británicas abrieron el mercado chino con sus cañoneras. Esa situación ha cambiado radicalmente, y hoy China necesita del mundo, de su energía y de sus mercados. Por lo tanto, tiene que comprometerse con la gestión de la estabilidad internacional, porque una crisis puede comprometer su desarrollo económico”, agrega.
Una de las causas por las que es difícil que pueda convertirse en la potencia dominante en los próximos años es que tiene graves déficits internos. A pesar de tener el poder económico de un país rico, tiene problemas sociales propios de uno pobre.
“Las principales fragilidades internas de China son los desequilibrios territoriales, las desigualdades sociales, los problemas ambientales y las insuficiencias tecnológicas. Siendo la segunda potencia económica, en términos de desarrollo humano está en el puesto 98 y su renta per capita es de 6.700 dólares, que ni se compara con la de los países más desarrollados”, dice Ríos.
¿Un mundo a la medida de China?
“China ha rechazado siempre la intervención en asuntos extranjeros, pero ahora hay un debate sobre cuál debe ser su actitud frente al terrorismo, que ya tiene un impacto muy importante al interior de la sociedad china, y que exige para combatirlo el despliegue de la cooperación internacional. Eso puede llevarlo a niveles de intervención cada vez más intensos”, dice Ríos.
“Sostener la censura, el control del discurso y la estabilidad social puede resultar difícil”
“Pero creo que es una potencia diferente -continúa. Frente al intervencionismo activo que ha caracterizado a la política exterior de Estados Unidos, la de China va a ser mucho más cauta y prudente. Es que su situación interna va a seguir siendo delicada y frágil durante varias décadas. Por eso no puede asumir demasiadas responsabilidades internacionales”.
En noviembre de 2013, el Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh), máximo órgano del régimen, lanzó un paquete de 200 reformas para cambiar el modelo económico vigente desde hace décadas, por considerarlo en vías de agotamiento. Los cambios apuntan a convertir a China en un verdadero país del primer mundo.
“El gobierno chino reconoció que para seguir creciendo hay que pasar del modelo de los últimos 30 años, basado en la exportación de productos manufacturados y la inversión de capital extranjero, a uno que tenga a la demanda doméstica como motor del crecimiento. Para eso es necesario estimular el consumo, que ha sido siempre muy escaso, dejar de ser la fábrica del mundo y aumentar de manera acelerada los servicios, avanzando en innovación y en tecnología”, explica Delage.
“Lo complicado es que quieren hacer esas reformas manteniendo la fortaleza del régimen político. Eso significa sostener la censura, el control del discurso ideológico y la estabilidad social, lo que puede resultar difícil”, agrega.
Las protestas son cada vez más frecuentes en China
Los desafíos políticos que afronta el PCCh son cada vez más grandes frente a una ciudadanía que cambia velozmente al vincularse con el resto del planeta. Si el proceso de inserción se profundiza, la ausencia de ciertas libertades elementales en cualquier país occidental podría volverse insostenible.
“Existe un debate -dice Ríos: la necesidad de una profundización democrática y, al mismo tiempo, un temor bastante arraigado a que eso derive en un modelo de corte occidental inaplicable, que conduzca a la inestabilidad. Por eso el pluralismo político está totalmente fuera de agenda”.
“Es una ciudadanía que protesta, pero no pide el voto. La democracia no es un reclamo social en China”
A diferencia de lo que consiguió Estados Unidos durante gran parte de su historia, difícilmente China pueda exportar su modelo de sociedad al resto de los países. Su cultura hace que los ciudadanos acepten y demanden cosas que serían impensables en el resto de occidente.
“La mayor parte de la sociedad china se ha beneficiado de estos años de crecimiento, y no es una sociedad que pueda parecerse a la occidental y que, de manera automática, vaya a exigir mayores derechos políticos. Es una ciudadanía que protesta en la calle, reclama el reconocimiento de derechos civiles, pide explicaciones y exige responsabilidades, pero no pide el voto. La democracia no es un reclamo social en China”, resume Delage.
“No es el individuo el que está en el centro del proceso político. Rigen otros valores, como el respeto a la autoridad, el concepto de grupo y de los intereses de la colectividad por encima de los derechos individuales. Y hay una idea nacionalista y patriota con respecto a lo que es China como civilización, que une extraordinariamente a la población. Étnica y culturalmente es un país muy cohesionando”, agrega.
“Es un planeta distinto -dice Ríos. Muchas de las claves que explican la supervivencia del PCCh tienen que ver con su enorme capacidad de adaptación para combinar la tradición y la cultura china con su proyecto histórico de modernización. El partido se consolida como la primera dinastía orgánica de la historia, y sus funcionarios son unos nuevos mandarines”.
Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, junto a Xi Jinping
En busca de un lugar en América Latina
“China no solamente se posiciona como una potencia económica. Su estrategia de ascenso incluye distintos aspectos. También le interesa posicionarse en términos culturales. Basta observar el aumento de los Institutos Confucio en América Latina. Quieren que se aprenda chino mandarín en la región”, cuenta a Infobae la politóloga chilena Pamela Aróstica Fernández, que se encuentra haciendo un doctorado en la Universidad de Berlín, con especialización en las relaciones entre China y América Latina.
“Hay que hacer una diferencia importante entre lo que es la retórica china y la práctica”
“Tiene distintos objetivos. Busca asegurarse la provisión de materias primas, pero también observa a América Latina como un punto geoestratégico, con una ecuación importante de lo que son sus relaciones con Estados Unidos. Actualmente es socio comercial de varios países, pero también uno de sus principales acreedores, por ejemplo, de Venezuela”, agrega.
En una región históricamente marcada por la influencia de Estados Unidos, la presencia creciente de China representa un cambio importante. Las diferencias entre una y otra potencia no son menores.
“China tiene otra forma de manejar sus relaciones internacionales. Hace mucho énfasis en que quiere una sociedad armoniosa y en que lucha por la paz”, dice Fernández.
Pero que recalque la importancia de la paz y tenga una postura menos intervencionista que las potencias que históricamente tuvieron bajo su égida a Latinoamérica no significa que su accionar sea inofensivo. Las precauciones que deben tomar los países de la región no son menores que antes, sólo son diferentes.
“Hay que hacer una diferencia importante entre lo que es la retórica china y la práctica. Por ejemplo, en su discurso habla de la cooperación, pero por otra parte reniega de algunos valores considerados universales como la democracia, a la que observa de forma hostil”, explica la politóloga.
“Me parece arriesgado que Venezuela se endeude tanto con China. O que Chile dependa como nunca antes de venderle cobre. Hay que analizar bien cómo se posiciona China”, concluye.
FUENTE INFOBAE
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