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Jue. Nov 21st, 2024
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Uruguay y Chile son los mejor ubicados desde hace mucho tiempo, seguidos de lejos por Brasil, uno de los que más progresó en estos años.

Los países latinoamericanos tienen, en promedio, un 34,6% de pobreza. Es decir que entre tres y cuatro de cada diez habitantes no alcanzan los ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas.

Sólo Uruguay y Chile tienen una pobreza inferior al 20%. En uno es 12,4%, y en el otro, 14,4.

Luego vienen Brasil, Costa Rica, Venezuela y Perú, con una tasa que oscila entre 21 y 27 por ciento. En Ecuador es del 27,3 por ciento.

Argentina, que históricamente había estado al frente de la región junto a Uruguay en los principales indicadores sociales, tras décadas de un deterioro social que no da señales de revertirse aparece recién en el octavo lugar, con 27,5 por ciento.

Cierran la primera decena Panamá, con 29%, y Paraguay, con 32,4.

Sólo en cuatro naciones más de la mitad de la población se encuentra debajo de la línea de pobreza: Bolivia (51,3%), México (52,3%), Guatemala (53,7%) y Honduras (66,2%).
 

La información proviene de la Base de Datos Socioeconómicos para América Latina y el Caribe (SEDLAC, por su sigla en inglés), que periódicamente reúne las estadísticas de pobreza oficiales de cada país.

El único caso en el que no se tomó este dato es Argentina, donde el Indec dejó de difundirlo aduciendo “problemas metodológicos”. La razón de fondo es que durante seis años se subestimó drásticamente la inflación, lo que automáticamente subestima el precio de la canasta de bienes que se utiliza para calcular el nivel de pobreza. Como a partir de 2014 se produjo un sinceramiento del alza de precios (pasó de un promedio de 0,9% mensual, a uno superior al 3%), si se reconociera la cantidad de pobres que se desprende de la nueva medición debería admitirse una suba astronómica entre 2013 y 2014.

Ante el vacío dejado por el Indec, se utilizó el dato formulado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina, que pertenece a la Universidad Católica. Es el estudio privado más completo sobre condiciones sociales de vida.

La diferencia entre pobreza y desigualdad

Una distribución del ingreso inequitativa suele estar asociada a altos niveles de pobreza. Por el contrario, los países en los que el reparto de la riqueza es más igualitario generalmente son los que garantizan un bienestar aceptable para todos sus habitantes.

Esto ha llevado a muchos gobiernos latinoamericanos a mostrar una reducción de la desigualdad como prueba de un mejoramiento importante en la calidad de vida de los sectores populares. Pero esto no siempre es así.

“América Latina y el Caribe es una de las regiones más inequitativas del mundo, con un coeficiente de Gini de 0,43. En realidad, sólo la supera el África Subsahariana, con un Gini de 0,44”, explica el economista Alejandro Cid, investigador en pobreza y familia de la Universidad de Montevideo, en diálogo con Infobae.

El coeficiente de Gini es el indicador de distribución del ingreso más utilizado. Otorga un “0” a la igualdad absoluta y “1” a la desigualdad absoluta.

“Los que se llevan el sesgo de inequitativos -continúa Cid- son Colombia y Honduras, y, en una segunda fila, Brasil, Chile, Panamá y Paraguay. Argentina y Uruguay están muy bien, con números iguales o superiores a los del Sudeste Asiático”.

Esto da un resultado paradójico. Países como Argentina o Venezuela tienen un Gini de 0,39, ostensiblemente más bajo que el de Chile, que es 0,50. Sin embargo, ambos países tienen casi el doble de pobreza.
 

La razón es que se trata de un indicador que evalúa cómo se distribuyen los recursos, pero sin decir a cuánto ascienden esos recursos.

“En un mismo país se puede mantener la inequidad y, sin embargo, estar 200 veces mejor que 20 años atrás, ya que, por más que las diferencias sean grandes, todos tienen más y muchos de los que eran pobres ya no lo son. En términos teóricos podría haber una sociedad sin pobres, en la que nadie gane por debajo del ingreso necesario para vivir adecuadamente, y que sin embargo sea desigual”, dice Cid.

Por eso el Gini sirve de poco si se considera aislado, sin tener en cuenta, por ejemplo, la cantidad de pobres del país en cuestión. La realidad es que basta con elevar la renta que el Estado captura de los sectores de más altos ingresos para equiparar la distribución sin mejorar un ápice las condiciones de vida de la población.

Las naciones de mayor bienestar social en el mundo son las que reúnen ambas cosas. Noruega, que con 0,22 tiene el coeficiente de desigualdad más bajo, es también uno de los que tienen menor pobreza, mayores niveles de empleo de calidad e instituciones más sólidas.

Sólo cuando todas esas condiciones están reunidas se puede confiar en que la mejora en los indicadores sociales es consistente y, sobre todo, sostenible en el tiempo. De lo contrario, puede ser sólo una respuesta coyuntural a un ciclo económico ascendente.

“La pobreza puede ser muy manipulable si sólo se consideran los ingresos. Por ejemplo, una persona que era pobre porque ganaba dos pesos por debajo del mínimo puede dejar de serlo para las estadísticas si incremento sus ingresos en sólo dos pesos. ¿Pero en qué cambié a esa persona? ¿Tiene más acceso al trabajo y a la educación?”, se pregunta Cid.

“En los últimos diez años -continúa- la región se vio favorecida por una coyuntura internacional marcada por altos precios de los commodities y China creciendo a pasos agigantados. En ese contexto de estabilidad macroeconómica se produjo una importante reducción de la pobreza calculada en dinero”.

“El problema es que hay cosas estructurales y otras que son cíclicas. Si hubiera una crisis en China, sería muy distinto enfrentarla si el 80% de los jóvenes hubiera terminado la secundaria, en vez del 40 por ciento. La pobreza medida sólo en términos de ingresos apenas muestra los ciclos. El tema es ver si hay cambios firmes, de largo plazo, como trabajo estable y mejoras en la familia y en la educación”, concluye.

Fuente: Infobae


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